Lo bueno se hace esperar.

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Intenté abrir los ojos pero la luz que entraba en la habitación me lo impedía. Me pregunté quién había sido el listo que había dejado la persiana subida y maldije por lo bajo. Me giré hasta quedar tumbada bocarriba. No recordaba nada, el dolor de cabeza era horrible y tenía ganas de vomitar.

Abrí los ojos por fin y miré al techo amarillo... ¿amarillo? Me senté de golpe causando que el mareo y las náuseas fueran más fuertes y miré a mi alrededor. La habitación estaba hecha un desastre y estaba vacía. Yo estaba vestida lo que me llevó a descartar la probabilidad de un encuentro sexual. Lo que más me inquietaba era la inmensa laguna que había en mi memoria. Después del beso, su olor a marihuana y a sudor me persiguió toda la noche y me dediqué a beber para que el olor a hierba se transformara en olor a whisky. Y al parecer lo conseguí.

Recordaba haber vuelto a hablar con el chico de la fiesta. Habíamos hablado y bebido, incluso tenía pequeños destellos de imágenes en las que nos besabamos.

No me acordaba de como había acabado la noche. No recordaba haber entrado en aquella habitación amarrilla, ni siquiera recordaba haber salido de la gigantesca casa.

Un ruido proveniente de la puerta me sobresaltó. Me levanté con cuidado pero cuando me erguí la habitación comenzó a dar vueltas y por poco me estampo contra el escritorio que había al lado de la cama. Caminé hasta la puerta de madera y giré el pomo lentamente. Me asomé al pasillo, un pasillo que no recordaba haber cruzado, y me introduje en él. Las voces surgían del piso de abajo. Bajé despacio las escaleras que daban a una salita, solo podía ver la mitad de la salita ya que la pared me tapaba la otra mitad.  Desde la escalera vi a dos personas sentadas en el sofá, en frente de la televisión.

- Debe de estar ya despierta - comentó la que estaba a la izquierda. Era Paula.

- ¿Tú crees?  Ayer ni se tenía en pie, seguramente no se despierte hasta la tarde - era una voz ronca, provocada seguramente por los gritos de anoche  pero pude adivinar que era Mony.

- ¿Cómo se le pudo ir tanto la mano? - no veía a la persona que había hablado, debía estar en la mitad de la habitación que no podía ver.

- La vi subir con Lucas a la parte de arriba - comentó Mony. Su postura tensa me decía que algo había pasado.

- Y yo la vi bajar, pero sola. No parecía a verse acostado con Lucas - dijo Paula estirándose en el sofá.

- Ya, claro. No creo que mi primo se molestase en subirla a una habitación para nada - dijo Mony.

- No, mi hermana no se ha acostado con él - dijo Tyler con voz de asco -, y menos en una de esas habitaciones llenas de sida y hongos.

Las chicas se rieron y después todo quedó en silencio. Me debatía entre bajar hasta el salón o volver a la habitación amarilla pero, ¿qué iba a hacer allí? Además de que estaba desordenada no sabía de quien era la habitación y no se me sentía con muchas fuerzas para subir los siete escalones que había bajado anteriormente.

Toqué el suelo de la sala y me estremecí, todo el suelo de la parte de arriba era de madera pero esa sala tenía el suelo cubierto por baldosas frías. Los cuatro me miraron. Paula y Mony se rieron por lo bajo (seguramente por mi aspecto), Tyler levantó una ceja y puso su mueca de "te la has cargado" y Chris me miraba extrañado.

- Buenos días - dijeron las chicas - ¿Quieres algo para desayunar? - Paula se levantó del sofá.

Negué con la cabeza y por poco me caigo hacia la pared.  La resaca estaba afectando a mi equilibrio. Por una de las puertas apareció Sue con una bandeja.

- Hola dormilona - mi amiga me sonrió y dejó la bandeja en la mesa.

- Creo que tienes algo que contarnos - dijo Mony con una sonrisa cansada, ella también estaba de resaca.

¿Quererlo? No lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora