Capítulo 13 UNA NUEVA VIDA

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Incorporándose rápidamente en su nueva cama correspondiente a la casa que Arnold le había mostrado la noche anterior, el pequeño lobo intentó recordar que había sido aquello que lo despertó de golpe, sin embargo no recordó absolutamente nada. Luego de echar un vistazo por el cuarto comenzó a olfatear un olor conocido que empezaba a ser realmente desagradable.

-¿A quién engaño?, apesto- se dijo a sí mismo.

Pues en realidad se refería a su ropa, que considerablemente tenía mucho tiempo sin ser lavada e igualmente mucho tiempo de ser utilizada. El lobo se levantó sintiendo el aire helado que se colaba por las ventanas de la vieja casa o rendijas que el tiempo había dejado con su paso.

Nuevamente se quitó su camisa al compás con su pantalón deportivo dejando al descubierto su dorado pelaje.

Bajó por las escaleras en dirección a la lavandería que había limpiado junto con la cocina la noche anterior cuando había llegado después de su despedida en el puerto con Arnold.

La lavandería ya contaba con iluminación, que según Arnold había sido conservada gracias a que hacía unos meses en otro viaje a Berlín los compañeros de su amigo instalaron bombillas para mantener iluminada aquella morada.

-Bueno, siempre hay una primera vez al menos al lavar la ropa- sonrió frotando la barra de jabón con su camisa, seguido de su pantalón.

El frio parecía cesar en los próximos días, por lo cual Zabivaka encendió la estufa de leña para luego secar arriba de la parrilla su ropa, al terminar, un lejano reloj de la ciudad anunció las seis de la mañana. Zabivaka subió al cuarto pero sin vestirse bajó decidido a su nueva sala de estar que consideraba el cuarto más sucio de la casa.

-Parece que será un trabajo difícil limpiar todo esto, no se compara con la cocina o mi cuarto del instituto... Me parece que empezaré por los dos sillones- se dirigió a ellos para llevarlos al pórtico.

Luego de unos minutos los dos sillones junto a la mesa central estaban listos para ser limpiados, el pequeño lobo tenía su pelaje descubierto al cien por ciento, no le apetecía tener que limpiar de nuevo su ropa a causa del polvo que pudiesen soltar aquellos muebles tan antiguos.

Llenó dos cubetas de agua, sacó su barra de jabón junto con dos trapos un poco usados que habían sido limpiados anteriormente. Lo pasó con jabón para limpiar en primer lugar la mesa de centro, primero las cuatro patas que para mala suerte de Zabivaka estaban llenas de telarañas, al lograr quitarlas pasó de nuevo el trapo por la misma zona, posteriormente por la superficie.

Al quedar libre de polvo una elegante mesa de caoba antigua estaba lista para dar la función que hacía más de cincuenta años había dado con la antigua familia de judíos, el pequeño lobo comenzó a quitar el polvo de los dos sillones seguido de otras telarañas. Éstos fueron un poco más difíciles de ser limpiados, luego de dar una última pasada por el segundo sillón se percató que aquella sala hacía compañía con la mesa central, pues las molduras eran las mismas al igual que el material que afortunadamente seguía intacto.

Luego de dejar secando aquellos muebles, Zabivaka comenzó a sacar dos lámparas de bronce que para su gusto eran algo anticuadas pero al instante, realmente elegantes al quedar libres de polvo.

Luego de limpiar con el poco jabón disponible la enorme alfombra que tenía decenas de arañas, se dio a la tarea de limpiar la antigua vitrina de caoba junto con cada uno de los platos, copas, cubiertos y otras antigüedades de la época de los años treinta.

Posteriormente al dejarla cien por ciento limpia se dedicó a la chimenea, la cual fue algo laboriosa especialmente en la parte donde la leña se ponía para calentar el hogar, enjuagó de nuevo el trapo para pasarlo por la superficie, el resultado fue impresionante al dejar por descubierto una chimenea de mármol cuadrada con las orillas decoradas nada más y nada menos que con oro.

ZabivakaWhere stories live. Discover now