Capítulo 29

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Capítulo 29


Como había hecho meses atrás, pasamos por una puerta sucia y blanca y quedamos frente a otra, esta vez de madera. William llamó al timbre y el mismo hombre que había abierto la puerta esa vez, volvió a hacerlo. No sabía si me recordaba, pero yo a él sí. Su cabeza rapada y sus ojos grises me hacían sentir intimidada ante su simple mirada. No era un hombre feo. En realidad, incluso era atractivo a su manera. No era mi estilo de hombre, con los tatuajes cubriendo cada parte de su cuerpo visible menos su cara.

—¿Nombre? —preguntó con voz ronca.

—Somos hijos de Cedrick. Venimos a pasar un buen rato con ella y alguna más —mintió William, su voz adquiriendo un tono arrogante. El hombre clavó sus ojos en mí durante unos segundos y vi como algo en su mirada había cambiado desde la última vez que le había visto. Como si sus ojos fueran más suaves.

—Adelante.

Entramos y el olor a tabaco y sudor me provocó arcadas al instante. Había más chicas con hombres esta vez. Busqué por toda la habitación, esperando encontrar una cabellera negra, pero no hubo suerte.

—¿Puedo ayudaros? —preguntó un hombre pelirrojo acercándose a nostros.

—Buscamos a una chica ahora mismo —contestó Allec, mirándome con atención mientras yo buscaba a Anabelle.

—No hay problema. ¿Preferencias?

—Pelo negro y largo, me vuelvo loco con ese aspecto —comentó William a mi lado, chasqueando la lengua para hacer énfasis en su "preferencia"

—Y ojos claros. De los que no puedes dejar de mirar —. Allec continuó, citando todo lo que les había contado sobre Anabelle.— Como una auténtica Blancanieves.

Sentí una mirada clavarse en nosotros y sutilmente miré sobre mi hombro. El guardia de la puerta nos miraba fijamente, fuego en sus ojos. Le escaneé con la mirada y vi como apretaba los puños a sus costados con fuerza.

—Sé quién les puede gustar. Es una prostituta muy popular en el burdel —alardeó, girándose y dirigiéndose a las escaleras.— Seguidme.

Seguimos sus órdenes y subimos las escaleras con cada chico a mi lado. Mientras subíamos, sentí como el guardia no nos quitaba los ojos de encima, cosa que me extrañó.

Llegamos al piso de arriba y avanzamos por el pasillo. Miré con horror a las chicas de las paredes mientras se ponían de rodillas frente a hombres en traje y hacían lo que ellos pedían. William apretó más su agarre en mi brazo y me miró fijamente. Encontré su mirada y vi lo que él estaba pensando en ese momento.

Que yo podía ser una de ellas.

Suavicé mi mirada tratando de hacerle entender que por suerte, yo no había pasado por eso. Alejó su mirada de la mía pero sus hombros seguían tensos mientras caminábamos. Llegamos a una habitación y el pelirrojo entró sin llamar.

La escena frente a mis ojos me partió el corazón. Anabelle se encontraba tirada sobre la cama, su cuerpo cubierto por un camisón transparente que dejaba a vista su desnudez. Sus piernas se encontraban separadas sobre la cama, como si la hubieran dejado en ese estado. Su piel estaba muy pálida y sus ojos muy abiertos y desenfocados.

Estaba casi muerta.

—Anabelle, dieciocho años. Joven y guapa. Parece pequeña e inocente pero es toda una salvaje en la cama. Hace todo lo que le dicen y lo hace bien. Ahora mismo está un poco.... ida por su reciente dosis. Últimamente se estaba rehusando a complacer a los clientes. Sin embargo, es igual de eficiente —. El hombre se acercó a Anabelle y quise cortarle la mano cuando agarró su cara y nos la enseñó.— Ojos inolvidables.

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