Capítulo 31

3.4K 236 10
                                    




Capítulo 31


No sabía si era mi imaginación, pero parecía que el bosque me cerraba el paso cada vez más. Tampoco me estaba fijando, solo corría sin rumbo alguno. Solté un sollozo cuando me tropecé con una rama en el suelo y caí sobre mis rodillas. Mi hombro me estaba matando. La sangre no dejaba de salir y era consciente de que llevaba corriendo poco más de quince minutos, pero no parecía suficiente. Tenía que alejarme lo máximo posible de esa casa.

Me arrastré por el suelo hasta que conseguí apoyar la espalda en un tronco. Apreté los dientes cuando vi la herida de mi hombro. Ni siquiera podía ver la gravedad de la herida por toda la sangre. Eché mi cabeza hacia atrás y lloré con fuerza. Estaba tan cansada. Mi pierna palpitaba y sentía que me traicionaría en cualquier momento, impidiéndome correr.

¿Cuál era mi plan?

No sabía dónde estaba, ni cuánto tiempo tardaría en llegar al próximo pueblo o ciudad, pero dudaba que consiguiera mantenerme en pie más de media hora. Cada vez me costaba más caminar. Inlcuso quedarme consciente se me estaba haciendo imposible.

Soltando un gruñido, me puse en pie. Cerré los ojos soltando un pequeño grito ante el dolor que la acción me causó. No importaba. Tenía que continuar.

Con miedo a cansarme demasiado, continué mi camino, esta vez andando. No me había dado cuenta de lo mucho que cojeaba hasta entonces, pero ignoré ese hecho.

Al no llevar ningún tipo de reloj conmigo, no sabía cuánto tiempo llevaba caminando. Dudaba que aguantara mucho más, por lo que se me paró el corazón cuando reconocí una luz entre los árboles.

Desesperada, caminé hacia ella. Empujé las ramas fuera de mi camino y cuando me encontré frente a una pequeña cabaña, clavé mis uñas en mi piel. Me acerqué a una ventana y toqué el cristal, comprobando que lo que estaba viendo no fuera una mala jugada de mi cabeza por la pérdida de sangre.

Cojeé hasta la puerta y llamé al timbre con el hombro sano. Segundos pasaron, y después de un minuto sin respuesta, volví a llamar. Tenía que haber alguien. No podía haber una cabaña en medio de la nada, siendo mi única esperanza, y estar vacía. No era justo.

Resignada, bajé la cabeza y dejé que una lágrima cayera por mi mejilla. Mi pelo cayó a los lados de mi cabeza como una cortina. De repente, la puerta se abrió. Mi respiración se quedó trabada en mi garganta y levanté la cabeza lentamente, examinando a la persona frente a mí.

Se trataba de una anciana. Sus ojos azules rodeados de arrugas se abrieron con horror al verme y trató de cerrarme la puerta en la cara, pero coloqué mi mano en ésta para impedir su acción.

—Por favor, no tenemos dinero aquí —balbuceó asustada.— Si eres una fugitiva, llamaremos a la policía. No vas a quedarte aquí.

—Por favor —susurré cansada. No me había dado cuenta de lo débil que sonaba mi voz.— No soy una fugitiva, tampoco voy a hacerles daño. Sólo.... necesito ayuda. Por favor.

La mujer dudó por unos segundos pero después pasó su mirada a mi hombro y frunció el ceño, abriendo la puerta. La inseguridad era notoria cuando se acercó a mí, examinando mi hombro.

—Necesito un hospital —pedí.

—¿Un hospital? No creo que consigas llegar allí sin desangrarte antes. El próximo hospital está a más de dos horas de aquí. Vivimos en medio de la nada —. Su declaración me asustó. ¿Dos horas? No lograría sobrevivir.

Colocó su mano en mi brazo sano y tiró levemente de mí dentro de la casa.— Mi marido era doctor. Vamos a ver qué podemos hacer.

No sabía cuál era la razón, pero en cuanto entré en la casa el calor de ésta abrazó mi cuerpo. Sentí mis párpados hacerse cada vez más pesados.

VendidaWhere stories live. Discover now