¿Quererlo? No lo sé.

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Observaba por la ventanilla del coche como el sol se marchaba sumiendo en la oscuridad los prados que rodeaban mi nuevo hogar. Me preocupaba lo que pudiera encontrarme en aquella pequeña villa de Florida, ya había estado allí un montón de veces en verano pero nunca me había planteado vivir allí.

Mi padre conducía a mi lado, era un hombre alto, de tez blanca, su cuerpo estaba bastante trabajado (iba al gimnasio tres veces a la semana), en resumen que no estaba mal para ser un hombre de casi 50 años. A lo largo de estos dos últimos años multiples arrugas habían aparecido en su rostro debido al estrés. Su trabajo de vicepresidente de una gran empresa de transporte le había dado muchos problemas y, además, el divorcio le había hundido aún más en la miseria. El viaje había sido bastante silencioso, 8 horas sentada al lado de un hombre hablando por telefono cada dos por tres y resentido por que no quería que me fuese a vivir con mi madre y Tyler, mi hermano mayor. Como podéis imaginar el divorcio no salió muy bien y cada uno se quedó con un hijo, una elección bastante mala en mi opinión. Solo los veía en verano que era cuando yo solía visitarlos. Mi hermana mayor, Kate, se había librado de todo esto porque en cuanto todo empezó a ir mal se marchó a la universidad. Hablaba con ella cada poco ya que teníamos el WhatsApp para comunicarnos. Era mi más fiel confidente y la mejor consejera del mundo aunque tuvieramos pensamientos diferentes. Hubo un tiempo que estuve enfadada con ella por como huyó de la situación pero hace unos meses lo arreglamos.

Las casas blancas con el techo de losa empezaron a aparecer en el paisaje indicando que estabamos entrando en la villa, hacía dos años que no la visitaba pero no había cambiado en nada. Pronto llegamos a la casa de mi madre. Era una casa de dos pisos, blanca y con el tejado de losa, en su fachada había ventanas cubiertas con contrachapado y una doble puerta de roble con adornos florales tallados en la madera.

- Bueno, - dijo mi padre en cuanto aparcó delante de la casa - todavía puedes cambiar de opinión y venirte conmigo a Canadá.

No quería ir con él a Canadá, decía que era un viaje de negocios pero yo sabía que había algo más. Sabía que tenía una relación con una compañera de trabajo y seguro que estaba tan entusiasmado por ir para estar con ella y pasaba de fastidiarle el plan.

- No papá, no voy a cambiar de opinión - dije mientras abría la puerta del coche.

Mi padre también se bajó, me ayudó a sacar mis maletas del maletero y nos encaminamos hacia la puerta por el pequeño camino de piedras que recorría el jardín delantero de la casa. La puerta se abrió segundos después de llamar al timbre y tras ella apareció mi madre con esa gran sonrisa que yo adoraba.

- ¡Mi niña! - gritó mientras nos fundiamos en un gran abrazo - no sabes cuanto te he echado de menos, ¡y que mayor estás!

- Yo también te he echado de menos mamá - susurré mientras deshacíamos el abrazo.

- Hola Alison - dijo mi padre incomodo.

- Hola George - dijo mi madre con un tono seco.

Me volví hacia mi padre para despedirme.

- Bueno papá, espero que te vaya bien en esa reunión - dije animandolo.

- Tú tranquila, sabés que puedes volver cuando quieras ¿verdad?.

Asentí, antes de comenzar el viaje esta mañana me lo había repetido mil veces.

- Vale, entonces yo ya me voy - dijo George con una sonrisa triste - la casa va a estar muy vacía sin ti pero podré soportarlo.

- Se que podrás, te quiero - le dije miestras le abrazaba.

- Yo también te quiero Zoe - dijo con la voz quebrada.

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