El comienzo.

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Zoe.

El día se despertó repleto de nubes, éstas nubes estaban tan amigables que bajaron hasta el suelo para acompañarnos en ese día de lágrimas y de prendas negras. Los dos hermanos iban vestidos con un esmoquin de color negro. Lucas llevaba una camiseta blanca que era cruzada por una corbata del mismo color del esmoquin y Damien había adornado su cuello y la camisa blanca con una pajarita. Nunca le había visto vestido tan formal, nadie podía decir que no era un chico atractivo aunque sus facciones se habían deformado por culpa de la pena. Lucas me confesó que al principio pensó que Damien se alegraría pero yo sabía que no sería así. Amanda era su madre y por mucho rencor que acumulara en su corazón era imposible que no sintiera algo por la que alguna vez fue un ídolo para él. 

El cura seguía hablando, leyendo un libro viejo y desgastado mientras la gente no paraba de llorar. Mi madre tenía los ojos humedecidos pero mantenía la mirada fija en el horizonte del cementerio. Casi toda la comisaría había acudido, todos vestidos con el uniforme, y esperaban pacientes para despedir a Amanda. La niebla nos rodeaba como si también quisiera despedirse de ella, como si nos abrazara a todos intentando darnos algo de calor.

De repente todo se quedó en silencio. El cura cerró el libro y el ataúd comenzó a descender hacia la tierra. Lucas se tensaba poco a poco mientras veía como el cuerpo de su madre se lo tragaba la tierra. Me di cuenta de que mis mejillas estaban húmedas cuando la gente comenzó a abrazarse y a llorar desconsoladamente. Abracé a Lucas y él dejó caer su cabeza en mi hombro.

Lucas.

Otra despedida, otra caída. Sentía como el corazón se me encogía mientras el cura repetía las mismas palabras que cuando mi padre era quien estaba en ese ataúd. El recuerdo se mezclaba con todas las imágenes que podía ver en el segundo entierro. Recordaba como mi madre me acariciaba el pelo mientras el cura hablaba, como la escuchaba sollozar detrás de mí. Y Damien estaba en el mismo sitio. A mi lado, sin mirar a nada y observándolo todo a la vez. Los dos ibamos vestidos igual, él con pajarita como le gustaba a mi padre y yo con la corbata que me ponía mi madre en cada evento especial. Pero habían pasado años desde aquel día, mi madre se había trasladado y quien ocupaba su lugar era Zoe que no se había separado de mí en todo el entierro.

Damien y yo habíamos decidido apartar a Melissa de todo aquello, de toda aquella depresión oscura. Cuando le habíamos contado todo lo ocurrido, cuando le dijimos que era huérfana -de una manera cálida y suave- Melissa había comenzado a llorar y a gritar. Ninguno de los dos la detuvimos porque teníamos las mismas ganas de imitarla, de sacar todo lo que teníamos dentro pero nos mantuvimos fuertes y conseguimos relajarla hasta que se llegó a dormir. Nunca quise que sufriera como lo hice yo, deseé que esta maldición que al parecer persigue a mi familia no recayese sobre ella pero no pude detener nada.

La niebla nos rodeaba y me ahogaba entre el vapor de agua condensado. Sentía como si presionara mis hombros intentando hundirme más de lo estaba. Era como si esa niebla tapara mis ojos intentando aislarme del mundo. No quería recaer, no quería volver a encerrarme a mi cuarto a llorar. Habían pasado años desde la última vez que me había colocado delante de un ataúd donde dentro había un ser querido.

Cuando el cura cerró el libro el ataúd comenzó a descender. Adiós, mamá. Te quiero, fue lo último que pensé aunque dentro de mí quería gritarle que no me dejase, que no se fuera, que volviese conmigo y que me castigase todas las veces que pudiese. Zoe me abrazó y hundió su cabeza en mi pecho, automáticamente dejé que mi cabeza cayera en su hombro y me permití respirar.

- Lucas. - Damien colocó su mano en mi hombro y le miré a duras penas. Se veía horrible.

- Damien - dije a su vez y solté a Zoe para abrazar a mi hermano. 

¿Quererlo? No lo sé.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang