¿Solo los míos?

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Me iban a matar, eso ya había sido bastante pero en ese momento pensé que no podía ser peor. Ese hombre baboso me miraba con el cinturón desabrochado.

Por lo menos no morirás virgen, dijo mi subconsciente. Intentaba quitarle hierro a la situación pero era imposible.

El hombre se acercó a la cama donde estaba tendida y de dispuso a tumbarse encima mío. Fui rápida y antes de que llegara a inmovilizarme mi puño salió disparado hacia su cara sin mucho éxito. Agarró mi brazo y lo colocó por encima de mi cabeza. Estaba perdida.

- Eres una chica mala - susurró en mi oído.

Sollocé cuando se tumbó encima, me obligó a abrirme de piernas donde se colocó y habló muy bajo.

- No te dolerá si no te resistes. Dime, ¿eres virgen?

Bajó sus rechonchones labios a mi cuello y comencé a llorar. Yo no quería con él, no quería que el se llevara mi virginidad, prefería morir como una monja antes que eso ocurriese.

- Para, por favor - supliqué.

Ignoró mis ruegos y sus manos ásperas bajaron hasta mis pantalones. Agarró la cintura de goma y comenzó a bajarlos. Sus labios buscaron los míos pero me aparté rápidamente y lo empujé con las manos en el pecho.

- No te resistas - dijo enfadado.

- No, por favor - susurré empujándolo más lejos de mí.

- Te lo advertí.

Con una mano retiró las mías de su pecho y la otra impactó en mi mejillas haciendo que mis sollozos aumentarán de volumen.

Volvió a lo que estaba haciendo y yo me rendí, no podía hacer nada. Me dejaría llevar y lo haría con él (con algo de resistencia y asco) porque ¿para que resisitirse? En cuanto papá cediera y les diera el dinero Tyler y yo estaríamos muertos. Un escalofrío recorrió mi espalda, no podría mirar a Tyler a la cara después de esto y él se sentiría culpable por no haberme protegido como prometió.

Mis pantalones ya estaban en mis tobillos y comenzó con la camiseta.  Intenté resisitirme otra vez pero otro golpe recibió mi mejilla. Lloré y lloré. Era demasiado fuerte, era demasiado grande y no me lo quitaría de encima.

Ocurrió todo muy rápido. Cuando pensé que mi virginidad iba a perderse con aquel engendro dejé de sentir el peso del hombre encima de mí. Además de mis sollozos escuché gruñidos y alguna palabrota pero me negaba a abrir los ojos y me tapé la cara con las manos. Me sentía tan insegura y desprotegida.

Pocos después sentí el colchón hundirse a mi lado. El barbudo volvía,  no sabía que había hecho pero volvía. Unas manos más pequeñas a como las recordarba cogieron las mías e intentaron apartarlas de mis cara.

- No, por favor. Para - supliqué en un sollozo. No quería más, solo quería que todo volviese a la normalidad. Quería irme a mi casa, quería terminar el instituto, quería ir a la universidad, tirarme en paracaídas, terminar el dichoso libro, y que mi virginidad se la llevara otro y cuando pensé en eso me vino a la cabeza unos ojos verdes.

Un olor llegó a mi nariz. No era el del sudor de aquel hombre. Era agradable, como a colonia, una colonia que conocía bastante bien.

- Tranquila - dijo una voz profunda que hizo que mi estómago se retorciera -, está todo bien, Zoe. Estoy aquí, contigo.

Dejé que apartara mis manos y abrí los ojos. El sudor humedecía su cara y tenía sangre en su mejilla izquierda. Sus ojos eran verdes oscuros y su respiración estaba agitada pero parecía intacto, Lucas estaba conmigo y estaba intacto.

¿Quererlo? No lo sé.Where stories live. Discover now