Capítulo 17

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Capítulo 17


Por unos minutos nos quedamos así, abrazados mientras yo lloraba. De nuevo, sentí mi garganta doler. Las lágrimas ya no salían, pero el dolor seguía siendo tan intenso como antes. 

Inhalé su aroma natural, mi cuerpo relajándose un poco entre sus brazos. Sentí como giraba su cabeza y apoyaba su frente contra mi sien, negando con la cabeza.

—Maya —susurró su voz grave y ronca en mi oído.— Por favor, me está matando verte así.

Mordí mi labio inferior para no volver a llorar. Me sentía tan agradecida en ese momento. Hacía unos minutos me había sentido tan perdida y sucia, pero William me hacía sentir como si tuviese algo de valor. Sin pararme a pensar, planté un pequeño beso en su hombro sintiendo las lágrimas acumularse de nuevo en mis ojos. Su cuerpo se tensó donde mis labios tocaron y nos quedamos quietos, mis labios pegados a su hombro y sus brazos abrazándome protectoramente.

—Vamos, ve a ducharte. Te sentará bien un poco de agua caliente —sugirió, su mano alzándose para acariciar mi pelo. Asentí con la cabeza lentamente, mis labios apretados.

Lentamente nos levantamos. Mi cuerpo dolía, así que tuve problemas al hacerlo. William lo notó al instante y prácticamente tiró de mi cuerpo para que yo no tuviera que hacer ningún esfuerzo. Mi cabeza rozó su pecho y bajé mi cabeza, sin querer que me viera a la cara. Por alguna razón, me daba vergüenza. ¿Qué pensaría de mí cuando se enterase de que su padre me había violado? Cuando se enterase de que yo no era una chica inocente o pura, sino una simple prostituta con la que su padre había tenido sexo.

Mi cuerpo comenzó a temblar al recordar los eventos de horas atrás. Cerré mis ojos y traté de regular mi respiración, que parecía haberse quedado trabada en mi garganta. De repente, sentí unas manos cálidas acunar las mías.

—Maya, mírame.

Su voz era como morfina para mis oídos, hacía que una corriente de tranquilidad me recorriese de pies a cabeza. Haciéndole caso, abrí los ojos. Unas esferas azules perforaron las mías verdes.

—Estoy aquí, Maya. Estoy aquí.

Aún temblando, asentí con la cabeza. Siendo capaz de respirar esta vez. Nos quedamos unos segundos quietos mientras mi pequeño ataque de pánico llegaba a su fin.

Las manos que sujetaban las mías me guiaron hacia el cuarto de baño. William encendió el grifo de la bañera y se giró hacia mí. Me agarró de los hombros mirándome directamente a los ojos.

—Maya, no voy a cerrar la puerta completamente. Estaré en la habitación, justo al lado. ¿Está bien?

Cuando no contesté, tensó su mandíbula como si le costara dejarme ahí y se dio la vuelta lentamente, encaminándose a la puerta. El pánico me invadió inmediatamente. No quería volver a estar sola.

—No te vayas —. Prácticamente corrí detrás de él y agarré su mano. Él se giró inmediatamente a mirarme, una expresión preocupada en su cara.— Por favor, por favor, por favor....

Seguí rogando en murmuros hasta que sentí unas manos acunar mis mejillas.— Tssh, Maya. No me iré, lo prometo.

Asentí con la cabeza, alejándome unos pasos para que él pudiera adentrarse en el cuarto de baño de nuevo. Cerró la puerta detrás de él y se dio la vuelta dándome la espalda.

—No tienes que desnudarte. Puedes quedar en ropa interior.

Mi voz sonaba un poco más grave de lo normal. Mis manos comenzaron a levantar mi camiseta hasta que la saqué por encima de mi cabeza. Al tener el espejo justo en frente de mí, me encontré con la imagen de mi cuerpo en sujetador. Los moratones en mis muñecas eran tan oscuros que sabía que no pasarían desarpecibidos por William. Pude visualizar algún que otro arañazo en mis caderas, pero nada que no pudiese esconder. Mi pómulo ardía por el golpe que había recibido, pero todavía no se podían ver rastros del golpe.

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