Capítulo 3

1.9K 197 13
                                    

¿Cuándo cambiarás hija mía?
No debiste hacer ese trato, cuando dijiste que de cualquier manera saldrías ganando, me decepcionaste por completo.

Aspiré hondo, y procesé sus palabras.

A pesar de que mi cuerpo estaba contaminado por un entr, seguía sintiendo lo mismo que la vieja yo sentía. Asmodeus seguía siendo mi apreciado padre y todas sus palabras se clavaban como dagas en mi corazón.

Padre, si no lo hubiera hecho, nunca hubiera terminado con Baruck. dijiste una vez que él era un estorbo en nuestro reino, fue por eso que le obsequiaste Saitor. Sólo dejé el camino despejado. Si el trato se rompía seguiría viviendo, y si no lo hacía pasaría lo mismo. Soy reina de Edom como lo ordenaste, a cualquier costo cumplí lo que mandaste.

Mi mirada seguía fija en la enorme puerta de cristal, que ahora era la nueva entrada al castillo.

No a éste costo, Verno.

Una brisa llegó, no tenía origen, lo sabía porque las ventanas estaban cerradas. Era mi padre desapareciendo de Edom y volviendo a dónde sea que fueran los demonios al morir.

Unos gritos rompieron mi aura de silencio y me volví rápidamente al calabozo, que es de donde provenían. Al avanzar a la boca de éste, unas súcubos salieron corriendo en ninguna dirección haciendo que tropezara y cayera al suelo. Me levanté gruñendo y con una velocidad de la luz baje hasta el fondo del calabozo.

Observé cómo las súcubos salían corriendo, me adentré a donde se encontraban las celdas y pude observar a Aroc luchando contra Jared. Emma no estaba en la celda.

Mis ojos se abrieron con impresión. Buscaba frenéticamente a la suprema, no se supone que debería de estar suelta, era un peligro para todos.

Todos los ángeles que anteriormente estaban en la celda luchaban con los demonios guardianes y con unas que otras súcubos furiosas.

—Mierda. — dije en voz baja y me volví a las escaleras subiendo como normalmente debería hacerlo.

Mi espada estaba ahora en mi mano y por mi costado subían unas sirvientas asustadas. Súcubos que no estaban entrenadas para pelear corrían por sus vidas.

Yo en cambio caminaba con tranquilidad absoluta para escuchar cualquier emboscada de Emma. Era obvio que venía a por mí y tenía que estar alerta.

Se escuchó la puerta del calabozo y miré atrás, gran error, cuando volví mi vista Emma volaba a toda velocidad hacia mí estrellándose conmigo y llevándome por el aire escaleras abajo.

La espada había resbalado de mi mano por el impacto que el golpe de Emma había provocado.

Emma me lanzó en los carritos donde servían la comida y esto me desconcentró por completo.

—¡No pierdan el tiempo! ¡Huyan! — gritó Emma a los ángeles que ya habían acabado con sus adversarios.

Gruñí y me levanté como pude de los carritos. Observé uno de los cuerpos de demonios y arrebaté una espada de los cadáveres.

Me acerqué sigilosamente a Emma y al parecer ella se percató, pues el rabillo de su ojo me observó para que su cuerpo reaccionará y envainara la espada poniéndose en posición de defensa.

Le sonreí de lado y la reté con la mirada.

— ¿Sabes? Yo perdí un hermano, pero salí ganando. — sentí la punzada que su corazón había sentido y eso alimentó mi poder. —¿Dónde está Zayd? ¿No pudiste defenderlo?

Sabía que el tema de su hermano haría que Emma perdiera el control, y eso era justo lo que quería, porque cuando la suprema estaba cegada por el odio, solía destruir miles de cosas, y sus fuerzas se agotaban conforme el tiempo transcurría. Lo único que tendría que hacer era, mantenerla ocupada por al menos 10 minutos y después sus fuerzas se perderían por completo.

Sus facciones se volvieron duras, sus ojos se oscurecieron y la espada en su mano emanó un brillo amarillo. Sonreí y preparé mi espada para atacar a Emma.

—¿Acaso murió por culpa de Baruck? — sonreí.

Emma gritó tan agudo que hice una mueca sin quitar mi posición. La suprema se abalanzó sobre mí y la esquivé fácilmente.

La sonrisa de mi cara no desaparecía y podía sentir todas las punzadas que su corazón mandaba. Le dolía todas las muertes de sus seres queridos, y en éste momento los estaba recordando todos, lo que la debilitaría rápidamente.

Sus ataques eran definidos y rápidos, me era difícil detenerla o esquivarlos, pero hacía lo posible por que no me tocara.

Emma lanzó su espada a la mía y chocaron, al no poder empujar con más fuerza su puño impactó en la comisura de mi boca haciendo que volara por los aires y cayera barriendo el suelo para después quitar mi pelo de la cara y observar a Emma suspirar cansada.

Sonreí de lado de nuevo y sentí el icor manchar mi boca. Sequé el líquido de mi boca con un movimiento brusco y suspiré. Faltaba poco y ella lo sabía.

— ¿Y Nerea? — sonreí de lleno sin mostrar los colmillos. — Es una pena que no haya muerto al instante, no sobrevivirá en el reino de Azazel.

El icor se marcó por la piel de Emma.

¿Era posible que después de la muerte de Baruck su creación siguiera en el cuerpo de Emma?

Era prácticamente imposible, y ya sospechaba que toda la fuerza que de repente adquirirá la proporcionaba mi hermano.

—¡Qué molestia! — susurré molesta. — Ni muerto puedes dejarme en paz.

Tomé mi espada con el filo hacia atrás y me preparé para atacar con la garganta de Emma como mi objetivo.

Cuando ya había cortado mi objetivo Emma ya no estaba dónde se suponía que debería de estar, sino que se encontraba volando y aterrizando sobre mí con un impacto tan fuerte que terminamos haciendo un enorme hoyo en el calabozo.

El castillo de Edom estaba construido sobre un panteón de almas de guerreros y reyes anteriores. Entre ellos mi padre, pero puesto que Baruck no era correspondiente al reino de Edom, quedaría en el limbo hasta que una persona llevara su alma hasta Saitor y así pudiera descansar en paz.

No podía permitir que las almas de los demonios reyes salieran de su descanso, porque sería un mayor problema que una suprema con todas las sangres en ella.

—¡Para! — grité encajando mis garras en los hombros de Emma. —¡Vas a romper la paz en todas las dimensiones! ¡Para!

Emma gruñó y en cambio me puso a mí arriba de ella para no seguir destruyendo el subsuelo y en cambio volar por el enorme túnel que Emma había creado con mi cuerpo de herramienta.

Al propasar el hoyo y empezar a romper los niveles que componían el calabozo, supe que tendría que volver a remodelar el castillo, pues en un momento estábamos atravesando el techo del mismo.

Emma hizo un giro de ciento ochenta grados y me tiró con toda su fuerza de regreso al castillo, esto iba a doler. Y seguramente haría un hoyo nuevo pero ya no tan profundo puesto que había una altura considerada.

Aroc, atrapa a la suprema. Es a la única que quiero. Con vida.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt