Capítulo 19

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Capítulo 19


Bebí otro sorbo de agua, el líquido refrescándome la garganta inmediatamente. La leve capa de sudor en mi nuca hacía que mi pelo se pegara a ésta. Sin quitar mis ojos de la puerta, me hice una coleta y solté un suspiro. Mis ojos se dirigieron al reloj que colgaba en la pared de la cocina. Eran las cinco y media de la mañana. 

William todavía no había vuelto.

Mi garganta se contrajo en angustia y preocupación. ¿Dónde podía estar a esta hora? ¿Estaría en un bar, embriagándose entre lágrimas de decepción? ¿Estaría con una mujer?

Mi estómago se revolvió ante la idea de él con otra mujer. Besándola, tocándola. Sacudí mi cabeza, obligando a mi mente a disipar esas imágenes. Volví a mirar a la puerta, mis dedos tamboreando contra el mármol de la encimera en la que me encontraba apoyada. Mordí mi labio inferior sin saber qué hacer. Llevaba aproximadamente tres horas aquí, esperándole. Al principio había decidido irme a dormir, creyendo que al día siguiente le vería. Sin embargo, no pude echar ojo por culpa del silencio que reinaba en la casa. Silencio significaba que él no había vuelto, justo como mi tranquilidad, así que bajé a esperarle.

Cuando vi que las agujas del reloj marcaron las siete y catorce, decidí subir a la habitación. Sabía que no dormiría ni un minuto, pero al menos podría descansar un poco. Después de todo, había sido un día muy duro. Efectivamente, en cuanto me eché en la cama, sentí la combinación de la agitación de mi mente y el cansancio de mi cuerpo. Ni siquiera me molesté en cerrar los ojos, tan sólo me quedé tumbada boca arriba en la cama procesando la información que había descubierto.

Seguía sin creerme lo de Allec. Sabía que todo el mundo tiene una debilidad, sin embargo Allec se veía tan fuerte y frío. Verlo romperse de esa forma me había roto a mí. ¿Cómo podía ser Collin tan despreciable? No me podía imaginar cómo se había sentido Allec estos años, teniendo que vivir bajo el techo de su padre y siguiendo sus condiciones, tan sólo para tener una oportunidad de ver a su propia hija. Siempre había supuesto que la razón por la que Michelle se había suicidado sería el hecho de estar secuestrada, pero ahora sabía que había muchos más secretos.

Decidí levantarme a las nueve. Me pegué una ducha rápida y salí del cuarto de baño para vestirme. Una vez estuve vestida, salí de la habitación con mi pelo aún húmedo. Bajé las escaleras a paso rápido, mi corazón latiendo a toda velocidad. En cuanto llegué abajo, sentí la decepción invadir mi cuerpo. Había tenido la pequeña esperanza de que William estaría ahí, dispuesto a hablar conmigo. Sin embargo, sólo Aurora y Allec se encontraban ahí.

Me sorprendió ver a Allec, eso no iba a negarlo. Pocas veces había desayunado en la cocina. Ni siquiera sabía si desayunaba. Estaba sentando en el taburete de la cocina, con un café en sus manos mirándome peculiarmente.

—Buenos días, señorita —saludó Aurora. Hice un leve movimiento de cabeza indicando que la había escuchado, mi rencor obvio en mis acciones. Vi un destello de tristeza cruzar sus ojos, causándome un poco de culpa.

Ignoré la culpa y me preparé un té sintiendo los ojos de Allec en mi nuca todo el tiempo. Ignoré eso también, dedicándome totalmente a la preparación de mi desayuno. Una vez estuve lista, me senté junto a Allec. Le miré de reojo y me sorprendí al ver que él ya me estaba mirando. Dirigió su vista al reloj y de vuelta a mi. Sabía que se refería a William. Se preguntaba por qué no estaba aquí todavía.

Esbocé una pequeña sonrisa triste y negué con la cabeza encogiéndome de hombros. Me miró algo apenado y soltó un suspiro, devolviendo su mirada a la mesa.

—El joven William no ha vuelto esta noche —. Se escuchó la voz de Aurora. La miré algo molesta, no hacía falta que me lo recordase. Vi sus músculos tensarse bajo la fina tela de su camiseta ante mi mirada reprochadora.

VendidaWhere stories live. Discover now