Capítulo 14

5.1K 360 25
                                    




Capítulo 14


—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté confundida. Aun así, abrí el primer cajón del mueble al lado de la nevera y saqué el papel de aluminio. William guardó silencio y yo no insistí más. Sin decir palabra alguna, envolví los sándwiches en el papel y le miré a los ojos, preguntándole en silencio qué debía hacer ahora.

Mi cuerpo se estremeció cuando sentí una mano caliente abrazar la mía. Giré mi cabeza para mirar a William, pero él ni siquiera pareció notarlo ya que comenzó a andar arrastrándome a su paso para salir de la casa.

Tras unos minutos de andar en la oscuridad, llegamos al pueblo. La mano de William todavía seguía en la mía, apretándola de vez en cuando cuando mi cuerpo temblaba por el frío. Las preguntas no dejaban de rondar en mi cabeza, sin embargo había decidido no formular ninguna de ellas. Dejaría que las dudas se quedaran en dudas por el simple hecho de que confiaba en William. En este momento, confiaba en él más que nadie.

Nuestros pasos sincronizados se detuvieron frente a la iglesia que solía visitar cada semana. Miré con anhelo ese lugar que guardaba la poca esperanza que me quedaba. Quería volver a casa, y sabía que Dios me ayudaría.

Al menos eso era lo que me decía cada día. En el espejo, durante las noches que no podía dormir, cuando venía a la iglesia. En todas partes. Rogaba al Señor que me ayudase con esto y me sentía tan horrible por no haberle creído. Me sentía tan miserable que honestamente pensaba que era mi castigo por no haber creído en él cuando tenía de todo.

Y era verdad. Tenía de todo. Una bonita y grande casa, una numerosa familia y amor a mi lado. Aunque lo único que me faltaba era lo que anhelaba en este momento también.

Libertad.

—¿Sabes? —. La voz de William me sacó de mis pensamientos y me giré a mirarlo. Su mirada estaba fija en la puerta de la iglesia.— Echo mucho de menos a mi madre.

Una punzada de dolor me atravesó. Nunca le había visto tan vulnerable. Sus hombros caídos, sus ojos apagados y su voz tan débil. Podía sentir su dolor desde mi sitio. Sobretodo porque era un dolor similar al que yo sentía.

—La echo tanto de menos. Dios, Maya. No sabes cuánto.— Su voz se rompió un poco y me estremecí. Sin poder evitarlo, mi mano apretó la suya, tratando de trasmitir un poco de apoyo. Aunque sabía que no iba a ayudar. Yo todavía tenía esperanza de ver a mi madre otra vez, pero él sabía que la suya se había ido para siempre.— Vamos, quiero enseñarte algo.

Sin rechistar, me dejé guiar por él. Nos adentramos en la iglesia y caminamos hasta el fondo, donde una enorme figura de la virgen María se encontraba. No despegué mis ojos de ella hasta que William giró hacia la izquierda y se metió en una especie de pasillo. Al fondo había una puerta que abrió con una mano y sujetó abierta para mí tras pasar. Pasé y me encontré con muchas escaleras que subían hasta no sabía dónde.

—Son unas cuantas, pero merece la pena.

Nuevamente, no dudé de su palabra y pasé por su lado subiendo unos cuantos escalones. Me giré y le miré divertida.

—No sé si consiguerás seguir mi ritmo.

Soltando una risita, comencé a correr escaleras arriba. Giré mi cabeza un poco para verle mirándome con una sonrisa adorable en su cara. Segundos después, mordió su labio y comenzó a correr detrás de mí. Solté un gritito y corrí más rápido, sintiendo como mis piernas se comenzaban a cansar. Apoyé mis manos en la barandilla y me impulsé continuamente en ella para ir más rápido, pero podía sentirle acercarse cada vez más. Justo cuando pasé por una puerta de acero y continué subiendo, sentí unos brazos enrollarse en mi cintura. William me levantó del suelo con facilidad y me mantuvo en el aire acercando su boca a mi oído.

VendidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora