18. Lo que hace falta.

5.9K 621 59
                                    


Canción en multimedia: Hello - Adele


— ¡Déjame en paz, mierda!

—Te has vuelto a cortar—el aire se me escapa de los pulmones. Sus muñecas están encharcadas en sangre. Ha aprovechado que no he estado pendiente de él en las últimas veinticuatro horas para hacer esto.

Corro al baño y agarro la cajita roja del botiquín con torpeza. A pasos agigantados regreso a la habitación, y me agacho al lado de la cama.

—Siéntate—le pido.

— ¡Que me dejes en paz! —ruge dando un manotazo al aire.

— ¡Y yo te dije que te sientes! —grito en el mismo volumen.

Esconde sus muñecas de mi vista. Es como un niño caprichoso y malcriado. Me siento al borde de la cama, y forcejeo con él hasta que tengo una de sus muñecas en mi poder. Él esconde su cabeza bajo la almohada. Solo quiere desaparecer, pero es un deseo que no permitiré que se cumpla mientras esté aquí.

A veces se comporta como un infante. Entonces entiendo por qué no le tengo miedo. Entiendo por qué, a pesar de ser intimidante, no me siento intimidada. Es porque lo veo como un niño caprichoso que solo quiere que las cosas salgan a su manera. No lo veo como un adulto furioso y aterrador. Lo veo como un adolescente en plena pubertad que cree que con gritos logrará todo lo que desea. Y eso es lo que precisamente estaba haciendo con Alice y todos los demás. Pero cuando llegué yo, todo cambió y se está estrellando contra una gran pared de ladrillo.

—Por favor vete...—ruega con la voz entrecortada mientras sigue escondido en su caverna de almohada. Eso me sorprende, pero a la misma vez me confirma que no estoy tomando la decisión equivocada. Alex tiene corazón y sufre, aunque no quiera demostrarlo. Solo intenta ocultarse tras una enorme muralla, que para información de él, puede ser tan resistente y fuerte como parezca, pero se puede derribar.

—No—unto un trozo de algodón con alcohol y lo paso por su herida. Se sobresalta.

— ¡Duele! —intenta zafarse, pero me aferro a él con fuerza.

—El dolor pronto pasará—le digo mientras sigo con mi labor. No dejaré que siga haciendo esto. Es una aberración. Solo tiene veinticuatro años, tiene mucho por vivir, muchas cosas por hacer... no dejaré que se rinda.

—No sabes nada del dolor—refuta fríamente.

—Te equivocas—respondo en modo automático, con la mirada fija en su herida. Sigue soltando quejidos de dolor, pero no se resiste.

— ¿Te duele? —pregunto mientras paso el algodón por su herida. Ese recuerdo ha bajado mi estado de ánimo de un golpe.

—Algo—responde con voz apagada pero atenta. Me sigue mirando.

Parpadeo. ¿Qué me mira? Normalmente sus ojos no están posados en los míos durante tanto tiempo, y menos con una chispa diferente a la ira o al desespero.

— ¿Sucede algo? —pregunto. Ante eso, esconde su cabeza de nuevo en la almohada, soltando un bufido que vuela por el aire suavemente. Sonrío. Es como un niño, sin duda. Sigo limpiando sus heridas, pero no puedo borrar la sonrisa de mi cara mientras estoy en mi labor.

Cuando tomo la otra muñeca, se resiste, pero finalmente logro arrebatarla de su poder. Ahí sí que se me borra la sonrisa. Me duele que se haga esto. Es como si sus cortadas me las estuviera haciendo a mí también, y no lo entiendo. Me siento un poco identificada con Alex, tal vez porque es el reflejo de cómo habría terminado yo si hubiera decidido rendirme.

Corazón de papelTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang