Capítulo 12

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— Buenos días. — saludó Phoebus tallando sus ojos con las diminutas manos que poseía.

Maye y yo volteamos a verla desde la cocina que la inmensa casa tenía al fondo del recibidor.

— Buenos días. — contestó Maye con entusiasmo aunque con un poco de hipocresía.

Asentí con la cabeza en su dirección Y seguí tomando de mi café cargado.

—¿Qué hay para desayunar? — la niña llegó a nuestro lado y se subió como pudo a una de las sillas largas a mi lado. — Tardé en encontrar el baño. — dijo poniendo sus palmas en la barra de mármol.

—¿Desayunar? — dijo Maye con la boquilla de su taza de té cerca de su boca.

— Tengo hambre. — dijo Phoebus tallando sus ojos.

— Ah, eso. — Maye comprendió y me vio en busca de ayuda.

— Tenemos una caja de cereales. — dije despreocupada señalando las puertas que se ubicaban en la pared de la cocina.

Phoebus me observó con sus enormes ojos verdes y mi mente trataba de procesar su mirada.

Con un suspiro me levanté de mi silla y alcancé la caja de cereales para ella, después fui a por leche y le serví un tazón en frente suyo. Guardé las cosas y me puse en mi silla de nuevo, observando cómo Phoebus juntaba sus manos y se quedaba en silencio.

Observé a Maye y ella me devolvió la mirada pensando en lo que la niña frente a nosotras hacía. Maye decidió poner su peso hacia adelante y observé cómo la niña abría sus ojos felizmente.

— Amén. — pronunció haciendo que mi cuerpo saliera disparado hacia atrás y Maye cayera de la barra.

Mi prima observó a la niña con ojos fieros y tuve que aclarar mi garganta para que Maye no se abalanzara contra Phoebus.

— Y bueno... Soy nueva en esto de tener un niño a mi cuidado. — dije ignorando el gruñido de Maye. — Imagina que soy tu hermana mayor, ¿qué es lo que tengo que hacer?

— En realidad no mucho. — dijo Phoe tragando el cereal. — Trabajas, me llevas a la escuela, pasas por mí y me llevas a un lado los fines de semana.

—¿Trabajar? — pregunte incrédula.

— Sí. — dijo la niña mirándome raro. — Ganas dinero y así pagas la luz, el agua y comida, así como mi escuela y uniforme... Ah, voy a clases de violín y danza de ballet.

— ¿Entonces las cosas que hay aquí no son gratis? — dijo Maye con pánico en sus ojos.

— ¿En qué mundo viven? — dijo Phoebus con incredulidad.

— Eh, es sólo que... Somos nuevas por aquí. — contesté para tapar la extrañeza de mi prima. — Entonces... Tengo que conseguir un trabajo ¿no?

— Yo digo que serías muy buena doctora. — reconoció Phoe.

— Doctora. — repetí. — Tratemos con algo fácil.

— Eres bonita ¿qué tal...? Camarera. — dijo sonriente.

(...)

— ¿Tengo que ser amable para que me contrate? — dije observando al joven jefe.

— Tienes buen historial y eres bonita. — dijo la pequeña niña dándome ánimos. — Esperemos que aquí sí te contraten.

Aunque fuera exagerado, había solicitado en más de quince cafeterías y por mi mal genio, todos me habían echado cual perro.

Si quería criar bien a Phoebus necesitaba éste trabajo, y sabía de sobra que podía utilizar mi poder para que me contrataran, pero necesitaba toda mi energía para cuando volviera a Edom.

Tomé aire y caminé hacia el joven que se encontraba en la puerta de la oficina.

Tardé como diez minutos en que al fin aceptara y me asombré al ver cómo su trato hacia mí era indiferente así como si no fuera más que una humana.

Al despedirme de él con un estrechamiento de manos, salí triunfante de su oficina y di un gritito victorioso junto a mí Phoebus y mi prima.

Prima que se negaba rotundamente a trabajar y la cual se aferró a la idea que Phoebus le había dado de ser una psíquica por su poder que no se molestó en ocultar.

— ¿Qué sigue? — dije una vez que dejamos de celebrar.

— Supongo que sólo falta llevarme a la escuela mañana y que vayas a trabajar después. — la niña sacó una hojita de su pequeña mochila. — Éstos son mis horarios. Ya le saqué copia.

Sonreí al ver mi nombre anotado con crayola rosa en la parte superior. Asentí con la cabeza y tomé la mano de Phoe incitándola a que me siguiera.

Maye caminaba detrás de nosotras mientras Phoebus se colgaba de vez en cuando de mi mano cuando tropezaba.

Ahora parecía el ambiente menos tenso y estaba feliz porque por primera vez había conseguido una cosa por mí misma sin poderes ni por ser la hija de Asmodeus.

Se sentía bien hacerlo, pero tampoco podía acostumbrarme a todo esto puesto que sólo me quedaría unos días en el mundo mortal hasta que Phoebus asimilara todo lo de mi reino e irla adentrando en nuestro mundo de ángeles y demonios.

A juzgar la inteligencia de la pequeña niña no sería tan difícil de conseguir que entendiera que era una mortal destinada a coger la corona de Edom.

Llegamos a la casa y ella se quedó imitando mis pasos lo que quedó del día mientras Maye veía televisión.

Aunque fuera una princesa, sabía cómo asear la casa y dejar todo en su lugar, pero tenía que aprender a cocinar a cómo diera lugar.

El timbre de la casa sonó y Phoebus se apresuró a abrir como si esperara a alguien.

Cuando me acerqué a ver qué sucedía conseguí ver a una mortal anciana que trataba con cariño a la pequeña que hablaba ávidamente.

—Así que eres tú. — los ojos de la anciana se posaron en mí. — Phoe me ha llamado para que te enseñe algunos trucos para cocinar.

No sentí ninguna amenaza por parte de la viejecita y al ver la cooperación de Phoebus no pude negarme a recibir ayuda de la señora.

—Tenemos mucho que aprender. — dijo la viejecita dejando su bolso en una mesita del recibidor.

Maye llegó de repente y observó a la señora de arriba a abajo.

—¿Quién es ésta? — dijo sin respeto alguno.

Rodé los ojos y negué invitando a la señora a pasar a la cocina.

Nada mal para un pequeño avance...

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora