16. Luz oscura.

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El reloj de la pared indica que son las cuatro de la mañana.

No se escucha un zumbido alrededor. No se escucha nada, ni siquiera el pasar de las moscas. Lo único que escucho es el llanto de Sabrina, que se desploma una vez más sobre su propia realidad. Yo estoy más impactada que ella. Nunca me lo imaginé: que la fuerte y determinada Sabrina fuese en realidad una noble y frágil prostituta. Todo lo que he conocido acerca de ella durante el tiempo que la conozco, no ha sido nada más que una máscara.

— ¿Q-Qué...? —balbuceo, sin saber que más decir. Su llanto aumenta, y comienzo a preocuparme de que alguien se despierte debido al ruido—Shh, no llores tan fuerte, despertarás a Alice.

Intenta ponerse bajo control, pero eso solo la hace ver como una niña indefensa. Sacudo la cabeza de un lado a otro. Es contradictorio. Ver así de rota a una persona de la que tenías una imagen fuerte y determinada me produce una extraña sensación de contradicción. Y por supuesto, su revelación solo hace que mi mente colapse más.

—Déjame ver si entiendo— digo, con un tono más demandante de lo común—. Todas las noches, tú haces... eso... ¿Por dinero?

Ahora entiendo por qué todos en la academia la miraban de esa forma. Lo más seguro es que se haya descubierto su secreto. ¿Dónde estaba yo cuando pasó todo eso?

Ah sí, con el señor suicida.

Me parece aberrante que las personas entreguen algo tan valioso como lo es una parte de su ser solo por dinero, pero a pesar de eso sé que muchas prostitutas no escogieron estar donde están. Fueron obligadas a ello, o simplemente no tenían más opción. Por eso, me intrigan las razones que pudieron llevar a Sabrina a ese extremo, y a la misma vez me estoy preguntando cómo voy a ayudarla. Porque algo es claro, no puedo dejarla así. Pero, ¿Qué poder tengo yo?

— ¿Po-Por qué...? —pregunto, algo aturdida. No la juzgo. Solo quiero saber el por qué.

Entre lágrimas abre la boca para explicar, pero su llanto gana. Será mejor que se vaya a dormir. Como no sé dónde queda su casa y existe la posibilidad de que quede en la otra punta de la ciudad, lo mejor será que se quede a dormir aquí. ¿Pero en dónde? No estoy segura de en donde quedan las habitaciones de invitados.

La única habitación en la que podría quedarse es en la habitación de Alex. Podría quedarse ahí, pero tendría que ir a mi habitación por la llave. Sabrina se encuentra en un completo shock emocional, y no es necesario ser un genio para saber que por esta noche no dirá más. La tomo de la mano y la levanto de la silla.

—Vamos. Esta noche te quedarás aquí.

Consciente de mi posición como niñera, ella me mira con ojos bien abiertos y dice:

— ¡N-No! ¡De-De ninguna manera! No quiero traerte problemas con tu jefa... —solloza con lentitud, calmándose un poco.

Le doy una sonrisa.

—Me encargaré de Alice después. No te preocupes por eso. Pero mañana quiero saberlo todo, ¿de acuerdo? Y no quiero que huyas de mí.

Asiente con los ojos rojos e irritados. Me remuevo en mi sitio. No me gusta verla así.

—Vamos—le indico, y ella se levanta de la silla con el aura por los suelos. No la sostengo, la dejo caminar sola mientras nuestros pasos resuenan por la silenciosa casa. Caminamos por los oscuros pasillos, siendo guiadas por la linterna de mi teléfono.

Tomo aire al llegar frente a la puerta de mi cuarto.

—Espérame aquí un momento.

Sin esperar su respuesta, abro la puerta sigilosamente y me adentro en la habitación. Alex no produce ninguna clase de sonido, solo logro ver su cuerpo tendido sobre la cama. Enciendo la linterna con cuidado de no darle a Alex en la cara, y me dirijo hacia la mesita de noche. Tengo que guardar la llave en otro sitio, está muy cerca de Alex y conociéndolo, si se entera que es la llave de esa habitación, la tirará y se encerrará. O tal vez no lo haga, sigo teniendo la tiara, pero prefiero no correr riesgos.

Corazón de papelOù les histoires vivent. Découvrez maintenant