34. Amenazas inminentes.

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Canción en multimedia: All of me - John Legend


Cynthia insistió en no hablar conmigo sobre el tema hasta que llegáramos al apartamento. Accedí, pero no pude dejar de comerme las uñas durante todo el camino. Necesitaba saber. Necesitaba saber con urgencia, y esos veinte minutos se me hicieron tortuosos. Así que cuando finalmente Cynthia reposa su trasero contra el sofá de la sala, me siento frente a ella, ansiosa por respuestas.

Me contó que Sabrina vendría a verme pronto, pero no me dijo nada más. Y aunque me alegra la visita de Sabrina –sea cuando sea que pase-, tengo otros asuntos más importantes en la cabeza.

Robert, por otro lado, parece cauteloso.

— ¿Y bien? —pregunto.

Cynthia me sonríe, y lo primero que dice es:

—Te extraña.

Por dentro doy un salto de la impresión, y de inmediato mi mente saca a colación las mil y un razones que contradicen esa teoría. No, eso no puede ser cierto.

— ¿Él te lo dijo? —pregunto con miedo.

—Pues... algo así. No lo dijo con esas palabras.

—Cuéntanos desde el principio—pide Robert— ¿Qué pasó en el momento en el que entraste en esa habitación?

Lo que quiere saber es si Alex la lastimó de alguna forma.

Cynthia se lleva un dedo al mentón, intentando recordar.

—Veamos... recién entré, lo primero que encontré fue esto. Tal vez tu podrías saber lo que es, Blair. —Cynthia se lleva una mano al bolsillo y saca unos pequeños trozos de vidrio rojo—. Parece que era algo pequeño.

Mi mente conecta. Le arrebato los trozos de las manos. Trozos pequeños, de un color rojo cristalino. Se me estanca el aire en el pecho, y tengo que obligarme a recordar como respirar.

Es el colgante. Pero, ¿por qué está roto? Alex guardaba esta cosa como si se tratara de su propio corazón. Sólo él podría haberlo hecho pedazos. Pero, ¿por qué?

—Al principio Alex se mostró reacio a hablar conmigo—cuenta mientras me mira—. Al principio me gritó, pero no me tocó. Cuando vio que no tenía intenciones de irme, me preguntó quién era. Por suerte no le dije mi apellido, o te habría puesto en evidencia.

Asiento en agradecimiento. Es verdad que no había pensado en ese pequeño detalle.

—Le dije que me enviaba la persona del corazón de papel, y cuando lo tomó se veía aún más confuso. Le prometí que lo que habláramos sería secreto y que no saldría de las cuatro paredes de esa habitación. Entonces me senté a su lado en el sofá.

— ¿En el sofá? —la interrumpo —¿No estaba tirado en la cama?

Cynthia me mira confusa.

—Uhm, no. Cuando entré estaba sentado en el sofá, mirando hacia la ventana. Y déjame decirte que no se veía tan mal para ser un hombre que no quiere vivir.

Casi sin aire en los pulmones, pregunto:

— ¿A... a que te refieres?

—Bueno, ya sabes. Estaba bañado, olía bien y tenía su cabello bien arreglado. Por lo general a las personas que pierden la esperanza en la vida no les importa esas cosas.

Se me estanca la respiración. Se está recuperando, lo que significa que ya no me necesitará.

— ¿Y...Y luego? —pregunto con temor.

Corazón de papelWhere stories live. Discover now