63. La Última Fiesta

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Ares Hidalgo

—Abre las piernas.

Gruño contra sus labios, no es una petición, es una ordén, entre tantos besos, se las ha ingeniado para cerrarlas, manteniéndome alejado ligeramente, mi erección presionada contra sus rodillas.

Ella cree que eso puede detenerme. La agarro del cabello, mis ojos encontrando los de ella. Puedo ver la diversión en ellos, me esta retando.

—Abre las piernas, bruja.— repito, apretando mi agarre en su cabello.

Ella me sonríe, —No.

La beso de nuevo, mi boca incesante sobre la de ella, reclamándola, dejándola jadeante. A ella le gusta incitarme, retarme, le gusta cuando pierdo el control y le doy duro. Así que meto mi mano libre entre sus piernas, ella lucha, tratando de cerrarlas, apretando mi mano pero llego a sus panties, mi dedo rozando por encima de las mismas, robándole un gemido.

Dejo sus labios para bajar a sus pechos, chupándolos y mordiéndolos por encima del vestido.

Utilizo mi dedo para echar sus panties a un lado y tocarla ahí directamente con mi pulgar, —Oh, Ares.— ella deja caer la cabeza hacia atrás.

—¿Crees que puedes resistirte a mí?—le pregunto aunque ya se que no puede, lo mojada que esta es toda la respuesta que necesito.

Entre jadeos, susurra, —Si... puedo.

Alzo una ceja, liberando su cabello y usando ambas manos para quitarle su ropa interior.

—No, Ares, no.— murmura pero no pone resistencia en absoluto, a ella le gusta jugar esto, el intento de resistencia, que la tome con fuerza, que la doblegue.

Bruscamente, la obligo a abrir las piernas, ella se estremece, sus manos empujando mi pecho en un intento fallido de alejarme. La agarro de la parte de atrás de sus rodillas y la jalo hasta que queda en la orilla de la mesa, abierta y expuesta para mi.

El aroma de su excitación es delicioso y casi me hace mandarlo todo a la mierda y penetrarla ahí mismo, pero me contengo, quiero que ella ruegue.

Me arrodillo frente a ella y ella suelta un chillido cuando mi boca hace contacto con su intimidad, la devoro sin contemplaciones, sin detenerme, sus gemidos hacen eco por todo el salón oscuro, excitándome aún más si es posible. Su gemido es mi sonido favorito después de su voz. Sus piernas tiemblan sobre mis hombros.

Gime, estremecete y ruega para mí, bruja.

Dame ese poder.

Puedo sentirla temblar y se que su orgasmo esta cerca así que me detengo y me levanto, dejándola guindando sin nada. Nuestros ojos se encuentra y el ruego y la molestia están claras en sus ojos. Su cabello castaño, luce negro en esta oscuridad. Me paso mi pulgar por mi labio inferior limpiandóme.

Ella no se mueve, no cierra las piernas, solo se queda ahi mirándome, me tomo mi tiempo desabotonando mi camisa y ella observa como cada botón sale, exponiendóme. Al quitármela, sus manos pasan por mis pechos, bajando hasta mis abdominales.

—Eres tan sexy, Ares Hidalgo.— murmura, rindiendóse.

Agarro su mano y la bajo hasta mis pantalones para que pueda sentir lo duro que estoy. Ella me aprieta ligeramente y me hace gemir un poco. Oh no, ella no va a tener poder sobre mi, no esta noche.

Me meto entre sus piernas y la agarra del pelo, acercando nuestros rostros, —Ruégame que te folle, bruja.

Ella me da una sonrisa picara, —¿Y sino lo hago?

A Través De Mi Ventana ✔️[En librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora