49. El Descontrol

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Ares Hidalgo

No puedo controlarme, no quiero controlarme.

He esperado demasiado, he aguantado demasiado. Mi control tiembla y se agrieta con cada beso, cada roce de mi lengua con la de ella, con la suavidad de su piel contra mis manos.

La estampo contra la pared, besándola desesperadamente, su sombrero de bruja se cae y se pierde en la oscuridad.

Intento calmarme y ser gentil, sentir cada parte de ella pero la espera me pasa factura y ahora solo quiero devorarla, penetrarla, oírla gemir mi nombre en mi oído. Mis manos se inquietan y viajan dentro de ese corto vestido de bruja que lleva puesto, mis labios nunca dejando los suyos.

Moviendo su ropa interior a un lado, deslizo mis dedos sobre su entrepierna, ella gime y yo le muerdo el labio inferior, —¿Mojadita tan rápido?

Ella no dice nada, solo se estremece cuando uno de mis dedos la penetra, se siente tan caliente y húmedo dentro de ella que siento que mi pene va a explotar de lo duro que esta, —Ares...— ella murmura, su voz llena de deseo, —Estamos... aquí no deberíamos.

¿Ella de verdad piensa que podemos detenernos ahora?

Hundo mi dedo aún más profundo dentro de ella y la escucho jadear, aferrándose a mis hombros. Mis labios abandonan los suyos para lamer y mordisquear la piel de su cuello, se que es su punto débil, ella deja caer su cabeza hacia atrás, sus caderas se mueven al ritmo de mis dedos, volviéndome loco. Uso mi mano libre para acariciar sus pechos a través de su vestido.

No más, no puedo esperar más.

Sin poder evitarlo, me separo de ella, sacando mi mano de su entrepierna para liberar mi miembro, ella protesta, —Ares, por favor.

La miro a los ojos, juguetón, —¿Huh?

Ella no vacila en decirme lo que quiere, —Te deseo ya, dentro de mí.

—¿Ah si?— la molesto, levantando una de sus piernas y poniéndola alrededor de mi cintura, —Brujita pervertida.

Mi erección roza su mojada entrepierna y descanso mi frente sobre la de ella, —No voy a ser gentil.

Ella me muerde el labio inferior, —No quiero que lo seas.

Yo la agarro del cabello, obligándola a mirarme a los ojos y muevo mis caderas hacia adelante, penetrándola por completo con una sola estocada. Ambos gemimos ante la sensación. Dios, he olvidado lo delicioso que se siente dentro de ella, mojado, apretado, caliente, suave...

No puedo dejar de mirarla porque se ve tan jodidamente sexy y vulnerable así, sus mejillas rojas, sus labios hinchados, sus ojos brillando de deseo. Ella pasa sus manos alrededor mi cuello y tomo su otra pierna para así levantarla por completo y comenzar a moverme, estampandola contra la pared con cada movimiento brusco, vuelvo a besarla, ahogando sus gemidos con mi boca.

—¡Oh Dios, Ares!— jadea, perdiendo el control.

Roce de piel suave, mojada y caliente... más, necesito más. Acelero mis movimientos, presionándola contra la pared aún más, entrando y saliendo de su humedad, por un segundo, pienso en detenerme, no quiero hacerle daño, pero por la manera en la que me pide más, se que le gusta tanto como a mí.

Si esto sigue así, voy a terminar más rápido de lo que quiero. No quiero que ella piense que soy un principiante veloz. Cargándola, me muevo hacia atrás hasta sentarme en uno de los muebles, ella queda sentada sobre mi, con el poder de volverme más loco de lo que ya me tiene.

Raquel no duda en moverse encima de mi, en círculos, hacia adelante y hacia atrás y me doy cuenta de que esta no fue una buena idea para no terminar rápido. Se ve tan sexual, las luces de las velas dandole un toque brillante a su ligeramente sudada piel. Se ve como una diosa, jamás pensé que el sexo podría sentirse tan bien. No era solo el aspecto físico del mismo, era la conexión, esas emociones que se transmitían en cada toque, cada mirada, cada beso.

A Través De Mi Ventana ✔️[En librerías]Where stories live. Discover now