32. Trozos arrugados.

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Los sonidos guturales de Colin tragando es lo único que se puede oír. Reed se ha quedado estático. No me siento mal por lo que acabo de decir. De hecho eso es lo que siento: temor. Pero no sabría identificar qué clase de temor es. Todo en mi mente está desordenado, y por más que intento ordenar mis pensamientos no parece funcionar.

— ¿Te hizo algo? —pregunta, comenzando a alarmarse.

—No, no, no me hizo nada... —«además de tratarme horrible», quise decir —. No es ese tipo de miedo... es sólo que...

No sé cómo explicarlo. Todo es tan confuso, y a la vez desesperante. Quisiera que las cosas fueran más sencillas para Alex y para mí. Después de todo el tiempo que llevo intentando curar su alma, no he logrado demasiado. Sólo se preocupa por mí cuando me hace daño físicamente, y hemos hablado sin tensión un par de veces además de las veces en las que lo he abrazado en contra de su voluntad. Pero fuera de eso, ¿Qué más? No he hecho nada, lo único que he logrado ha sido enamorarme inútilmente de él. Su corazón le pertenece a Melanie, y me lo ha demostrado con cada día que pasa encerrado.

Me gustaría saber que piensa, pero no puedo leer sus pensamientos. No me deja saber nada de él. No me deja entrar a su corazón, no me permite hacer el intento de sanar sus heridas. No toma la mano que le ofrezco. Me pregunto si en algún momento le importé aunque fuera un poco. ¿Por qué las mujeres tienen que enamorarse de los hombres menos indicados?

—Oye, Reed, ¿Qué tiene que ver esta chica con Alex? —pregunta Colin, limpiando los restos de pizza de su cara. Lo miro, perpleja. ¿Conoce a Alex? — ¿Qué? ¿Acaso ya superó a Melanie?

La sola mención del nombre de esa chica me duele, y no sé por qué. Tal vez por el hecho de saber que el corazón de Alex aún le pertenece a ella, a pesar de estar muerta.

—No es su novia. Es su niñera.

Colin se queda estático. En vez de echarse a reír como cuando Reed se enteró, se paraliza por completo. De hecho, casi podría jurar que el miedo emana de sus poros. El nerviosismo se ha apoderado de cada parte de su cuerpo. Me mira de arriba abajo, con un brillo extraño en su mirada, como si me analizara.

—Ehh... ¿entonces es ella?

Reed alza una ceja.

— ¿La conoces?

— No, para nada. —Alza las manos frente a él y se encoje de hombros, despreocupado. Sin embargo, es lógico que solo intenta aparentar indiferencia —. Solo... solo que no pensé que Alex estuviera tan grave, es eso.

Reed suspira.

—El poder del amor, amigo. Pero esa perra de Melanie no se lo merecía, no después de todo lo que le hizo.

— ¿Qué le hizo?

Mi reacción es veloz. A pesar de toda mi tristeza, parece que el preocuparme por Alex sigue como prioridad en mi lista.

Reed alza una ceja y me mira. Lo sé. Soy patética.

—No me preguntes eso. Sabes que Alex no quiere que lo sepas —agacho la mirada. No puedo culparlo, no confía lo suficiente en mí —. Además no deberías preocuparte por él ahora cuando es claro que algo te hizo.

—Yo...

—Más bien dime, ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué estás aquí? ¿Acaso vives en este edificio?

Respiro hondo y le cuento todo lo sucedido desde su última visita. Todo desencadenó a partir de esa vez que Reed lo visitó y hablaron de Melanie. Mirándolo desde otro punto, la culpa de lo sucedido es de él. Pero también es culpa mía. Si hubiera notado el mal estado de Alex antes de tiempo, él no habría terminado en el hospital. No puedo echarle la culpa a Reed, porque sé que él no es el responsable.

Corazón de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora