Capítulo 11

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Capítulo 11


Solté una palabrota cuando sentí una punzada de dolor en mi pulgar izquierdo. Era más o menos la cuarta vez que me cortaba al intentar pelar las malditas patatas que debían estar demasiado maduras, ya que la tarea se me estaba haciendo imposible.

O simplemente estaba demasiado distraída. Me decantaba más por esa opción. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas a la noche anterior. Eran aproximadamente las dos del mediodía y Collin todavía seguía durmiendo, lo que me hacía creer que no había sido la única con una noche agotadora.

No había visto a los chicos en todo el día, lo que era muy bueno. No quería ni estar en la misma habitación que Allec y me avergonzaba demasiado mirar a William después de llorar a moco tendido en sus brazos.

Como decía, no había sido mi noche.

—Señorita Maya, ¡tenga cuidado! —me regañó Aurora caminando hacia mí. Agarró mi mano y la guió hasta el fregadero, encendiendo el agua.

—Aurora, ya ni siquiera sale sangre —. Rodé los ojos ante su preocupación innecesaria.— Me he cortado el dedo, no las venas.

Algo cayéndose detrás de mí nos hizo girar rápidamente. La gran figura de Allec fue lo primero que llegó a mis ojos. Bajé la mirada y vi un vaso hecho pedacitos en el suelo.

—Lo siento mucho, joven Allec —se disculpó Aurora casi al instante de verlo. Prácticamente corrió hacia un armario y sacó un cepillo de barrer y un recogedor. Volvió a donde Allec se encontraba y se arrodilló en el suelo recogiendo los pedacitos.

Allec colocó una mano en su hombro y ella se detuvo. Levantó la cabeza lentamente para mirar al chico y el respiró hondo.— No lo hagas tú. Quiero que ella se arodille y limpie los cristales.

Sus ojos se dirigieron a mí y yo abrí mi boca atónita. Tenía que estar de broma.

—¿Qué? —pregunté, acercándome a él.

—Lo que has oído —. Agarró a Aurora bruscamente del brazo y la levantó de un tirón, provocando un gemido dolor de la mujer.

—¡Ten cuidado, maldita sea! —le grité molesta. Le quité el cepillo de las manos a Aurora y me arrodillé como ella lo había hecho antes. Ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo cuando él había sido el que había tirado el vaso, pero no quería más problemas así que simplemente lo hice. Cuando terminé, me levanté e incliné la cabeza para mirarlo a los ojos. —¿Contento?

Sus ojos se apartaron de los míos y negó con la cabeza antes de darse media vuelta y marcharse por el umbral de la puerta. Mordí mi labio inferior y apreté mis puños al recordar la noche anterior. Me había dejado tirada y ni siquiera quería ayudarme a salir de aquí.

—¡Allec! —grité enfadada, caminando fuera de la cocina. Por suerte no me dolía el pie.— ¡No salgas de aquí!

Fue cuando crucé el umbral de la cocina que me di cuenta de que Allec ya se había ido. En su lugar, me encontré unos ojos azules oscuros mirándome intensamente.

Tragué saliva. Mierda.

—Oh, joven William —saludó Aurora, secándose las manos con un trapo.— ¿A dónde va?

—A la universidad. Tengo clases —respondió neutral, apartando sus ojos de mí.

—Oh, está bien. Supongo que tantas patatas peladas no han servido para nada —bromeó, señalando mis manos.— Esta niña casi se desangra de cortarse tanto.

Soltó una risa y yo hice lo mismo, pero una falsa. Los ojos de William bajaron a mis manos por unos segundos pero subieron rápidamente de nuevo.

—Me voy —anunció, saliendo por la puerta. Aurora gritó un último "adiós" aunque la puerta ya estaba cerrada y volvió a la cocina.

VendidaWhere stories live. Discover now