Capítulo 25

1.1K 144 16
                                    

Emma

Luchaba con todas mis fuerzas contra la negrura que poco a poco me absorbía, pero era demasiado espesa y ni siquiera recordaba por qué luchaba con tanta dicción.

Mason...

En mi mente se formó el rostro con dolor de mi hermano y fue como si golpeara mi mente para poder despertar, y lo hice.

Respiraba con dificultad por mi herida, pero tenía que sanar a mi hermano, no podía dejarlo morir.

Me arrastré hasta su cuerpo agonizando y lo coloqué con mucho cuidado en una roca, con la poca energía que me quedaba y con lágrimas en los ojos, coloqué mis palmas en su yugular y emané todo mi poder para sanar su herida.

Conforme su herida se cerraba, mi cuerpo iba perdiendo toda fuerza, no podía respirar, ni siquiera ver su cuerpo con claridad.

Pero era por una buena razón.

Salvar a mi hermano... Mi sangre.

¿Cuántas veces había dicho esto?

Irónico.

Mi vista se nubló y escuché su cuerpo respirar mientras mi cuerpo caía a un costado y quedaba inconsciente.

Mason...

(...)

Verno

Dejé a Phoebus en mi cama junto a unas flores nativas de Edom.

Observé cómo respiraba. Junté mis manos y pensé en cómo podría ser ahora que Emma había perdido su poder.

Tal vez podría conservarla para mantener vivos a los que amaba, y a Phoebus.

Faltaste a tu palabra.

No vengas a sermonearme ahora, Asmodeus.

¿Desde cuándo un Santderic no cumple?

Desde que decidiste dejarme por mi cuenta.

Estaba enfadada.

Sí, había faltado a lo que había dicho a Emma, ¿y qué?

Observé el espejo frente a mí y ví cómo mis ojos no se vaciaban de icor. El icor, la ira y el ser que absorbía mi alma seguían ahí, manipulándome.

Y fue cuándo me di cuenta que lo que había hecho había sido culpa del alma que vivía dentro de mí.

Lágrimas brotaron de mis ojos y agrandé mis ojos cual platos cuando me di cuenta de lo más grave.

Le faltaste el respeto a tu padre.

Habló Asmodeus en mi mente, martirizándome.

Negué frenéticamente con la cabeza, no podía hacer eso. Yo no era así.

Pero lo eres ahora.

Una voz diferente a la de mi padre se había posado en mi mente.

¿A quién le importa lo que tu padre piense? A ti no.

Sí me importaba. Respiraba con dificultad y observé el reflejo del ente dentro mío.

- ¡A mí me importa! - grité y lancé una piedra hacia el espejo en donde se posaba el alma.

Phoebus se volvió hacia mí y me observó con ojos llorosos.

Fruncí mi ceño y me acerqué a ella con detenimiento.

Ella se acurrucó en las sábanas y se alejó de mí, cubrió su rostro hasta su nariz.

- ¿Phoe? - la llamé.

- Le mentiste... - balbuceó. - Le mentiste a ese ángel. - observó a otro lado. - Ella me salvó... Y tú mataste a su hermano.

Mi corazón se estrujó y tragué saliva, me senté en la esquina de la cama y observé las baldosas.

- Tenía que hacerlo, Phoebus. - dije en un susurro. - Si no lo hacía, ellos pudieron haberme matado.

Un silencio reinó en la habitación y escuché a Phoebus sollozar.

- ¡No es verdad! - gritó haciendo que volviera mi vista hacia ella. - ¡No todos son cómo tú piensas! - de sus ojos brotaban lágrimas de coraje. Eso me dejó impresionada. - ¡Ella sólo quería salvar a su hermano! No quería matarte. - talló sus ojos haciendo que de los míos salieran lágrimas.

- Phoebus... - traté de tranquilizarla.

- ¡Yo te perdoné! - gritó con toda su alma. - ¡Te perdoné por haber matado a mis padres! ¡Te perdoné!

Mi corazón dió un vuelco y mi alma verdadera pudo contra el ente que trataba de comer mi cuerpo.

- ¿Tú sabías...? - dije sollozando.

- Nunca te guardé coraje... - sollozó Phoebus. - Te perdoné... - chilló. - ¡¿Por qué tú no puedes perdonarla?! - gritó mientras lloraba. - ¿Tan difícil te es? ¡Ella no te hizo nada!

Mientras Phoebus lloraba con fuerza mi corazón se rompía. Era cierto... Emma no me había hecho nada.

Tienes que terminar con ella si no quieres vivir temiendo toda tu vida.

- Yo no te odio por matar a mis padres... ¡Te perdoné! ¡Te perdono! - sollozó Phoebus con fuerza. - ¡Perdón, padre! ¡Perdón, madre! ¡Perdón, Owen! ¡Perdón!

Mi corazón se rompía a cada palabra que ella decía.

- ¡No me importa si has usado a mi hermano para tomar tus energías! - gritó Phoebus con todas sus fuerzas mientras se rompía por dentro. - ¡Sólo te pido que te perdones con ese ángel! ¡Pide perdón y perdona!

Se derrumbó en la cama sollozando.

Oh, Phoebus... Si tan solo pudiera hacerlo...

- Perdón... - susurré.

Los sollozos de Phoebus fueron cesando para escuchar mis palabras.

- Perdón por haberte mentido... - le dije observando cómo ella se ponía de pie en la cama.

Sus ojos se llenaron de nuevo de lágrimas y corrió hacia mí para darme un abrazo y sollozar con fuerza.

Acaricié su cabello tratando de tranquilizarla.

- Pero... - seguí mientras me armaba de valor para decirle la verdad a Phoebus. - No puedo dejarla vivir, Phoebus... Ella me matará.

- ¿Por qué? - dijo Phoebus haciendo que reflexionara.

- Porque... He causado muchos daños... - admití.

- ¿Muchos? - dijo la pequeña niña tallando sus ojos.

- Sí. - dije acariciando su cabello.

- Entonces no cometas otro y ve a ayudarla. - rogó Phoebus mientras me observaba.

Le regalé una sonrisa a Phoebus y asentí con la cabeza.

- Lo haré, pero tienes que quedarte aquí... No quiero que te hagan daño.

- ¿Me puedo dormir? - dijo en medio de un bostezo.

La recosté en la cama y apagué la luz.

Buenas noches, Phoebus.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now