Capítulo 27

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Capítulo 27


—Maya, dame eso. Lo estás haciendo mal —se quejó mi madre quitándome la sábana mojada de mis manos. Normalmente habría rechistado pero ella tenía razón, ni siquiera estaba prestando atención a lo que hacía. Lo único que mis ojos veían era el torso desnudo de Calum junto a su mejor amigo Adrien.

Mi madre tendió la sábana sobre la cuerda y se fijó en mí.— ¿Qué estás mirando tan fijamente?

Abrí mi boca para gritarle que no se girara. Mi madre no sabía nada de mi amor platónico por Calum y nunca debía saberlo. Lo único que conseguiría era una mirada de desaprobación y una larga charla de por qué eso era moralmente y espiritualmente incorrecto. Cuando vi a los chicos, esperé que me mirara con horror. Sin embargo, una pequeña sonrisita tiraba de sus labios.

—Ya veo qué te tenía tan desconcentrada.

—Mamá, yo.... —. No tenía ni idea de qué decir. Me había pillado espiando a mi hermanastro con una mirada de lujuria que debería ser ilegal.

—No te preocupes, hija. Te entiendo.— Mis ojos se abrieron ante su confesión.

—¿Me entiendes? —pregunté extrañada. Me dirigió una mirada de simpatía y asintió con la cabeza. Sacó una camiseta mojada de la cesta y la tendió también. El olor a suavizante se coló por mis fosas nasales e inhalé, tratando de que el olor no se esfumara nunca.

—Yo también he tenido diecisiete años, cariño —. Sus ojos volvieron a los chicos haciendo una barbacoa con gafas de sol y en bañador. Ni siquiera teníamos piscina en mi casa, pero en verano nos gustaba tomar el sol en el jardín o encender los aspersores del césped y correr alrededor de ellos, mojándonos en el proceso.— Adrien es un chico muy guapo y tus hormonas están muy revolucionadas.

—¿Huh? —pregunté cuando oí el nombre de Adrien. El entendimiento me golpeó al instante.— Ah, sí. No puedo evitarlo, es muy guapo.— En realidad no mentía. Adrien era mono con su pelo castaño y cuerpo trabajado de nadador, pero yo sólo tenía ojos para Calum.

Como si hubiera leído mis pensamientos, sus ojos verdes se encontraron con los míos del mismo color a distancia. Mi madre se giró momentáneamente ajena a nuestro momento de miradas y Calum me guiñó un ojo sonriéndome. Yo sonreí también sin capaz de romper el contacto visual. Adrien se fijó en mí, sus ojos recorriendo mi cuerpo sin pudor y se acercó a Calum murmurando algo que no llegué a escuchar por la distancia. La cara de Calum cambió y su ceño se frunció, empujando a su amigo con un poco más de fuerza de lo que habría sido juguetonamente.

—¡Eh, tío! ¿Qué coño te pasa? —gritó Adrien sobando su brazo. Gregory, que pasaba por ahí en ese justo momento, paró sus movimientos y dirigió una mirada seria a Adrien.

—Ese lenguaje —le regañó con voz dura.

—Lo siento, señor —. El castaño parecía intimidado y bajó la cabeza avergonzado. Gregory se marchó y mi madre colocó su mano en mi hombro.

—Aun cuando es normal lo que estás pasando, no hagas nada inapropiado o impuro. ¿Me has oído? —. Alzó las cejas y yo asentí con la cabeza. Sonrió tiernamente y dejó un beso sobre mi frente. Se alejó y miró el cesto con pocas prendas en el suelo.— ¿Puedes terminar tú? Voy a hacer la comida.

—Claro.

Se marchó, entrando por la puerta trasera de la casa y yo seguí sus movimientos con mis ojos. Agarré una blusa del cesto y mientras la colgaba, sentí una mirada sobre mí.

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