Capítulo 11

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Observaba a Phoebus mientras dormía.

Por alguna razón le tenía miedo a la oscuridad y dormía con la luz encendida y con una persona a su cuidado hasta que cayera en un sueño profundo.

Mi ceño se frunció pues había dicho cosas como si hubieran salido de la boca de mi padre, Phoebus era la persona que me guiaría a alejarme del mal, lo que no sabía era si al alma que poseía mi cuerpo le gustaría esa idea.

A fin de cuentas decidí marcharme de la esquina de su cuarto y apagar la luz cerrando la puerta tras de mí.

—¿Verno? — llamó Phoebus desde la habitación y retrocediendo abrí su puerta y asomé mi cabeza por la puerta. —¿Podrías leerme un cuento? — pidió ella abrazando un libro entre sus brazos.

Parpadeé un poco manteniendo mi expresión seria y avancé dentro del cuarto prendiendo la luz de la mesita de noche. Tomé el libro entre mis manos y ella se recostó en su almohada.

— ¿Él es mi fortaleza? — leí en forma de pregunta el título del libro hecho a mano de la pequeña.

— Es un libro que mi hermano hizo para mí. — dijo Phoe.

Suspiré y abrí el libro observando las ilustraciones en él.

— Cuando Dios... — tragué saliva al sentir un empujón hacia atrás. — te hace pasar por una lección de vida que duele mucho, no significa que te odie. Significa que quiere prepararte para una etapa de tu vida, y quiere que aprendas a hacer cosas por ti sola para no depender de los demás.

Observé la cara de Phoebus y ella reflejaba atención a lo que decía. Lamí mis labios y volví mi vista al libro.

— Había una vez una pareja que se quería mucho. Los dos tuvieron una hija pequeña a la cual le pusieron de nombre... — fruncí mi ceño al ver el nombre de dicho personaje. — Phoe.

» Phoe tenía un hermano mayor que juró a sus padres protegerla de todo peligro para hacerla una niña de bien. Cuando Phoebus tenía 5 años enfermó. Los médicos no sabían qué tenía en realidad, todos temían que fuera un suceso sobrenatural, y su mayor preocupación era que Phoebus no pudiera sobrevivir más.

» Pero un milagro surgió, Phoebus sanó como por arte de magia y todos pensaban que era una obra del Dios verdadero, como prueba de ello, un lunar en forma de E se posaba en su hombro derecho.

» Phoebus sanó al instante y se desarrollaba rápidamente con el paso del tiempo, la pequeña niña de 8 años se colmó de sabiduría y de su cuerpo surgieron nuevos dones que la hacían única y especial.

» Pero un día, la tierra tembló escupiendo de sus adentros a criaturas con armas, armaduras y unos que otros cascos raros en sus cabezas, al pico de la formación que conformaban los seres, se encontraba una mujer hermosa con rasgos finos y piel pálida. Pero aunque su expresión pareciera serena, asesinó a unas cuantas personas... Entre ellas los padres de Phoebus.

Observé la cara de la diminuta e indefensa niña, pero ella ya estaba sumida en un sueño profundo.

Mis cejas quedaron reflejando un estado de confusión profunda.

Lo que más resaltaba entre todas las cosas que trataba de procesar, era cómo podían contarle una historia como esa a una infante de 8 años. Simplemente me era difícil asimilarlo.

Cerré el libro y recorrí las sábanas hasta su cuello para que no tuviera frío. Apagué la luz y cerré la puerta cuando salí de su habitación.

No fue Dios, Verno. Le di el don de la salud a ésta pequeña que agonizaba, le di la vida eterna, la elegí para que guiara tu camino si ibas por mal sendero, la elegí para que diera luz a las tinieblas que hay en tu corazón ahora agonizante.

Ella... Es tu única heredera. Tal vez no de sangre, tal vez tampoco de linaje. Pero es heredera por elección de tu padre.

Mi padre era concreto en las palabras que ponía en mi cabeza, pero eso no me dejaba bien en claro lo que tenía que hacer.

—¿Qué harás con la niña? — preguntó mi prima saliendo de una esquina con un puro en su boca y una bata de seda rosa.

Si Phoebus no es heredera, nadie lo será. De eso me encargo yo.

Con mi ceño fruncido y mi mente maquinando logré pensar una respuesta.

— La llevaremos a Edom. — respondí firme. — La criaré como mi padre lo hizo conmigo. Le daré todo, educación, entrenamiento. Todo. — las perfectas cejas de Maye se curvaron y me observó esperando lo que mi boca exigía escupir. — Y será heredera del trono de Edom.

El puro que los labios de la súcubo frente a mí sujetaban, cayó al suelo apagándose y dejando los labios entreabiertos, y arriba de ellos, una expresión de shock se reflejaba en la cara de la hija de Azazel.

—¿La heredera de Edom? — dijo mi prima. — ¿Estás loca? ¡Es una niña mortal!

— Yo no dije que lo heredaría hoy. — contesté. — Para eso la prepararé.

— ¿Prepararla? — exclamó Maye. — ¿Qué mierda estás pensando? ¿Acaso perdiste la cabeza? ¡Es una mocosa! No puede ser heredera del trono ¡Mucho menos porque es mortal! — exigió la súcubo enfurecida.

—¡No es mortal! — me apresuré a decir. — ¡Y yo soy la reina de Edom! Yo decido quién será mi heredera.

—¿Y qué crees que dirán tus súbditos? ¿No piensas en el pueblo? ¿Qué hay de ellos? — comenzó a atacar de preguntas mientras yo trataba de no subir la voz.

— Soy su reina, jamás haría algo que les perjudicara, al contrario, esto es un deseo de mi padre... Y ellos lo recibirán con brazos abiertos. — dije viendo en dirección a la habitación de Phoebus.

— Dudo mucho que sea así... ¡Y además! ¿Cómo está eso de que no es mortal? — reclamó Maye.

— Tiene la marca de nuestro linaje. — dije con una sonrisa en la cara. — Es una Santderic.

—¿Tu linaje?

— Su hombro porta el lunar en forma de E. Es símbolo que sólo los Santderic llevan en su cuerpo, y no sólo la familia Santderic, sino también los que están destinados a ser de la realeza. — contesté a una boquiabierta prima mía.

Mis ojos se iluminaron anunciando una visión que mi padre había proyectando en mi mente.

Les presento a Phoebus, princesa de Edom...

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora