Capítulo 45

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Verno

Mi boca se abría con impresión.

Era imposible.

Nerea no podía haber sobrevivido a Landimus, mucho menos con las fieras criaturas que ahí habitaban.

Y me causaba un problema mayor, uno innecesario.

Nerea sonreía en todo su fulgor en dirección a Emma.

Mis dientes se apretaron. Maye me observó desde su escondite con cierta expresión de un "te lo dije".

Un día, antes de Phoebus y de todos los problemas de la suprema, le conté a Maye lo que se había presenciado en el portal y las intenciones de mi hermano.

Maye estaba molesta por haber mandado de forma tan brusca a su padre de vuelta, sin embargo, una vez le expliqué la situación, me apoyó en querer cobrar mi venganza, aunque ella seguía pensando que no tenía razones suficientes para hacerlo.

Fue entonces cuando el silencio eterno se apoderaba entre nosotras y su mirada se clavó fijamente en mí.

— ¿Crees que siga viva? — me cuestionó leyendo mi mente.

— Probablemente no. Fue algo tan fácil librarse de ella, que no creo su muerte aún. — contesté viendo hacia otro lado.

— Nadie dijo que Nerea haya muerto. — Maye se burló sin mucho entusiasmo y rodeó mi cuerpo haciendo una pausa detrás de mí. — Cualquiera puede sobrevivir a los elementus en Landimus, tan sólo tienes que odiar a los demonios tanto como ellos y te brindarán su apoyo incondicional... — volvió a su lugar y me observó con detenimiento. — Es sólo una ocurrencia.

— Para poder sobrevivir a los elementus, primero tendría que sobrevivir a Azazel. — respondí con la mente maquinando.

— Querida, Azazel tiene mejores cosas qué hacer. Una vez que termina la invocación y sin importar el resultado de ello, se deslinda de toda obligación con él o ella. — Maye caminó hacia una ventana y observó hacia afuera.

— Confío en que ella no vivirá más. — observé la espalda de mi prima y ella leyó mi mente sin necesidad de voltear.

Maye volteó con un semblante serio.

— ¿Insinúas que yo vaya a buscarla? — ella se veía herida en el fondo.

De mi parte sólo recibió silencio.

— ¡Me estás jodiendo! ¿Acaso piensas que no tengo cosas mejores que hacer? ¡No voy a gastar mi tiempo en una estúpida ángel! — Maye se descontroló y despotricó. — De ninguna manera, Verno. — se acercó peligrosamente y me apuntó con su filosa uña. — No vas a controlarme como lo haces con todos... No soy otra de tus huecas súcubos.

— ¡Lo sé, Maye! — grité para que se calmara. — Si te considerara una más no te enviaría a hacer algo tan importante como lo es eso.

— Estás usándome de nuevo. — gruñó con lágrimas en los ojos.

— Claro que no, Maye... Quiero pedirte un último favor. — dije tratando de calmarla.

Me observó y golpeó mi hombro al avanzar.

Ella estaba enojada, pero sabía que no me dejaría sola.

Es la última vez, Verno...

— Cállate. — dije en voz baja en dirección a Maye.

No hay razón para estar enojada, Verno.

Maye había ido a Landimus a revisar algún rastro de Nerea o siquiera su cadáver en cualquiera que fuese el caso, pero al no encontrar nada lo único que temía era que estuviera viva.

Emma tenía​ lágrimas ridículas en sus ojos.

Todos los ángeles observaban a Nerea con impresión, pero ella tenía un sólo objetivo y yo sabía exactamente cuál era.

— Estoy feliz de volver a casa. — anunció en un casi grito para romper la tensión de muchos de nosotros. — Y estoy siendo un tanto grosera al no traer un regalo de cortesía... — se tocó la barbilla simulando una reflexión. — ¡Ah no, lo olvidé! — sus ojos viajaron hacia a mí con un semblante tan serio que daba miedo. — Claro que los traje... Pugnare mihi.

El suelo tembló una vez más y algunas de las casas de alrededor se derrumbaron en su totalidad.

Temía de lo que Nerea fuera capaz, pero estaba segura que un demonio no era.

El pentagrama que Azazel ocupaba en su totalidad fue agrietándose hasta dejar un espacio entre los pies de Nerea y deteniéndose al llegar a centímetros de los pies de Emma.

Un silencio eterno se plasmó en todo el ambiente.

Sudaba, por primera vez en la vida estaba nerviosa por mi muerte.

La grieta que había hecho su presencia fue chupándose para abrir un gran espacio y lanzar un cortante fulgor.

Todos nos hicimos para atrás, todos excepto Nerea.

No me digas que...

Maye observó con impresión el nuevo portal que había surgido y habló en mi mente.

¡Joder, Verno! Estás muerta.

Se burló sin cohibiciones y eso tan sólo me hizo sentir aún más nerviosa.

— Y éste regalo es especialmente para tí. — Nerea llamó mi atención con su espada.

No era normal, era imposible.

Su espada tenía cuatro fulgores de diferentes colores.

Rojo, Ignis.

Azul, Aqua.

Verde, Terra.

Gris, Ventus.

Y los elementus hicieron su presencia detrás de Nerea, reconociendo a su líder.

Estoy muerta.

Verno, el surgimiento de un demonio (Saga Genus #2) Where stories live. Discover now