18. El sabor de la muerte

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Violette

Pietro devuelve la llamada, pero Alejandro tira el celular.

Escupo sangre por el nuevo golpe que recibo en la cara y espera a que me cansé, pero yo sigo dando pelea, levantándome una y otra vez.

―Quédate quieta. ―Rompe la soga de adorno de la cortina y vislumbro lo que quiere hacer.

Va a ahorcarme.

―Claro sí, con mucho gusto ―expreso con sarcasmo.

Corro hasta la habitación y cierro la puerta, apoyo una silla delante de esta. No creo que lo detenga por mucho tiempo, pero es lo que hay.

Revuelvo toda la pieza. Ni una maldita arma tiene aquí. Ah, no, esta habitación está sin uso, es la matrimonial ¡Tonta! Debí haber corrido al cuarto de Pietro, seguro allí había un revólver o en el mío, ya que pude haberme conseguido otro cuchillo ahí.

¡Pero no! Tenía que caer en esta habitación vacía.

―¡Abre la puerta, Violette! ―grita el francés.

―¡Sigue soñando! ―Forcejeo con la ventana, pero el vidrio es tan nuevo y mis manos se encuentran muy lastimadas de caer varias veces al suelo, que no puedo ni abrirla―. ¡Maldita porquería!

Me da un vahído y dejo de hacer fuerza para agarrarme la cabeza, que pareciera como si se me fuera a caer. Mareada, cansada, lastimada...

¿Algo más?

La puerta hace un sonido y responde mi pregunta.

Próximamente, muerta.

El pavor llega hasta mí, respiro agitada, retrocedo y mi espalda se choca contra la pared. Es mi fin, había olvidado el sabor de la muerte, es tan seco y horripilante. Ya he estado al borde antes, pero no puedo lidiar con esto. No soy la antigua asesina que solía ser y en este preciso momento estoy indefensa.

La puerta se abre y él sonríe.

―Mira lo que encontré. ―Levanta el arma y mis ojos humedecen.

―Por favor, no...

Yo solo quería viajar por el mundo, comprarme cosas y divertirme. No quiero estar involucrada en esto, no quiero morir.

Se escucha el tiro y chillo como niñita. Quedo tildada cuando me doy cuenta que no soy yo la que está tirada y sin vida en el suelo.

Levanto la vista y lo veo.

―Pietro. ―Se me escapan las lágrimas y siento que me voy a desfallecer del alivio.

―Llegué ―dice sonriendo.

Luego no escucho más nada, ya que termino por perder la conciencia, que tanto intenté mantener despierta.

Para sobrevivir.

La prometida del Alemán (R#6) [Prometidos #1]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant