Capítulo 12 EN UN LUGAR LEJANO

153 7 2
                                    

Al otro lado las fronteras de Navoi, se abrían dando paso a un gran número de autobuses que dentro de sí mismos llevaban miles de prisioneros inocentes capturados en la frontera europea. El ejército socialista ocupó cierta parte de los países desintegrados de la Unión soviética con frontera en aquel continente, pasaron por una larga carretera hacia una zona montañosa donde el destino de cientos de inocentes aguardaba. Luego de aproximadamente media hora los autobuses detuvieron su marcha para llegar a un puesto de inspección a la entrada de un enorme lugar con muros con cerca de alambres y púas, muy similares a los que utilizaron los nazis en la época del holocausto. Los autobuses recibieron la orden de entrar por la enorme puerta de seguridad que conducía al interior de un campo.

-Abajo, todos formen una fila al lado de los autobuses- indicó un soldado del ejército socialista a los infortunados.

Del primer camión bajaron cientos de cachorros de todas las edades acompañados de tres adultos.

-Bien, ahora pasemos al registro, a cada uno de ustedes se les serán tatuados con metal el símbolo de nuestra nueva nación. Todo aquel que oponga resistencia será ejecutado de inmediato- explicó otro oficial interno del campo.

Pasaron horas de registro, dos amigos enviados allí se encontraban a punto de ser marcados en el área de registro, al parecer ya solo quedaban unos treinta por el momento.

-Bueno, que tengas suerte- dijo uno de ellos- sería más fácil de asimilarlo si estuviera con nosotros- se detuvo a pensar- aunque espero que se encuentre bien.

-Siguiente- ordenó el oficial.

El amigo pasó dentro de una casa en la que se escuchaban gemidos de dolor.

-Puedes gemir a consecuencia del dolor si te es necesario, pero nada de gritos escandalosos, de lo contrario ya sabes lo que te espera- le advirtió luego de llenar su registro y asignarle su número de matrícula.

Un poco asustado aquel indefenso individuo se acercó a la silla donde luego se sentó para ser marcado, antes de que todo comenzara le quitaron a desgarradas su camisa verde y la arrojaron a un montón de ropa igualmente desgarrada. Al volver a sentarse respiró hondo, después de aquel pequeño evento de profunda respiración se hizo visible el soldado que llevaba el marcador recién sacado de un horno de piedra, el metal se encontraba al rojo vivo lo cual causó que al individuo sentado se le helara la sangre a tal punto de que su corazón tenía un pulso tan acelerado que probablemente nunca había sentido.

-Tómalo con calma, cachorrito- rio a carcajadas- solo sentirás mucho dolor.

En seguida el soldado tomó la pata derecha de aquel inocente sentado e indefenso. Sin resentimiento juntó profundamente el metal en la piel de la víctima, quien acto seguido hizo con todas sus fuerzas un gesto de dolor intentando contener un grito, el producto de aquel evento le provocó que se le llenaran los ojos de lágrimas, después que la marca quedó visible el encargado se percató que el pequeño individuo se secaba una de sus lágrimas.

-Sabes aquí, el ser valientes es una regla fundamental. Y veo que la has roto, al parecer te advirtieron que solamente se permitía gemir de dolor, ¿no es así? Y considerando que no es una falta tan grave solamente me limitaré a...- Con su enorme pata le dio un golpe tan fuerte que por inercia la cabeza del indefenso giró bruscamente- creo que será suficiente, puedes irte, te asignarán tu lugar de residencia al salir.

Al salir, aquel individuo escuchó un grito tan fuerte que le heló la sangre, acto seguido un disparo. Caminó tan rápido como pudo sin voltear atrás, otro oficial le entregó un papel con el número de calle y casa donde se hospedaría posiblemente el resto de su vida.

Días después los trabajos forzados comenzaron, por suerte aquel pequeño corrió con la gratitud de tocar con su amigo en la misma casa de hospedaje, un policía llamó a la puerta.

-Se les solicita, se presenten en el campo número tres ahora mismo para su trabajo asignado.

Así lo hicieron, con la ropa que llevaban puesta- un uniforme especial para todos aquellos quienes residían ahí, muy parecido a un campo de concentración Nazi- salieron en dirección del campo que unos días antes ya se los habían mostrado, al llegar una fila de veinte perros, zorros y lobos de todas las edades se alzaba frente al campo tres, un soldado asignó el trabajo que se debía realizar.

-Y usted- señaló al pequeño individuo junto a su amigo- se encargará de sembrar las semillas de calabaza en el área de árboles.

Así lo hizo, el pequeño se separó de su amigo quien tuvo otro trabajo asignado que consistía en regar los árboles de manzana. Tomó un costal de semillas y se dirigió al lugar asignado para comenzar con su labor.

Luego de tres horas de trabajo anunció a un oficial que las semillas estaban listas, el oficial para estar seguro de que todo estaba bien desenterró una de las semillas que aquel pequeño había sembrado hacía unos instantes.

-¿Qué se supone que es esto?- se exaltó- ¡Éstas son semillas de maíz!

-Oh... pero yo tomé el costal del lugar que...

-¡CALLATE!- le golpeó en la cara con un bastón policiaco, para después sacar un radio de comunicación- Colegas aquí un trescientos catorce con castigo, lo traslado.

El pequeño no entendió nada de la situación, decidió seguir al policía quien a su vez lo guio hacia un edificio algo obscuro, posterior a su entrada lo condujo a una sala donde había una cadena en medio de ella junto a un asta. Entraron y sin resentimientos encadenó a su víctima.

-Bueno, parece que serás el primero en estrenar la sala de castigo, muy bien, que empiece la fiesta.

Entraron dos oficiales, con látigos y bastones policiacos, el pequeño no entendía nada de la situación pero al verlos cara a cara cerró los ojos.

Uno, dos y tres golpes en distintas partes del cuerpo.

-¡NO! ¡Por favor, se lo suplico!, suéltenme. ¡NO!- suplicaba el pequeño.

-¡Cállate!- gritó el oficial quien llevaba el látigo, un enorme lobo gris- Para que aprendas a no cometer errores- ésta vez el pequeño recibió un puñetazo de su parte.

Los golpes y gritos de súplica seguían, cinco minutos después los oficiales pararon un momento para tomar un poco de aire.

-¿Vas a dejar de gritar?- lo volvió a golpear- ¡¿VAS A DEJAR DE GRITAR?!- ésta vez le dio con todas sus fuerzas en el estómago.

-¡Si... lo juro!- dijo muy lento el pequeño prisionero.

-Más te vale.

Continuaron golpeándolo unos diez segundos con todas sus fuerzas, mientras el pequeño hacía todo su esfuerzo para no emitir ningún sonido. Al fin se detuvieron.

Desamarraron al pobre prisionero, a quien le advirtieron que otro error costaría su vida. Caminó directo a su casa del campo, pues la orden era no volver al campo de siembra hasta el día siguiente, sus compañeros de casa le consolaron y ayudaron a recostarse.

Las heridas le sangraban continuamente, numerosos moretones en el estómago, la espalda y sobre todo su rostro se tornaron casi negros, el pequeño lloraba en silencio.

-¡LEONARD!- llamó alguien que entraba a la casa- ¡Leonard!- se llevó sus patas al hocico asustado- ¿Qué te han hecho, amigo?- Cosmic se acercó a la cama para cuidar de su mejor amigo.

Leonard intentó responder pero de su hocico salió un chorro de sangre, solo una lágrima resbaló de su ojo derecho el cual no había sufrido tanto daño como el izquierdo.

Muy lejos de Uzbekistán- país al que Leonard y Cosmic habían sido trasladados- En Berlín, Zabivaka despertaba de un terrible sueño con el corazón palpitando a un pulso muy acelerado. 

ZabivakaWhere stories live. Discover now