Capitulo 21: El regalo.

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Cuando Charlotte despertó esa mañana y salió de su habitación una vez lista, no se encontró con quien esperaba. Miró de pies a cabeza al hombre que estaba parada frente a ella con una postura recta y eficiente, que ni siquiera pestañeó ante la evaluación que ella le dio.

–¿Dónde está Nash? –

–Buen día, Alteza. El señor Nash, ha pedido su día libre hoy. –

Charlie arrugó la frente.

–¿Hoy? Pero hoy no le corresponde. – Se quejó. No era como si le importaba, pero ella tenía planeado salir de la casa, y los otros guardaespaldas ordinarios no parecían tan seguros y eran mucho más molestos que Maximillian.

–Tenía asuntos personales que tratar, Alteza. –

Ella tomó una inhalación profunda.

¡Otra molestia! Alteza, alteza, alteza. ¿Era necesario decirlo en cada frase? Amaba el respeto, y estaba orgullosa de que todos estuviesen tan bien entrenados, pero eso era exasperante.

–¿Ya se ha marchado? –

El hombre dudó.

–No lo sé, Alteza. –

–Es temprano, vamos a chequearlo. – Y no le dio tiempo a responder y comenzó a caminar hacia el mismo lugar por el que la había conducido la noche de la fiesta que había terminado tan mal, una semana atrás.

La noche en la que también se habían escabullido para ir al hospital. Ambos habían pensado que recibirían una buena reprimenda, como mínimo, pero nada de eso había ocurrido. Su padre y su madre habían actuado como si ni siquiera se hubiesen enterado. Era extraño y preocupante, quizá más eso que el hecho de que el atacante todavía anduviese suelto y nadie tuviese ni un sospechoso. 

Nadie menos ella. Y no solo tenía un sospechoso, sino que estaba segura de tener directamente al culpable.

¿Pero que podían hacer sin pruebas factibles? Ni siquiera tenían el motivo.

–¿Chequearlo, Alteza? – Corrió el hombre para alcanzarla.

–Sí. – Zanjó sin decir nada más y ni mirarlo. Lo único que esperaba era no equivocarse de pasillo y tener que pedir ayuda para ubicarse en su propia casa.

Caminó mirando todo a su alrededor con el mayor disimulo e intentando recordar algo que hubiese visto la única vez que había estado por allí, pero dado que todo había estado en penumbras esa noche, y Maximillian prácticamente la había arrastrado a una velocidad mayor de la que ella era capaz de caminar, sus recursos eran casi nulos.

–¿Charlotte? – Oyó a su espalda. –¿Qué estás haciendo aquí? –

La princesa se detuvo en seco y giró con gracias sobre sus talones.  El trajeado que la había estado persiguiendo, la imitó  y ella estuvo segura de haberlo oído soltar un suspiro de alivio.

–Este no es tu día libre. – Reclamó con los brazos en jarra.

–No, lo cambié por esta semana. – Comentó extrañado.

–¿Por qué no me lo dijiste? –

Bésame o Dispara. #Descontrol en la Realeza 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora