Epilogo

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Narrador omnisciente


— Hoy escape del infierno. Y hoy reclamo mi lugar en la jerarquía Morgan para hacerse cargo del negocio familiar.

Fueron las primeras palabras de Hanna Morgan al cumplir veinticinco años...

Veinticinco...

Muchos de los que se levantaron a aplaudir sabían que en su mundo, era todo un logro llegar a esa edad, las tentaciones que tenían los más privilegiados eran demasiadas.

Al cumplir esa edad, dejabas de ser un niño a los ojos de la mafia. Ya eran conscientes de los negocios y podías tomar la decisión de seguir o abandonar, aunque claro, eso solo pasaba en las familias numerosas, de lo contrario, debes hacerte cargo obligatoriamente.

Cómo era el caso de Johan Vito, odiaba las armas, pero no tenía hermanos, no legítimos al menos, y debía hacerse cargo del negocio dentro de dos años más... Años que no importaron ya que con la sentencia de su padre (Poena Mortis declarado por Ian Morgan), debería hacerse cargo solamente con veintitrés años.

O el caso de Andrea, siendo la única primogénita de Artemio Bonaccorsi, no importaba que fuera una bastarda, ella llevaría el negocio de blancas desde ahora en adelante, hasta que la cabeza de su padre apareciera.

Cuando todos dejaron de aplaudir, Johan Vito, se levantó molesto e hizo lo que nadie nunca debía hacer; hablar sin permiso, a un Morgan.

El chico sabía cómo era la rubia mayor, todos lo sabían, así que en el momento que la vio cubierta de sangre y sintió el fuerte olor a oxido, lo supo.

Había matado a sus captores.

Había matado a su padre.

— ¡Desgraciada! ¡Lo mataste! ¡Mataste a mi padre! ¡Exijo la Poena Mortis a Hanna Morgan por asesinar a un miembro de la mafia sin razón alguna! — El chico hablaba desde su desesperación, sabía que si la chica estaba ahí, cubierta de sangre, fue por qué escapó de cuatro hombres que planeaban hacerle daño.

En realidad, su padre no le importaba en lo absoluto, él solo pensaba en la cantidad de armas que debería ver ahora.

Todos quedaron en silencio mientras el chico avanzaba hacía la gran mesa al frente, él la miro a los ojos, la odiaba, nunca había tenido contacto con ella, ni nada, pero ahora por su culpa, él debería pasar el resto de su vida rodeado de armas que en un futuro asesinarían a inocentes.

La rubia lo miro de pies a cabeza, reparando su costoso esmoquin, e incluso, él sabiendo que costo un dineral, se sintió avergonzado de su apariencia bajo la mirada fría de la chica, se sintió diminuto.

— ¿Y quién eres tú?

Lo miro a los ojos y nunca en su vida lo habían humillado de esa manera. Escucho la risa de algunos detrás de él y apretó los puños mirando esos ojos celestes.

— Hijo de Frank Vito, el hombre que mataste y ahora cargas su sangre.

El silencio reinó dentro de la sala, todos sospechaban lo mismo, ¿De qué otra manera se libera de cuatro adultos que la tenían contra su voluntad?

La chica asintió y dejó su posición de manos sobre el vientre. Las apoyo en la mesa y se inclinó hacia él. La mesa bajo sus manos se empapó en sangre y el olor se asentó ante sus movimientos. Aun así, se mantuvo firme y siguió viendo los ojos de la chica.

— ¿Te digo algo? — Susurro solamente para ellos dos y luego sonrió con perversidad. — Así cómo llevo la sangre de tu padre en mis manos, puedo llevar la tuya, ahora date media vuelta, bésame el culo y desaparece de una puta vez. Por qué si vuelves a dirigirte a mí de esa manera, te haré una demostración de lo último que vivió tu papi.

Escapando del infierno (+21)Where stories live. Discover now