Capítulo 8

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Capítulo 8

Los siguientes días fueron duros para mí. Mi herida en el muslo se infectó y tuvieron que llamar a un doctor para que me viera. Dijo que la infección se había expandido por toda mi pierna derecha, lo que podía ser doloroso al andar. Tuve que quedarme en la cama por casi una semana. Nadie había entrado a mi habitación desde Allec aparte de Aurora, quien se encargaba de traerme mi comida y darme los medicamentos necesarios para mi pierna.

Lamentablemente, debía sacar la idea de volver a escaparme de mi cabeza por un tiempo. El doctor me había dado unas muletas bastante incómodas que sólo me complicaban más el andar que sin ellas. El dolor en mi pierna era constante, pero si no hacía movimientos bruscos podía aguantar.

Aún mantenía el miedo en mi cuerpo. Rogaba que Collin no se hubiera dado cuenta de mi huída, aunque dudaba que lo supiera, ya que ni siquiera había venido a hablar conmigo.

Una mañana, me levanté de la cama cansada de estar tumbada todo el día. Agarré las muletas y comencé a andar con ellas, sintiendo la incomodidad en mis antebrazos al instante. Solté un suspiro y traté de abrir la puerta con sólo una mano, pero una de las muletas que sostenía se cayó al suelo causando que me tambalease. Conseguí mantenerme en pie pero solté una maldición, intentando coger la muleta sin agacharme. La puerta de mi habitación se abrió abruptamente haciendo que me cayera hacia atrás. La otra muleta rebotó en el suelo causando un estruendo y apreté los dientes.

Levanté la cabeza para ver una cabellera rubia mirándome desde arriba. Sus cejas se fruncieron y se puso de cunclillas frente a mí, levantando mi barbilla con sus dedos.

—¿Estás bien? —preguntó con voz ronca. Asentí con la cabeza y le miré a los ojos. El brillo de sus ojos parecía haber desaparecido y visualicé unas horribles ojeras bajo sus ojos. Alcé mi mano con intención de tocarle, pero apartó su cara rápidamente. Abrí mi boca para preguntar pero sin darme tiempo, me agarró de las caderas y me puso en pie. Segundos después, volvió a ponerse de cuclillas. —Apóyate en mí —ordenó. Le miré sin moverme, había algo extraño en él. Su actitud juguetona y sarcástica parecía haberle abandonado. Una oleada de preocupación me invadió. Escuché como soltaba un suspiro y de repente, agarró mi mano. Contuve mi respiración mientras él guiaba mi mano hacia su hombro, dejándola descansar ahí. Agarró las muletas y se volvió a levantar, colocándolas bajo mis brazos con cuidado. Una vez colocadas, carraspeó y se paró frente a mí sin mirarme.

—Gracias —susurré. Rogué que levantara su cabeza y me mostrara sus ojos azules, sin embargo no lo hizo. Busqué su mirada desesperada.— ¿William?

—Voy a ayudar a Aurora a colocar la mesa para la comida —. Miró su reloj y se giró sin mirarme.— La comida será a las dos, estaría bien que comieras con nosotros ahora que te sientes mejor.

—Claro —murmuré. Dando grandes zancadas, salió de la habitación. No entendía su comportamiento repentino. ¿Estaba molesto conmigo? Si así era, no llegaba a ninguna idea del por qué.

Salí de la habitación con dificultad y pegué un suspiro al llegar a las escaleras. Después de unos cuantos minutos, conseguí llegar abajo. Pasé por la cocina y vi como William cortaba un pepino lentamente. Su mirada ni siquiera estaba en la comida frente a él, sino en la mesa. Se veía en su propio mundo, como si todo a su alrededor hubiera desaparecido.

Hice una mueca con mi boca y salí al jardín. Pegué un salto al ver a Allec parado frente a su puerta fumando un cigarrillo. Sus ojos encontraron los míos pero apartó la mirada rápidamente.

Mi mente voló a sus palabras días atrás. No sabía cómo había deducido todo tan fácilmente, tampoco sabía si era bueno o no que supiera tanto. Por una parte, quería que descubriera que había sido secuestrada, pero por otra, tenía miedo de lo que pasaría después.

VendidaWhere stories live. Discover now