Hanna Morgan
— Yo veo a la verdadera Hanna, y me gusta, me encanta, me enamora.
— ¿Y qué Hanna es esa? — Doy vueltas en el probador, doy un pequeño salto para ver cómo mis pechos se mueven y luego me giro hacía la chica que me trae otra pieza de lencería.
— La que sufre, la que actúa como una zorra para que nadie llegue a su corazón, la que miente y miente para ocultar sus buenas acciones, la que pasó mucha mierda y aunque diga qué ya supero todo eso, cuando se ve al espejo sigue sintiéndose insegura.
— Reed... — Suspiró dramáticamente apropósito y me miro en el espejo del probador. — Nadie nunca me había descrito tan bien... y-yo, no sé qué decir.
— Te amo, Hanna. — Sonrío.
Ahí está.
— Soy un monstruo, ¿Cómo puedes amarme? — Apoyo el móvil con mi hombro contra mi oído y me quito el sujetador probándome el otro. — Nadie puede amarme... Y-Yo me siento tan sola en el penthouse, pero... siento...
No, otra cosa, es muy dramático.
»— Siento que...
— Calma, ¿Si? Yo voy a estar siempre para ti. ¿Estás en el penthouse?
— Sí, pero quiero estar sola... Necesito procesar lo que acabas de decirme.
— Iré a verte, ¿Si?
— Bien... Reed, gracias. — Vuelvo a suspirar y corto la llamada. Me miro al espejo y luego asomo mi cabeza fuera del probador. — ¿Puedes traerme el mismo modelo en rojo?
La mujer me asiente con una sonrisa y vuelvo a entrar mirándome en el espejo.
Lo que hago con Reed no es algo de lo que me sienta orgullosa, le voy a joder la vida, pero es necesario para qué yo viva la mía.
Me quito el sujetador luego de probarme las bragas sobre el pantalón y saco mi móvil.
Hanna: Reed quiere ir a verme, ya lo hizo.
Tomo mis bolsas de las compras anteriores, pero antes de salir escucho murmuros y apoyo mi oreja contra la puerta.
— Treinta y siete D, es obvio que la perra alemana está operada.
— Y no solo sus tetas, el culo también, yo no me trago el cuento de que sea natural.
— ¿Verdad? Y esa nariz, ahí, me asquea igual que la puta latina.
— Me da vergüenza ser latina cada vez que la veo.
Salgo antes de que sigan hablando y la más baja me extiende el conjunto que le pedí. Lo miro detenidamente, lo dejo sobre el mostrador y luego le extiendo mi tarjeta de crédito.
— Son divinos los qué elegiste, son lo último en moda, que envidia que puedas pagarlos. — Me sonríe la otra chica con un acento mexicano marcado. La miro de arriba a abajo y sonrió de lado.
Obvio que están hablando mierda de mí, ni en sus mejores sueños podrían imaginar tener un cuerpo como el mío.
— ¿Envidias mi dinero o mi cuerpo? Decídete. — La otra envuelve las cosas sonrojándose y luego me extiende la bolsa junto a mi tarjeta.
»— Y no mis nenas, no hay plástico en mi cuerpo. Y si lo hubiera lo luciría orgullosa de poder pagarlo. — Me pongo mis gafas de sol. — Hablare con Grey, espero que tengan otro trabajo por que para el final del día ya no trabajaran aquí.
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Escapando del infierno (+21)
RomanceAdrien nunca había viajado a Estados Unidos, pero cuando tienes una ex psicópata, cualquiera lo hace ¿No? Puede haber dejado su país para escapar del infierno al que estaba condenado con Alice, pero ¿Y si viajando solo se adentra más al inframundo...