30. Fin del juego.

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Ya es de noche. Alice se encuentra con Alex, quien no ha despertado todavía. Quiero entrar a verlo, pero sé que con Alice allí dentro me será imposible. Por ahora solo éste momento importa. Cuando Alex se mejore y volvamos a casa, recogeré mis pertenencias y me marcharé. No sé qué voy a hacer, imagino que tendré que dormir en el parque por un tiempo mientras consigo un trabajo para pagar una habitación, ya que Alice nunca llegó a pagarme. No me apetece dormir en el parque, pero en medidas extremas puede que no tenga más alternativa. En cuanto a Alex, seguiré visitándolo a diario, no me importa si tengo que entrar a escondidas a su enorme casa infestada de seguridad. No voy a permitir que retroceda en su condición de hombre suicida después de todo el avance que ha logrado. A pesar de todo, no pienso dejar que se hunda. Sé que debería estar muerta de miedo por lo que tendré que enfrentar cuando regrese a esa casa, pero por ahora lo único que quiero es entrar a verlo.

Me pongo de pie cuando Alice sale de la habitación seguida de una enfermera.

—Mala suerte, Blair —dice—. Las visitas por hoy han terminado.

Miro a la enfermera suplicante, y ella solo se encoje de hombros. Entonces tiene razón. De repente entiendo. Alice ha estado acaparando todo el tiempo de visitas para que yo no entrara a ver a Alex. Por lo general eso no se puede hacer, pero ella tiene poder. Y eso es algo que yo no tengo.

Alice se marcha por el pasillo después de dirigirme una mirada desdeñosa. Me giro hacia la enfermera con ojos suplicantes.

— ¿Ya despertó? —niega con la cabeza.

Siento las lágrimas acumularse en mis ojos. Me siento cansada y emocional, y a pesar de que quisiera irme a descansar y olvidarme de toda esta pesadilla, no quiero separarme de Alex. No quiero dejarlo aquí solo.

— Por favor, déjeme verlo, se lo suplico.

—Lo siento —dice con una mirada de disculpas —. Son las ocho en punto, el paciente debe descansar.

—Por favor, aunque sea solo un minuto—ruego.

La joven enfermera se muestra indecisa y mira a ambos lados antes de suspirar.

—Está bien. Se nota que él es importante para ti, así que te dejaré entrar. Pero si algo, yo no sé nada.

La lleno de agradecimientos y ella me deja pasar. Probablemente se meterá en problemas si se sabe que me dejó entrar después de la hora, así que se lo agradezco infinitamente. No pierdo el tiempo y entro a la habitación, encontrando a Alex en el mismo estado deplorable en el que lo vi la última vez. La enfermera cierra la puerta tras de mí y nos deja solos.

Me siento al borde de la cama, y mis dedos se cuelan rápidamente en su cabello. Lo acaricio con lentitud, con cariño. Sé cuánto le gusta que lo haga.

—Pronto te sentirás mejor—murmuro—. Pero no puedes seguir así. No... no después de que yo no podré estar ahí para ti.

Merezco haber sido despedida, y cierro los ojos con la culpabilidad invadiéndome. Todo esto es mi culpa. Mantengo los ojos cerrados por unos segundos, perdiéndome en el tacto de su cabello contra mis dedos y en la tranquilidad que emana su cuerpo dormido.

Cuando abro los ojos, un par de ojos marrones me miran con cansancio. Oh Dios mío.

—Esa mano... —murmura con voz pastosa.

—No... no hables—ruego, inclinándome hacia él —. Aún estás muy débil.

La emoción me invade. Por fin ha despertado, y siento ganas de llorar de alegría. Gracias a Dios está bien. Gracias a Dios.

Corazón de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora