Capítulo 41

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Verno

No podía creer que estuviera agotada después de haber atravesado el portal.

Tal vez, después de todo, no había sido una buena idea el dibujar el pentagrama en mi brazo.

Lo peor de todo es que el camino hacia el castillo estaba lejos, y el portal había decidido arrojarme en las afueras de la civilización.

Comencé a caminar hacía hora y media y muy a duras penas observaba las bodegas abandonadas.

Todo estaba demasiado calmo, pero mi instinto me molestaba con la presencia de un ángel cerca...

No, uno no, muchos...

Mis ojos se llenaron de icor y mi sonrisa se agrandó de una forma poco sana.

El alma que habitaba en mí, estaba tomando control total de mi cuerpo, y el poder que me brindaba me encantaba.

De repente recuperé toda mi energía y no me sentí pesada, sino que, al contrario, empecé a escalar las viejas paredes de las bodegas, haciendo algunos destrozos alrededor para llamar la atención de los ángeles.

Sabía que me escuchaban, también que me sentían cerca, pero sólo algunos, como Emma, saldrían a ver qué sucedía.

Me paré frente a la bodega vieja y desvalijada donde sobresalían cinco cuerpos angelicales.

Emma, Jared, Mason, Karla y Alejandro (un supremo), estaban observándome con ojos fieros.

— Bienvenidos a Edom, seres del cielo. — hice una reverencia en forma de burla y traté de jugar con todo el asunto antes de poner mi plan en práctica. — Me da mucha pena no haberlos recibido como se lo merecían, pero aquí estoy... Me presento... — mi cuerpo comenzó a deformarse al son que el de Emma lo hacía.

Cuando nuestros cuerpos quedaron totalmente transformados lancé una risa mecánica.

— Así que estás dispuesta a pelear en donde sea. — mis ojos, demasiado abiertos, la observaban con curiosidad. — No te angusties, tan sólo venía de visita por aquí. — mi expresión no se relajó, sabía que mi insano juicio le daba terror. — Nunca pelearía yo sola, así como tú tampoco lo harías.

Mis ojos viajaron a Jared tan rápidamente como el cuerpo de Emma se opuso entre él y yo.

Lancé un gruñido bajito y relajé mi expresión restándole importancia.

Con una velocidad más que rápida, tomé a Alejandro, uno de los supremos que se habían ofrecido a ayudar a Emma, que si no mal recordaba era amigo de Nerea.

Todos se asombraron en mi movimiento, y a pesar de los forcejeos de cierto ángel, era muy tarde para impedir que lo arrastrara junto a mí  al castillo.

Ni Emma pudo alcanzarme, pues mi hambre de poder se adelantaba mucho a sus buenas intenciones sin tener que llamar a su otra yo.

— ¡Suéltame! — se quejó el supremo tratando de lastimarme.

— No seas molesto, tendrás una muerte muy placentera. — me reí locamente y llegué al castillo con una estruendosa entrada.

Lancé al ángel con expresión de terror hacia el suelo, le saqué la ropa y con un beso quedó bajo mi encanto de seducción.

No me importó en la absoluto que estuviéramos justo en el centro del castillo, ni mucho menos que varios sirvientes míos nos observaran.

Era Maye la que tenía que huir, puesto que Phoebus aún no estaba lista para ver tal escena grotesca.

Una vez salieron del rango de peligro comencé a hacer lo que mejor sabía hacer, y en una capa de excitación y unos aullidos de dolor de parte del ángel, mi cuerpo se sintió mejor que nunca.

Todo su poder se traspasó a mí, y podía sentir el crescendo de la sensación.

Lancé un último grito de locura y lo dejé de lado.

Él seguía moviéndose y su cuerpo aún no moría.

Mi sonrisa aumentó al son de mis ojos con una locura inigualable.

Ordené a mis súcubos que lo mantuvieran preso, puesto que tenía intención de usarlo una vez que se recuperara y después de la pelea a muerte contra Emma.

Una batalla que sin duda alguna, marcaría la tumba de Emma.

(...)

Mis vestiduras eran las más lujosas que alguna vez pude vestir, sin embargo, me daban la libertad para moverme en batalla y protegerme de la misma forma.

Mis súbditos, Phoebus, Maye, Sean y yo nos dirigíamos al centro de batalla donde antes entrenaba con mi padre.

Había ordenado que despejaran toda la zona alrededor mientras estaba ausente.

Mis dedos se movían, impacientes por emanar todo su poder en una batalla sedienta de sangre.

Mi madre, Lilith, montada en una fiera de la oscuridad, poseía las velas de invocación que necesitaría para dar el primer paso de batalla.

Emma, querida...

Me introduje en la mente de Emma tan fácil como me resultaba mi poder.

¿Qué es lo que quieres?

Su respuesta estaba cargada de desesperación y el mismo deseo de acabar todo de una buena vez.

¿Estás lista para abandonar todo lo que amas? Porque, te lo aseguro, de esta no sales viva.

No te tengo miedo, maldita súcubo. Si alguien morirá hoy, serás tú, y no por mi causa, tu locura te consumirá antes de que llegues a tocarme.

Pero si se nota la desesperación en tu voz, el miedo...

Me burlé un poco de ella para dar pie a mi show.

Emma no contestó.

¿Quieres saber un secreto, Emma?

Su respuesta fue un silencio absoluto.

Maye es hija de Azazel...

La tensión que ella y todos los ángeles sentían, el miedo de mis siguientes pasos, los sentí hasta el fondo de mi alma.

Todo Edom me transmitía lo que sentía, y eso alimentó mi fuerza de una manera inexplicable.

— Es hora de comenzar. — le indiqué a mi madre que colocara las velas en su debida posición.

Dibujé el pentagrama que se necesitaba para invocar a Azazel en su máximo poder.

Te tengo una sorpresa no muy grata, Emma.

Me puse de rodillas haciendo mis movimientos de invocación como reina de Edom, lo característico de mi reino.

Mi cuerpo se deformó y todo el poder que había adquirido para el momento estaba llenando las líneas del pentagrama, haciéndolo brillar.

— Azazel, rey de Landimus, descendiente de Lucifer... Trae a Edom tu presencia, únete a luchar con la descendencia de tu hermano, Asmodeus. Te invoco sin lazos familiares, porque al enemigo que te enfrentas no tiene corazón. — mi letanía se repetía en todos los rincones de Edom, y mis súbditos me hacían segunda repitiendo lo que decía.

— Yo te invoco, y asumo la responsabilidad por invocarte. — grité diez veces elevando los brazos al cielo para que comenzara a abrirse el portal.

¿Estás lista, Emma?

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now