Capítulo 28

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Capítulo 28


Aproveché y pegué una patada a Hastings tirándolo al suelo. Cualquier hombre se hubiera levantado después de eso, pero parecía que él no estaba en forma. Observé como William y Allec peleaban con los guardias. La cosa parecía estar bastante igualada hasta que uno de los guardias sacó un arma.

—¡Will! —grité  aterrada. Antes de que el guardia pudiera levantarla, William le pegó un codazo en la mano que la lanzó lejos. Corriendo, me apresuré a  agarrarla, pero Hastings hizo lo mismo.

Gateó por el suelo al mismo tiempo que yo corría tratando de alcanzarla antes de que acabara en sus manos y nosotros acabáramos muertos. Su mano rozó el arma y se estiró para agarrarla de nuevo hasta que con una patada la alejé de su agarre. Esta vez corrí yo más rápido y la cogí entre mis manos apuntándole.

El arma se sentía muy pesada en mis manos y al mismo tiempo muy ligera. Sentía que cada cosa que mis dedos rozaran podría acabar con todo a  mi alrededor. Dentro de mí, me gustaba tener la sensación de poder, sin embargo el miedo a dañar a alguien también se encontraba presente.

Cuando giré mi cabeza para ver como iban los chicos, me sorprendí al ver que uno de los guardias ya había caído. El otro estaba focejeando contra William y Allec  hasta que el moreno agarró una pequeña estatua del suelo y la estampó contra la cabeza del guardia. Solté un grito ahogado cuando el hombre cayó con un golpe seco contra el suelo.

—Está vivo —aclaró Allec y solté el aire que había estado conteniendo. William se agachó y sacó el arma de la cinturilla de los pantalones del guardia. Imitó mi acción y se acercó a Hastings apuntándole en la cabeza.

—Si queréis a la chica, llevárosla. Está  detrás de esa puerta —. Señaló con el dedo la puerta que estaban a punto de cruzar los guardias y Allec se dirigió hacia ahí, abriendo la puerta rápidamente.

La escena frente a mis ojos hizo que mi estómago se encogiera. Detrás de esa puerta no había una mujer, era casi una niña. La rubia no debía tener más de quince años y se encontraba hecha un ovillo contra la esquina del diminuto espacio que parecía ser un vestidor.

Las manos que sujetaban la pistola me temblaron cuando la chica levantó la cabeza y nos dejó a la vista sus ojos cristalizados y su cara llena de moratones.

William se quedó congelado también. Sus ojos no se apartaron de la chica que Allec cogió en sus brazos, sacándola del vestidor. Llevaba un vestido negro muy corto e iba descalza, los dedos de sus pies sangraban levemente.

—¿Puedes caminar? —preguntó Allec suavemente y la chica le lanzó una mirada confundida.— ¿Entiendes mi idioma?

—Sí.

—Allec —le llamé.— Coge esto.

Le tendí la pistola y cambiamos de puesto, siendo yo la que me acerqué a la rubia.

—Phoebe, yo soy Maya —me presenté, recordando como la había llamado Hastings. La chica  asintió con la cabeza lentamente, concentrada en mis palabras.— ¿Tienes tu pasaporte?

—¿Pasa....?  No sé qué es eso —admitió la chica. Fruncí el ceño. ¿En qué condiciones tenían a las pobres chicas?

—¿Puedes volar? ¿Puedes volver a casa?

Phoebe negó con la cabeza y bajó la cabeza.— Mi mamá está en la casa con Richard.

—¿Con Richard? —pregunté confundida.

—Richard es mi tío. El hermano de mi madre.

Abrí los ojos sorprendida. Nunca había imaginado que Richard podía tener algún tipo de familia, pero si la tenía, ¿cómo podía meterla en esta vida?

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