Capítulo 8

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— Maye. — grité desde la planta baja de la casa de Areu.

Había tomado el auto de Adán para transportar su cuerpo junto al de Areu.

Siendo mejores amigos sus plegarias serían morir juntos y mi misión era cumplirla por lo menos.

— ¡Maye! — la aclamé gimiendo puesto que el peso del cuerpo de Adán me estaba aplastando.

—¡Ya voy! — corrió hasta mí y me ayudó a colocarlo encima del sofá.

Nos quedamos observándolo por un momento agitadas.

—¿Y bien? — preguntó ella.

— Ya tenemos dos casas, dos autos y dos cadáveres. — le dije enumerándolos.

— Tres. — dijo ella. Mi cara de confusión hizo que mi prima rodara sus ojos. — Owen era el mortal con el que estaba hace un rato.

Asentí con la cabeza.

—¿Tenía padres o alguien que pudiera preguntar por él?

Mi prima no era cuidadosa en ese aspecto, no le importaba quien fuera mientras le diera energía.

— Era huérfano pero... — apretó sus labios observándome con seriedad. — Tiene una hermana pequeña...

La observé con cara de "¿en serio?" pero ella se encogió de hombros un tanto nerviosa.

— Cuando estaba a punto de morir, me suplicó que no lo matara puesto que tenía una hermana pequeña que cuidar, y no tenían padres ni familia...

— No hablas en serio, Maye. — dije desesperada. —¿Qué diablos vamos a hacer con una niña pequeña en nuestras vidas? — dije enojada subiendo las escaleras y abriendo la puerta de servicio y arrastrando el cuerpo de Areu con esfuerzo hasta que Maye me ayudó a tomar el otro extremo de su cuerpo y así lo llevamos junto al cuerpo de Adán.

— No es tan malo, Verno, la matamos y asunto arreglado. — dijo Maye encogiéndose de hombros.

Mi expresión se endureció y mis ojos la estaban matando.

— Sólo decía... — se tomó el brazo nerviosa.

— De ninguna manera vamos a matar a una niña que no tiene la culpa de nada de esto. — dije tomando mis caderas. — Ya pensé una manera de deshacerme de los cuerpos y de toda sospecha. Los mortales son incompetentes y al no tenerlos registrados en su base de datos los darán por caso cerrado. — me encogí de hombros. — Claro que hubiera sido más fácil si no hubieras sido tan irresponsable. — gruñí.

— ¡Ya dije que lo siento! — se disculpó.

Me quedé pensando un momento y las ideas se me vinieron a la cabeza.

— Tienes razón, no es tan malo. — le sonreí y ella se introdujo en mi mente para ver lo que estaba tramando. Sus ojos se abrieron como platos y negó con la cabeza repetidamente.

—¡Eso sí que no, Verno! ¡De ninguna manera voy a hacerme cargo de una mocosa! — se sentó en el sofá de brazos cruzados. — No voy a perder mi valioso tiempo, y ni una palabra más.

— No vas a irresponsabilizarte ésta vez, Maye. — la tomé por los hombros y acerqué mis ojos a su cara retándola. — O a tu padre no le gustará saber que te acuestas con un mortal cualquiera.

(...)

— Sólo acelera ¡maldita sea! — empujé a Maye al asiento de copiloto y me metí al coche de Adán arrancando a toda velocidad y escapando de la escena.

Mi idea para desaparecer los cadáveres de los mejores amigos fue ponerlos en el mismo auto y meterlos a un lago cualquiera como si hubiera sido un accidente, lo cual no fue difícil. No lo fue hasta que unos mortales que pasaban casualmente por el bosque nos observaron a lo lejos y por obviedad Maye y yo corrimos con velocidad antihumana, pero Maye se adelantó al asiento de piloto y salió con la sorpresa de que no sabía manejar un maldito auto.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now