Capítulo 24

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Capítulo 24


Mis ojos se fijaron en el reloj de la cocina. Las agujas marcaban las once y cincuenta y nueve de la noche. Mis dedos marcaron un ritmo contra la encimera y mordí mi labio nerviosa. Después de un agonizante minuto, la aguja volvió a moverse. Mi boca soltó el aire que había estado conteniendo y cerré los ojos.

—Feliz cumpleaños, mamá. Pide un deseo —recité. Aun sabiendo que me encontraba en la residencia de los Cedrick, me imaginé a mí misma en casa. Todos alrededor de la mesa del comedor, con un pastel con unas velas con los números 5 y 0 sobre ésta. Mi madre con su pelo castaño recogido en un moño que ella solía hacerse y su fracaso de ponerse colorete. A veces incluso solía verse como un payaso, pero ella se sentía guapa con sus mejillas rojas.

Mi madre sopló las velas mientras todos guardábamos silencio. Normalmente, la gente aplaudía y felicitaba al cumpleañero, pero en mi casa hacíamos algo muy diferente. Cuando el reloj marcaba las doce en punto, nadie hablaba. Todos cerrábamos los ojos y deseábamos algo con todas nuestras fuerzas. Mi madre solía decir que si dos personas deseaban lo mismo sin comunicación entre ellas, el deseo estaba destinado a cumplirse.

Yo deseaba fuertemente volver a casa. Lamentablemente, también había una parte de mí que deseaba no alejarme de William. Me estaba contradiciendo a mí misma como una idiota.

Todo el mundo volvió a abrir los ojos cuando las agujas cambiaron a las doce y una y volvimos a reír y divertirnos.

Al menos eso creía que pasaría.

Sin embargo, cuando abrí los ojos, lo único que vi fue una cocina desolada. No había gente, ni risas, ni felicidad.



—Señorita —. Aurora entró en la cocina con el pelo suelto. Era la primera vez que la veía sin su usual moño desordenado. No era una mujer muy atractiva, pero su simpatía y alma alegre te hacía verla preciosa.— ¿Le gustaría acompañarme al mercado?

—Está bien —respondí. En realidad, iría a cualquier sitio antes de quedarme en esa casa encerrada. Su cuerpo se relajó y una expresión de alivio cruzó su rostro.

—Vamos.

Me levanté del taburete y la seguí fuera de la cocina. Ella fue delante hasta que se paró frente a los matones de la puerta.

—Tenemos que pasar —dijo ella. Los ojos de uno de los matones se fijaron en mí y negó con la cabeza.

—Ella no puede salir —informó. Fruncí el ceño y sacudí mi cabeza.

—¿Me estáis jodiendo? Solo voy al mercado —aclaré ofendida.

—No me importa, no puedes ir a ningún lado. Órdenes del señor Cedrick.

—¡A la mierda Collin! ¡Ya estoy harta! ¡No puedo estar aquí encerrada por siempre!

Soltando las bolsas que llevaba en la mano, me abalancé hacia la puerta. Era un plan totalmente estúpido, pero ya no quería aguantar esto más. ¿Quién era Collin para hacer esto? ¡Ya me había secuestrado! ¿Encima no iba a poder salir de la casa?

Los matones no tardaron en alejarme de la puerta de un empujón. Su increíble fuerza me echó para atrás hasta que mi cuerpo chocó con un mueble detrás de mí y éste cayó al suelo.

—¡Señorita! —gritó Aurora y me ayudó a levantarme del suelo. Mi sangre bombardeaba con furia. Acercándome a los matones, escupí a uno de ellos.

—¡Joder! —gruñó uno de ellos, limpiándose mi saliva de su ojo.— Hija de puta —. Se acercó a mí dispuesto a golpearme, pero el otro le detuvo.

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