Capítulo 34

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Capítulo 34


Cuando me desperté me encontraba en mi habitación de nuevo. La ropa había sido arrancada de mi cuerpo y como siempre, me encontraba desnuda. Un nuevo dolor entre mis piernas me dejó claro que se habían aprovechado del estado en el que parecía haberme encontrado. No era nada nuevo.

Reuní todas las fuerzas que tenía y me senté en la cama. Hice una mueca cuando vi restos de sangre en la sábana. Alejándola de mi cuerpo, me levanté de la cama. Mis piernas temblaron y me costó mantenerme en pie, pero necesitaba un baño. Me tambaleé hasta el baño y me apoyé en el lavabo mientras la bañera se llenaba. Había algo extraño en mí. Por alguna razón, sentía más fuerza en mi cuerpo. Cuando vi que la bañera estaba llena me deslicé dentro. El contacto de mi piel con el agua caliente hizo que mi piel se pusiera de gallina y cerré los ojos echando mi cabeza hacia atrás.

Imágenes comenzaron a llenar mi cabeza. Un hombre entrando en la habitación y quitándome la ropa mientras yo sólo podía emitir sonidos de dolor. Podía sentir sus manos en mi piel, pero no podía ponerle una cara. Nunca podía. Eso era lo peor de todo. El hecho de que no supiera si los recuerdos eran de esa misma noche o de hacía días atrás. Eso era lo único que me habían estado haciendo, ya ni me sorprendía.

Solté un suspiro y lentamente, me fui deslizando por la bañera hasta que mi cabeza quedó dentro del agua. El agua hizo que todos los sonidos a mi alrededor desaparecieran. Incluso los de mi cabeza.

No más gritos de los guardias, no más llantos de las chicas ni más gemidos. Ni siquiera oía mi propia respiración. Me sentía alejada de  todo. Sentía que todo había desaparecido a mi alrededor, que yo había desaparecido.

Me quedé bajo el agua incluso cuando el aire comenzó a faltarme. Los dedos de mis pies se torcieron por la presión que mi pecho tenía, pero no me moví. No sabía cuando tiempo podría quedarme ahí abajo, pero si no tenía oportunidad de salir, no me importaba. Si no conseguía salir, me quedaría en paz para siempre.

De repente, más imágenes llegaron a mí. Eran de un hombre rubio, alto y fornido. Podía sentir sus manos en mi cuerpo también, pero la diferencia era que podía ponerle una  cara a  ese hombre. Podía ver perfectamente unos profundos ojos azules con rastros de verde en las pupilas, una nariz recta y masculina, y unos labios gruesos regalándome una sonrisa. Podía sentir unos labios sobre los míos y unos brazos abrazándome con fuerza. Podía recordar un olor exacto y personal que mi nariz anhelaba en ese momento. Abrí los ojos bajo el agua ante el pensamiento de no poder volver a olerle nunca.

Con rapidez, salí de la bañera e inhalé profundamente. Mi respiración se había vuelto irregular. Mi pecho subía y bajaba con rapidez como si acabara de correr una maratón.  Cerré mi mano en la parte de mi pecho izquierda y sentí presión ahí. Mi corazón latiendo con fuerza. Mi corazón frenético por lo que acababa de recordar.

William había estado aquí.







Más tarde, después de que los guardias me devolvieran la ropa, Anabelle vino a visitarme a mi habitación. Me preocupé en cuanto la vi. Su cara estaba más pálida y sus ojeras más oscuras. Se acercó a mi cama y jugó con sus manos.

—Hola —saludó tímidamente.

—Hola —repetí. Me senté sobre la cama con cuidado y apoyé mi espalda en la pared mirándola con atención.

—Así que esta es tu habitación —observó la sala sucia e hizo una mueca.— Siento que tengas que estar aquí.

—No creo que fuera muy diferente si tuviera una habitación mejor —confesé.— Los días siguen siendo igual.

VendidaWhere stories live. Discover now