Londres.

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Los taxis negros correteaban por las calles de Londres acompañados por los grandes autouses rojos y demás coches. El cielo estaba nublado y, aunque no hiciera demasiado calor, había gente que ya iba en manga corta. Llevábamos ya un día en la ciudad. El día anterior, después de que Lucas me sacara del autobús adormecida, descansamos unas horas en nuestro hotel y  habíamos salido ha cenar. Un restaurante italiano buenísimo. Después, cansados de todo, nos volvimos al hotel y dormimos hasta el día siguiente.

Mis manos estaban heladas y, aunque las metiera en el abrigo no cambiaban de temperatura. Estábamos parados delante del Big Ben, observándolo y haciéndole un montón de fotos.
Como que por hacerle una foto desde otra perspectiva iba a sacarle algo nuevo, se queja mi subconsciente cuando veo que Paula le hace la novena foto al reloj.

Dos manos aparecieron y rodearon mi espalda mientras unos labios besaron mi nuca. Sonreí al sentir algo cálido contra mi cuerpo. En la capital inglesa hacía mucho frío.

- Estás temblando - susurró Lucas en mi oído.

- Hace frío - me quejé.

- Oye, chicos - nuestros acompañantes se giraron -. ¿Os parece si vamos a un restaurante o alguna cafetería a tomar algo?

Se miraron entre sí y después a la gran torre. Al final todos aceptaron y buscamos una cafetería. Era bastante rústica pero muy bonita. Los distintos cafés estaban escritos en unas pizarras detrás de la gran barra de granito y madera. El olor a café y bollos me golpeó nada más entrar. Mi hambre aumentó gracias a ese olor y a todos los pasteles que se exponían en la barra.Por las prisasno habíamos desayunado y pensé que podría comerme todo lo que hubiera.

- Tenemos que organizarnos para ver las cosas más importantes de Londres - dijo Tyler.

- ¿Por dónde empezamos? - dijo Sue entusiasmada.

- Primero habrá que planearlo - sugirió Marco.

Comenzaron a hablar de sitios de Londres. Paula extendió varios mapas por la mesa y los planes comenzaron a surgir. En medio de las conversaciones me di cuenta de algo. Christopher no paraba de observarme. Suspiré y le miré. La pelea de miradas tardó poco de disolverse, Lucasme llamó y no tuve más remedio que responderle.

- ¿Sí?

- Tú y yo y una cena en un restaurante - me sugirió rápidamente.

- ¿Solos?

- Como Adam y Eva - me reí.

- ¿Cuando? - me acerqué y apoyé mi cabeza en su hombro.

- ¿Mañana? Hoy han planeado ir a cenar a un famoso restaurante - parecía que sabía que había estado distraída.

- Me parece genial - le di un beso en la nariz y Lucas rió -. Ahora vuelvo.

Me levanté y me dirigí a los baños. Chris seguía mirándome. En el avión había ocurrido lo mismo, sus ojos oscuros se habían clavado en mí como alfileres y parecía que no podía sacarlos de mí. Suspiré y me mojé la cara. No quería contárselo a Lucas, estábamos de viaje y los malos rollos nunca son bien recibidos.

Una señora mayor entró en el baño. Vestía con un gran vestido que casi no entraba por la puerta, estaba lleno de volantes y era de manga larga. Su color era beis, elegante y distinguido. Me pregunté como podía sentarse en las pequeñas e incómodas sillas de la cafetería con aquel mastodonte. Su rostro hizo una mueca de asco al ver el baño. Era verdad que estabaun poco sucio pero había visto cosas peores. Se acercó al lavabo de mi lado y comenzó a laverse las manos xonla misma elegancia que desprendía su vestido.

¿Quererlo? No lo sé.Where stories live. Discover now