Capítulo 31

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Verno

No podía creer lo que mis ojos estaban viendo.

Su cuerpo emanaba el fulgor de nada más y nada menos que el poder completo del cielo sur, pudo alcanzar su máximo poder, había renacido cómo el ser más poderoso, incluso que un arcángel.

Mi respiración me abandonó por un leve momento, no podía pelear contra ella, las probabilidades de que yo ganara eran nulas, simplemente no podía.

— Verno... — llamó Maye observando detrás de nosotros.

Seguí su mirada y observé a mi reciente pareja, Jared observaba a Emma con ojos llorosos.

Bajé la vista creando un plan rápidamente; si usaba a Jared en contra de Emma ella podría dejar ir todo su coraje acumulado.

Observé a Emma lanzar un grito agudo que resonó en los oídos de todos los habitantes del reino. Mi vista viajó a Jared y corrí hacia él tomándolo por sorpresa y plantando un beso en su boca.

El efecto que mi beso causó lo llenó del fulgor verde jade que caracterizaba a Edom, su cuerpo poseyó todas las ventajas que el mío podía brindar, mi beso lo podía controlar como quisiera.

Emma arrebató mi cuerpo del suyo, me alejó de él mandándome contra los escombros y haciendo que mi cuerpo impactara con serias heridas.

Ordené a Jared sacar sus alas y atacar a Emma hasta que ella dejara de pelear, una vez con la orden en su mente ningún golpe la sacaría.

Cuando Jared se abalanzó contra Emma, todo se volvió negro para mí, pero sabía que estaba consciente, era parte del efecto de entregar mi poder.

Emma

Jared voló hacia mí con el fulgor verde quemando su cuerpo, parecíamos dos luces jugando a atraparse, no quería pelear contra él, pero él no descansaría hasta obedecer la orden de Verno.

Decidí darle frente al cuerpo de Jared y él se estampó contra el mío llevándome contra los escombros que estaban conformando la arena.

Golpeó mi cabeza contra el suelo y yo no respondí en mi defensa, sabía que si hacía algún daño en su cuerpo no desaparecería aunque tuviera el poder.

— ¡Jared! — le grité cuando su cara comenzó a salpicarse completamente con mi sangre. — ¡Ya basta! — él siguió estrellando mi cabeza contra el duro suelo.

En mi defensa y sintiéndome desfallecer, coloqué una patada en su estómago, la cual lo envió a estrellarse con el único muro que quedaba en pie.

— Lo siento... — dije exhausta y escupí sangre por la boca.

Volví mi vista hacia el frente y observé a una joven niña con un vestido verde jade de seda. Parecía la misma niña a la que Verno había llamado Phoebus, sólo que parecía mucho más grande.

Su mano portaba la espada de Verno pero su cara parecía pacífica.

Fruncí el ceño y me puse en pie observándola desde mi altura.

— ¿Por qué? — preguntó tomándome por sorpresa. — Has destruido el reino, has matado habitantes inocentes, has causado tragedias a Verno... ¿por qué? — sus ojos se cristalizaron avisando que quería llorar.

— ¿Yo? — fruncí aún más el ceño. — ¿Ella no te ha dicho lo que hizo? — observé su pequeña cara. — No es cómo si yo quisiera matarla, si nos hubiera dejado libres desde que terminé con Baruck nada de esto estuviera pasando.

— ¿Entonces por qué sigues con todo esto? — sollozó con las lágrimas saliendo de sus párpados. — ¿No estás viendo lo que causas? — talló sus ojos con una mano mientras que en la otra sostenía el mango de la espada.

— No lo causaría si ella no me provocara. — contesté obviamente.

— Entonces no dejes que te provoque. — contestó.

— Si no respondiera a sus ataques ella podría matarme. — me excusé.

— ¡Phoebus, cállate de una buena vez y mátala! — gritó Verno tratando de quitar una gran baldosa de sus piernas.

Observé a la niña quién apretaba sus dientes ante las palabras de su opresora, fue ahí cuando me di cuenta de que Verno la estaba manipulando, y de que esa joven era la misma niña que había conocido antes... La habían obligado a crecer por su propia cuenta.

— Hey, Phoebus... — me arrodillé para quedar a su altura. — No tienes que hacerlo si tú no quieres, yo no voy a atacarte porque realmente no tengo nada en contra tuya... Éste es problema de Verno y yo, tú no encajas en todo esto, no tienes por qué hacerlo. — fruncí el ceño al ver que las lágrimas salían por sus ojos.

— Pero Verno dijo que destruirán todo el reino y matarán a cada habitante... — sollozó.

— Sólo tratamos de defendernos. — repliqué. — Si esto es lo que dicta tu corazón, hazlo. — me enderecé quedando a unos metros de ella y viendo cómo su mente maquinaba.

— ¡Phoebus! — gruñó Verno quitando la piedra de uno de sus pies. — ¡Hazlo! ¡Te lo estoy ordenando!

Un gruñido provino de la joven que estaba frente a mí y se dió la vuelta encarando a Verno.

— ¡No me digas qué hacer! Si quieres matarla, ¡mátala tú! — soltó el mango de la espada y esta rebotó en los escombros. — No me obligues a manchar mis manos de sangre por causa tuya.

— ¡¿Causa mía?! ¡Es tu pueblo por quién luchas! Si no la matas ahora, ella va a acabar con todos nosotros. — gruñó Verno sacándose todo de encima.

— No, con todos no, sólo contigo. — contestó Phoebus en un susurro.

Verno se puso roja de la furia y con un rápido movimiento tomó la espada de la niña y se dirigió a ella.

— Hoy alguien tiene que morir, si no muere ella... Morirás tú. — tomó a la niña del cuello y la levantó por los aires.

En un arranque derribé a Verno y ella soltó a la niña, quién corrió despavorida a no sé dónde.

— ¿Por qué ella y no tú? — gruñí inmovilizando su cuerpo y apuntando la espada a su cuello.

Ella alzó su cuello al sentir el filo de la navaja acariciar su piel.

Derríbala...

El cuerpo de Jared se estampó contra el mío y me inmovilizó contra lo que quedaba del piso.

— ¡¿Qué haces?! ¡Suéltame! — le ordené quedando a centímetros de su cara.

Bésame...

Jared habló en mi mente y pude sentir cómo estaba atrapado en su propio cuerpo del mismo modo que yo lo estaba...

Verno lo iba a pagar caro.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now