CAPÍTULO 6 (CORREGIDO)

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Hanna Morgan

— Yo veo a la verdadera Hanna, y me gusta, me encanta, me enamora.

— ¿Y qué Hanna es esa? — Doy vueltas en el probador, doy un pequeño salto para ver cómo mis pechos se mueven y luego me giro hacía la chica que me trae otra pieza de lencería.

La que sufre, la que actúa como una zorra para que nadie llegue a su corazón, la que miente y miente para ocultar sus buenas acciones, la que pasó mucha mierda y aunque diga qué ya supero todo eso, cuando se ve al espejo sigue sintiéndose insegura.

— Reed... — Suspiró dramáticamente apropósito y me miro en el espejo del probador. — Nadie nunca me había descrito tan bien... y-yo, no sé qué decir.

Te amo, Hanna. — Sonrío.

Ahí está.

— Soy un monstruo, ¿Cómo puedes amarme? — Apoyo el móvil con mi hombro contra mi oído y me quito el sujetador probándome el otro. — Nadie puede amarme... Y-Yo me siento tan sola en el penthouse, pero... siento...

No, otra cosa, es muy dramático.

»— Siento que...

Calma, ¿Si? Yo voy a estar siempre para ti. ¿Estás en el penthouse?

— Sí, pero quiero estar sola... Necesito procesar lo que acabas de decirme.

Iré a verte, ¿Si?

— Bien... Reed, gracias. — Vuelvo a suspirar y corto la llamada. Me miro al espejo y luego asomo mi cabeza fuera del probador. — ¿Puedes traerme el mismo modelo en rojo?

La mujer me asiente con una sonrisa y vuelvo a entrar mirándome en el espejo.

Lo que hago con Reed no es algo de lo que me sienta orgullosa, le voy a joder la vida, pero es necesario para qué yo viva la mía.

Me quito el sujetador luego de probarme las bragas sobre el pantalón y saco mi móvil.

Hanna: Reed quiere ir a verme, ya lo hizo.

Tomo mis bolsas de las compras anteriores, pero antes de salir escucho murmuros y apoyo mi oreja contra la puerta.

— Treinta y siete D, es obvio que la perra alemana está operada.

— Y no solo sus tetas, el culo también, yo no me trago el cuento de que sea natural.

— ¿Verdad? Y esa nariz, ahí, me asquea igual que la puta latina.

— Me da vergüenza ser latina cada vez que la veo.

Salgo antes de que sigan hablando y la más baja me extiende el conjunto que le pedí. Lo miro detenidamente, lo dejo sobre el mostrador y luego le extiendo mi tarjeta de crédito.

— Son divinos los qué elegiste, son lo último en moda, que envidia que puedas pagarlos. — Me sonríe la otra chica con un acento mexicano marcado. La miro de arriba a abajo y sonrió de lado.

Obvio que están hablando mierda de mí, ni en sus mejores sueños podrían imaginar tener un cuerpo como el mío.

— ¿Envidias mi dinero o mi cuerpo? Decídete. — La otra envuelve las cosas sonrojándose y luego me extiende la bolsa junto a mi tarjeta.

»— Y no mis nenas, no hay plástico en mi cuerpo. Y si lo hubiera lo luciría orgullosa de poder pagarlo. — Me pongo mis gafas de sol. — Hablare con Grey, espero que tengan otro trabajo por que para el final del día ya no trabajaran aquí.

Escapando del infierno (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora