Capítulo 5

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Capítulo 5

Mis ojos no dejaron los viejos zapatos mientras escuchaba a Aurora abrir la verja. Entramos con bolsas en las manos y de nuevo, mi mirada se dirigió a la puerta escondida. Mis hombros decayeron en decepción al no encontrar a nadie ahí.
La puerta principal se abrió antes de que pudiéramos hacerlo nosotras. William estaba al otro lado y nos miró molesto.

—Aurora, mi padre se preguntaba dónde estábais —reprochó mirándome de reojo. Solté un bufido y puse los ojos en blanco pasando por su lado. Nuestros brazos se rozaron y me alejé lo más rápidamente de él, como si su toque quemara.

Me dirigí a la cocina con Aurora siguiéndome. Dejamos las bolsas sobre la encimera y comenzamos a sacar las cosas de éstas.

—Prepara la cena, Aurora. Hoy quiero anunciar la nueva noticia —. Me giré para ver a Collin entrando en la cocina bien erguido. Su pelo estaba perfectamente peinado con gomina y lucía un traje impecable. Sus ojos se posaron en mí y frunció el ceño. —Maya, ¿qué estás haciendo?

Le miré confundida y antes de poder decir algo se acercó a mí y arrebató un paquete de arroz de mis manos. El paquete cayó al suelo abriéndose y esparciendo los pequeños granos por todas partes.
Mis ojos se abrieron en sorpresa y jadeé cuando agarró mi muñeca y me acercó bruscamente a él.

—¡Tú no debes hacer ese tipo de cosas, Maya! ¡Tú eres la señora en esta casa! —me gritó a la cara. Me encogí en mi sitio y mis ojos se aguaron ante el miedo.

—No creo que se le deba gritar así a la señora de la casa, entonces —añadió una voy desconocida. Todas las cabezas se giraron a ver al dueño de la voz, y mi corazón saltó al ver al chico de la puerta misteriosa. Se veía más guapo aún desde cerca, con un aura misteriosa y despreocupada. Se acercó a nosotros y cogió una manzana de las bolsas. Se apoyó tranquilamente en la encimera y nos miró curioso. —¿Y cuándo piensas soltarla?

Collin no me miró cuando me soltó. Lo hizo tan rápidamente que me tambaleé hacia atrás. Mi espalda chocó contra el pecho del desconocido, pero me alejé avergonzada lo más rápido posible.

—Allec, ¿desde cuándo sales de tu habitación? —preguntó en un tono duro. Tragué saliva nerviosamente. Así que Allec era su nombre.

El chico sólo se encogió de hombros pero sentí la tensión en el ambiente. Parecían no llevar una muy buena relación de padre e hijo, pero no me incumbía realmente. Comencé a andar fuera de la cocina rogando porque Collin me dejara marchar, pero me paralicé al oírlo suspirar.

—Cámbiate, Maya. Cenaremos pronto.

No me esforcé mucho en verme bien. La mayor parte del tiempo me quedé sentada en la cama mirando a un punto inexistente y preguntándome si realmente podía continuar esto. Cuando me encontré frente al espejo, me quedé un tiempo mirándome.
Llevaba un vestido rojo de tirantes finos que me llegaba hasta la mitad de los muslos. Era ceñido pero no demasiado, no me veía realmente mal. Me habría gustado verme en este vestido en otras circunstancias. Saliendo a cenar con Calum, por ejemplo.

Calum... realmente pensaba en él cada noche. Le extrañaba tanto que no me cabía duda de que si alguna vez salía de aquí, viviría con él. Le gritaría lo que llevaba sintiendo por él desde que era una cría, que lo quería, estaba enamorada de él y quería vivir y viajar con él.

Solté una risa irónica que pronto se transformó en lágrimas. Bajé la cabeza dejando que mi cabello tapara mi cara mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. Odiaba llorar todo el tiempo pero no quería vivir esta vida. Me escapé de mi casa para salir de un encerramiento, pero acabé en uno peor.
Me tambaleé en mi lugar y tuve que aferrarme a la cómoda junto al espejo para no caer. Dejé que más lágrimas silenciosas cayeran antes de que alguien golpeara la puerta. Me giré rápidamente al escuchar como la abrían. No vi a la persona mientras trataba de apartar las lágrimas lo más rápido posible.

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