10. Límite filoso.

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¿Qué está sucediendo?

¿Cómo terminé en esta situación?

Mis labios están tiesos, y mi cuerpo se paraliza. No puede estarme besando... no... esto está mal. Mi primer beso no puede estar dándomelo él...

Sus movimientos son suaves y cariñosos. Los labios me tiemblan, y tengo nudos en mi cabeza y en mi estómago. Debo detenerlo... quiero hacerlo, pero no puedo. Mi cuerpo no reacciona. ¿Por qué? Sin tener posibilidades de quitármelo de encima, permito que me bese, que viva en su fantasía un poco más. No puede estarme besando un extraño. Sigue siendo un extraño para mí... no me ha dejado saber nada acerca de él.

Mis pensamientos se nublan, y poco a poco mi cuerpo se relaja. Un calorcito agradable se extiende por todo mi cuerpo, y mis párpados se cierran lentamente. Me besa suave y sin prisas... y por un momento, por mi mente pasa el deseo de que Alex bese a Blair... no a Melanie...

«¡NO!»

Me aparto de él bruscamente, y ruedo por la cama hasta que caigo al piso. Me doy un golpe en la cabeza, y todo me da vueltas. Las manos me tiemblan violentamente, mi corazón palpita como loco y mis ojos se humedecen. Esto no puede estar pasando... lo he arruinado todo. ¿Cómo voy a curarlo si... si lo he besado...?

Es ridículo que a mis veintidós años no hubiera dado mi primer beso, pero... no esperaba obtenerlo así. ¿Qué pensará de mí cuando se dé cuenta de que no besó a Melanie sino que me besó a mí? El interior de mi estómago se retuerce y da vueltas como lavadora. No debí intentar sacarle información. Pensó que yo era Melanie, su amor; en cierta forma era obvio que esto pasaría. Me confié, y no sé qué hacer para remediarlo.

— Melanie...— lo escucho susurrar de nuevo. Me quedo agachada hasta que deja de llamar su nombre, y su respiración se vuelve lenta y acompasada. Asomo la cabeza lentamente, y lo encuentro dormido.

No quiero acercarme a él. No quiero que vuelva a hacer algún otro movimiento, creyendo que yo soy Melanie. A pesar de que quiero salir corriendo, me contengo. Sigue enfermo y no puedo dejarlo abandonado. Dije que me quedaría hasta que su fiebre bajara, y es lo que pienso hacer. Paso un par de minutos escondida, y cuando siento que es seguro salir lo hago. Me acerco a él, titubeante, y me siento de nuevo en el borde de la cama. Lo he arruinado... no debí aprovecharme así. Aunque fue él quien me besó, me siento como alguna clase de violadora.

Durante los minutos siguientes, limpio el sudor de su frente y cuello, y cambio el paño de su frente. No siento la misma seguridad de antes. No quiero estar cerca de él. Todo mi interior se revuelve con tan solo verlo. Me siento insegura y vulnerable. No me gusta sentirme así. Pero a pesar de eso, cumplo con lo que dije y me quedo con él durante bastante tiempo. A medida que pasan los minutos, mi nerviosismo comienza a disminuir. Cuando me he calmado por completo, me acerco cuidadosamente a él y le doy la pastilla para la fiebre. También acerco el vaso de agua a su boca, y él logra tragarla con dificultad.

A la una de la mañana, su fiebre finalmente ha bajado. Está dormido profundamente, y su respiración es más acompasada. Busco una cobija y lo arropo. Y finalmente me voy a mi habitación y me acuesto a dormir con la mente más enredada que nunca.

Cuando le llevo el desayuno la mañana siguiente, me encuentro más nerviosa de lo que jamás había estado. Para mi suerte está sumido en un profundo sueño, pero ahora el estar cerca de él incluso dormido hace que una revolución francesa se lleve a cabo en mi interior. Me siento culpable. ¿Cómo pudo pasar algo así? ¿Por qué no lo evité? No debí intentar aprovecharme de su estado para sacarle información. Si le hubiera dejado en claro que yo era Blair desde un principio, nada malo habría pasado. Pero como siempre, mis decisiones me llevan a lugares inesperados.

Corazón de papelWhere stories live. Discover now