Con diecinueve años, unos ojos celestes como el cielo y el cabello castaño claro, Robert Elric Van Helmont, era uno de los solteros más codiciados de todo el país. Pero, aunque sus cualidades físicas lo posicionaban como un hombre realmente guapo, y era una persona inteligente, bien instruida, sumamente respetuosa y responsable, su mayor atractivo eran su apellido, su linaje y su posición.
Rob era el hijo mayor del rey, el primero en la línea de sucesión a la corona.
Pero a él, las mujeres, que no fueran de su familia, poco le importaban. Estaba demasiado enfocado en sus estudios universitarios y su preparación para asumir en el futuro y ocupar el lugar de su padre, que no tenía mucho tiempo para hacer otro tipo de actividad. Por supuesto, esperaba que eso no sucediese pronto, o a decir verdad, que no ocurriese nunca. Pero era realista por sobre todas las cosas, y sabía que el día llegaría en algún momento de su vida. Y el tiempo era demasiado valioso para desperdiciarse.
Nolan, su hermano más joven, de tan solo trece años, lo observó desde la cama donde se hallaba sentado.
-¿Por qué tenemos que ir al colegio, Rob? ¿Por qué papá no decreta que las vacaciones sean más largas?-
Rob lo miró por el reflejo del espejo mientras se anudaba la corbata.
-Porque ir al colegio es importante. Estudiamos para tener conocimientos, Nol. ¿No te gusta aprender más y más cosas?-
-Me gustaría aprender a conducir un coche como esos que tú tienes, pero mamá no me deja. Me gustaría aprender a escalar una montaña, pero mamá tiene miedo. Me gustaría aprender a saltar con un paracaídas desde un avión, pero…-
-¿Mamá no te deja?- Inquirió divertido.
-¡Exacto! Mamá no me deja hacer nada interesante porque dice que soy pequeño. ¡Tengo trece! –Exclamó poniéndose de pie.- ¿Qué hacías tú cuando tenías mi edad?-
-Leía tantos libros como podía, jugaba a los juegos electrónicos, en la computadora, ya sabes, cosas normales para un niño.- Comentó.
Nolan soltó un resoplido.
-Los niños normales no devoran libros, Robert.- Siseó.
Rob deseó poder explicarle que ellos, o especialmente él, no había sido nunca un niño normal, tenía un gran peso encima, muchas obligaciones y un gran destino del que no podía escapar. Y por más que Nolan estuviese tercero en la línea de sucesión, seguía siendo miembro de la familia real, y tenían ciertas normas que obedecer.
Pero al igual que sus hermanas, el chico no lo comprendería por completo, incluso cuando, a cada segundo, tuviesen a alguien recordándoselo.
-Vamos hermanito, es hora de marcharnos. ¡Alégrate, al menos, he logrado convencer a mamá de que fuera yo quien te llevara al colegio hoy!-
-¿En tu nuevo coche?-
-En mi nuevo coche.- Coincidió.
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Charlotte se miró en el espejo por quinta vez en esos últimos cinco minutos que le quedaban antes de marcharse hacia el colegio.
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Bésame o Dispara. #Descontrol en la Realeza 3
General FictionHan pasado trece años desde el asesinato de los McGregor, doce de los cuales Emalene pasó recluida en un orfanato, y ahora solo tiene un objetivo: Vengar la muerte de sus padres. El príncipe Robert Van Helmont está comprometido con sus responsabilid...