CAPÍTULO 1 (CORREGIDO)

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Adrien Volkov

Un poco más...

Mantengo el ritmo, no me acelero y tampoco bajo la intensidad.

Mi respiración es un desastre...

Trago saliva entre jadeos refrescando mi garganta y aumento mis movimientos percatándome que me falta poco.

Miro la hora en mi muñeca sin detenerme.

Vamos Adrien, solo un poco más...

Mis pulmones arden, mis puños se cierran y mi abdomen se contrae, todo me indica a que debo dejarlo ir ya, pero sé que aun puedo lograrlo.

La meta está cerca, tanto que incluso si cerrara mis ojos por un segundo podría verla decorada incluso con un listón rojo.

Y no tardo en cruzarlo. Llego a la gran meta tratando de regular mi respiración y apoyo mis manos en la gran pared de piedra del edificio.

Mi garganta arde, pero el placer de lo que acababa de hacer era mayor.

Vuelvo a ver la hora en mi muñeca y siento mis comisuras alzarse.

Nueve kilómetros en cuarenta minutos.

Nada mal, pero sigue sin ser mi mayor récord corriendo.

— ¡Hola! El ruso, ¿verdad? — Alzo la mirada hacia la puerta de entrada a mi lado y asiento viendo a la mujer sonriente con un cachorro en sus manos. — Ahm... es... un gus...to conocer...te mi... nom...bre es... Susan, ¡Bien...venido al... edificio!

Habla lentamente, separando cada silaba exageradamente.

— Soy Adrien, gracias por la bienvenida. — Hablo en un inglés bastante fluido. — Son bastante amigables por este lado del globo, llevo ocho días aquí, y siguen dándome la bienvenida.

La mujer ríe escandalosamente y toca mi abdomen como si tuviéramos la confianza de amigos de toda la vida. Miro de hito en hito su mano y sus ojos.

— Si... así somos los estadounidenses, cualquier día de estos, puedes pasarte por mi departamento y te doy un tour por los lugares más... interesantes de la ciudad.

— No hace falta, gracias por la invitación. — Alzo ligeramente mis comisuras pensando que quizás así puedo ya librarme de esta incómoda situación.

No es algo que en mi cultura se acostumbre, sonreírles a desconocidos es un gesto muy mal visto, incluso le llamamos las "Sonrisas americanas" por qué no hay nada más falso que sonreírle a un extraño.

La mujer acaricia la cabeza de su mascota mientras mira mi rostro y sus mejillas se sonrojan.

— Si cambias de opinión, ve, vivo en el segundo piso, en el departamento treinta y seis.

Asiento viéndola alejarse con su pequeño perro en mano, y debo contener un suspiro cuando se gira y me guiña un ojo exageradamente.

Ahora sé que debo evitar el departamento treinta y seis a toda costa.

Subo por las escaleras hasta mi departamento y me detengo por un minuto frente a las ventanas del pasillo.

San Francisco, California... No es lo que esperaba, es bastante diferente a lo que suelen mostrar las películas americanas en realidad. Ya que no es lo más interesante que se puede encontrar en el país, pero tampoco lo más aburrido.

La verdad es que es perfecto para mantener un perfil bajo, en caso de que claro... ella me encuentre.

Llevo en este país ya casi ocho días y he logrado retomar el ritmo que tenía en Moscu, aunque claro, la cultura y el tener que hablar inglés todo el tiempo es algo a lo que debo acostumbrarme, pero nada que un par de meses no solucione.

Escapando del infierno (+21)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt