49. La sombra bajo la luna.

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— ¡Estás muerto! ¡Te mataré por esto!

Alex ríe a carcajadas mientras camina conmigo cargada en su hombro. Intento liberarme, pero es inútil, sin contar que si lo logro, me daré un golpe contra el suelo.

—Alex... ¡bájame ahora!

—Solo estoy haciendo un servicio comunitario—comenta cómico—. Sabrina necesitaba de mi ayuda para sacarte de allí. Estoy haciéndole un favor.

— ¡¿Entonces por qué no me bajas?! ¡Ya estoy afuera!

—Hmm... no. Creo que daré un par de vueltas por la piscina contigo en mi hombro, para que todos tengan una vista de tu trasero.

¡¿Qué?! ¡No!

— ¡No me provoques, Alex! —grito, y forcejeo aún más contra él.

Se detiene, y comienza a luchar para agarrarme bien. Poco a poco logro zafarme de su agarre, pero justo cuando estoy a punto de lograrlo, me vuelve a sujetar firmemente.

— ¡Blair, quédate quieta! ¡¿Quieres darte un golpe contra el suelo?!

— ¡Mi trasero es mío! ¡No quiero que nadie lo vea! —grito, luchando para escapar.

Alex reanuda su andar. ¡No! ¡No quiero que todos me vean así! Si pudiera escaparme, podría ir al cuarto y... ¡¿Por qué me puse este maldito vestido de baño?! ¡Preferiría quedarme sin meterme a la piscina!

— ¿Entonces para que te pones ese vestido de baño? El negro resalta tus curvas.

—No dijiste eso... —farfullo— ¡Suéltame ya!

— ¡Oye Reed! —le oigo gritar. Esto tiene que ser una broma— ¡Mira el trasero que secuestré!

Reed rompe a carcajadas, y me tapo el rostro con las manos, como si así pudiera ocultarme de alguna manera.

— ¡Uh! ¡Que sexy! ¡Dale una palmada!

¡¿Qué?! ¡No!

— ¡Atrévete y-! ¡Auch! —respingo cuando siento una palmada en mi nalga. ¡¿Cómo se atreve?! — ¡Ahora sí estás muerto!

Ambos ríen a carcajadas, y hago una nota mental para matarlos a ambos mientras duermen. Alex reanuda su andar, y yo sigo luchando para poder soltarme. Le oigo mostrarles mi trasero a algunos chicos mientras camina por los alrededores de la piscina. Pero entonces me empiezo a marear. La sangre se me acumula en la cabeza, y el alrededor me da vueltas. Mis brazos caen flácidos hacia abajo, y dejo de patalear. Simplemente dejo que me cargue como a un bulto de papas.

Ah... el piso da vueltas.

Alex ríe.

— ¿Qué? ¿Ya te rendiste tan rápido?

No respondo. Estoy mareada.

Su andar se detiene.

— ¿Blair?

— ¿Sigues dando vueltas mientras exhibes ese trasero? —escucho a Reed reír—. No te extrañes si luego muchos hombres comienzan a acosarla.

Cierro los ojos mientras Alex me baja. Intenta dejarme de pie, pero caigo sentada en el piso por culpa del mareo. Todo me da vueltas. Me llevo la mano a la frente, mientras mantengo la cabeza agachada. Siento que si la alzo, voy a marearme aún más.

—Creo que mantuviste su cabeza hacia abajo mucho tiempo, amigo—comenta Reed—. Está mareada. Mejor tráele un vaso de agua.

Solo soy consciente de las vueltas que da mi cerebro, y así permanece durante varios minutos, oscuro y mareado, hasta que poco a poco comienzo a ser consciente. Al abrir los ojos, el mareo se dispersa poco a poco, pero aun así no alzo la cabeza.

Corazón de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora