Capítulo 18

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Había pasado ya una semana desde que el incidente del periódico dió lugar. Phoebus lo trató con total naturalidad, pero al ser descuidada con el expulsado que resultaba llamarse Sean, ahora sabía mi residencia temporal y sin contar que Phoebus lo había llamado novio mío.

Para guardar las apariencias y dejar al expulsado de mi lado le dije a Phoebus que era un amigo solamente, y Sean siguió el rollo para suerte mía.

— ¿Él sabe lo que eres? — me había susurrado Phoebus al ver que Sean no se extrañaba con lo sucedido.

Conforme los días transcurrían, Sean parecía entender los pensamientos de Phoebus y me decía el procedimiento con el que la niña procesaba las cosas y con ello, mi realidad.

Sean no era del agrado de mi prima, cada vez que cruzaban miradas se quedaban en silencio y después uno de los dos se alejaba del otro, era raro y aún no me atrevía a preguntar la razón.

En cierta forma era una ventaja tener a Sean de mi lado, puesto que así no tendría de que preocuparme si un expulsado descubría mi paradero.

Justo en este momento, observaba a Phoebus tocar el violín con demasiado sentimiento una melodía triste.

Sus rasgos eran demasiado delicados para tener tan sólo 8 años, era bellísima y en poco tiempo parecía haber cambiado su forma de ver el mundo.

Nos preocupamos el día que chillaba de miedo porque había visto un demonio merodear por las calles. Significaba que la marca obsequiada por mi padre estaba haciendo efecto, y le permitía ver las criaturas del inframundo y prontamente las del cielo.

Cuando Phoebus dejó de tocar el violín, observó el espejo frente a ella. Sus rasgos brillaron en torno al sol, mi vista se nubló y un destello se posó en ella. Era el mismo sol reflejando su futuro.

En mi visión se posaba una chica de unos 16 años observando su reflejo en el espejo con un violín en sus manos. Phoebus no era más una niña, su pequeño vestido rosa se había convertido en una hermosa toga color verde jade larga, y su pálida piel contrastaba con sus rizos largos rubios y sus ojos con un tono ámbar diferentes a los de ahora.

Ella se veía tan fuerte, segura de lo que hacía y sin embargo con toda la perfección que la inundaba, una corona se posó en su cabeza.

Fue ahí dónde supe que la visión era parte de mi padre.

Phoebus sería reina de Edom, y alegraría el corazón de nuestro reino.

Era sólo el pequeño detalle de que estuviera lista para viajar a las dimensiones demoníacas y todo quedaría en sus manos.

Maye me pegó con la rodilla y seguí su mirada a la puerta. En ella se encontraba Sean, esperando a que notara su presencia.

Me levanté de mi asiento saliendo de mi ensoñación y caminé en dirección a él.

— ¿Qué pasa? — dije cuando llegué a su lado.

Su vista estaba en dirección a Phoebus, quién había empezado otra melodía rápida.

— Los expulsados se dieron cuenta de que estás en el mundo mortal. — dijo sin ver mis ojos directamente. — Será mejor que no te expongas a lugares públicos. — observó mis ojos. — Y que cuides a Phoebus. Van a hacer de todo para herirla.

— ¿Quién se los dijo? — gruñí enojada.

— Hay un caído que sintió tu energía, oí que su nombre era Loss, te observa de cerca. — volvió la vista a Phoebus. — Y también a los de tu alrededor. Me temo que no podré quedarme mucho contigo o por lo menos, arriesgarme a que me vean contigo. Eso arruinaría tu plan, supongo.

Asentí comprendiendo que tendría que ser más cuidadosa con respecto a Phoebus, no podría estar al exterior por mucho tiempo sin arriesgar la vida de alguna de nosotras.

Observé a Maye una vez que Sean se fue.

Tenemos que robar toda la energía que podamos, no tenemos mucho tiempo.

¿Qué pasó?

Los expulsados saben que estoy aquí. Harán de todo para herirla y por tanto herirme. No me voy a arriesgar.

Pero Phoe aún no está lista...

Lo estará.

Los ojos de Maye me escrutaron, pero yo desvié la mirada hacia la pequeña niña que se veía muy concentrada tocando su instrumento.

¿Qué tengo que hacer, padre?

(...)

Edom

Emma

¿Un mes? ¿Unas semanas? No lo sé. Verno no daba ninguna señal de vida, sin embargo no entendía por qué había descuidado tanto su reino, en cualquier momento podíamos atacarlo hasta hacerlo cenizas. Pero eso parecía importarle poco, era como si Dios le hubiera hecho un favor al mundo y la hubiera borrado para siempre.

Ojalá fuera así. Los rumores sobre ella corrían por las paredes de su castillo.

Muchos decían que había encontrado algo poderoso, aún más que la propia familia Santderic, y eso me helaba la sangre.

Pero otros rumores decían que simplemente había dejado Edom por sus puros ovarios y ciertamente me beneficiaba.

Todos los ángeles habían recobrado ya sus fuerzas cuando acordamos no luchar más contra las cadenas y cada vez que soltaran éstas, simplemente fingiendo estar muy cansados, nos sentabamos en el suelo.

Pero no era todo, hacía unos tres días, las súcubos habían sido tan descuidadas que al primer intento Milton escapó por la ventana burlando cada demonio que se ponía en su camino. No sabía si había salido de Edom o si estaba bien, pero nuestra última esperanza era que pudiera mandar una señal para pedir refuerzos al cielo.

Observé la celda con demasiado sentimiento, me pregunté de un momento a otro cómo estarían Aine y Elián y me arrepentí por no haber podido despedirme de la forma correcta.

— Emma. — llamó Jared atrayendo mi atención a su ahora pálida piel. — Todo estará bien.

Jared apretó mi mano y una fuerte honda recorrió mi cuerpo llevando una punzada a mi corazón.

Una verdadera muestra de amor...

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now