4. Nos veremos.

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-Te acuerdas cuando fuimos a Ibiza?—asintió y continué—bueno, pues el chico del hotel de allí, ese que era tan mono y simpático—volvió a asentir—me di cuenta de que empezaba a quererle, pero quererle de verdad, como algo más que amigos. Joder, que me empezaba a atraer físicamente. Él era, bueno es, gay y un día en la fiesta ibicenca del hotel se me lanzó y le seguí. Cuando se fue y de esa forma tan abrupta y dañina para mí me di cuenta de que me empezó a gustar mucho antes de lo que me quise dar cuenta—tragué saliva porque lo solté todo de seguido y aún así mi primo no se inmutó—y ahora ha llegado el tintao este, Agoney, y está volviendo lo que sentí. No quiero porque él acabará yéndose a Tenerife y me volveré a joder. Bueno a lo que iba que soy gay o almenos bisexual, y necesitaba decírselo a alguien que sepa que no vaya a juzgarme. No quiero perderlo todo.

-Eres tonto, lo sabíamos, Álvaro y yo digo, desde la fiesta que vimos que te fuiste con Jaime al baño, sabíamos que no era para hablar. Y ahora me preguntas por Agoney, te llevas genial con él, no dejas de sonreír cuando hablas con él o de él y te preocupas de si tiene con que irse a donde vive ahora, no es necesario un máster de psicología de enamoramiento para saberlo. Y no, claro que no voy a juzgarte por ser gay, empezando porque puede—recalcó el puede—que a mí me guste un chico.

-Eso si que no me lo esperaba—y era cierto—y gracias por escucharme siempre.

Nos fundimos en un abrazo fuerte, que significaba tanto para ambos, sentí que deslizaban por mis mejillas algunas lágrimas y otras tantas en mi hombro. Sorbí los mocos y continuamos unos minutos más así.
Nos separamos cuando le sonó el móvil a Sam pero antes le dije que le quiero y que me tiene para todo, y es así.

-Vale—pausa—sí sí—pausa—vale—pausa—319—pausa—vale, pues bajamos nosotros, 122?—pausa—nos vemos, adiós. Recoge Raoul, me ha dicho Agoney—automáticamente nació una sonrisa en mi cara, era algo flipante y que sólo él conseguía—que bajemos a su habitación, la 122 y ahí esperamos a Álvaro.

-Me parece bien y yo ya lo tengo recogido—agarré mi maleta y me planté el primero en la puerta de nuestra habitación para salir.

-Ellaaa ansiosaaa.

-Saam!—me puse rojo y le di un puñetazo flojo y salimos de la habitación hacia el ascensor.

-La 122.

Llamé a la puerta, en verdad estaba nervioso.

-Hola, pasad. Me tengo que secar el pelo y peinarme, me lo dejo rizado para no tardar.

-Tranquilo, mi primo aún no ha salido de Montgat.

-Vale, podéis sentaos en la cama o en la silla, lo que queráis. No tardo, por cierto, os molesta la música alta?

-Que va.

-Vale, no tardo.

Estaba sonando 'Million Reasons' en los altavoces de Agoney y comencé a cantarla, total sólo estábamos mi primo y yo en la habitación y Sam ya me había escuchado cantar.

Iba por la mitad la canción y se paró el secador—aún así no me oirá—pensé y continúe cantando la canción que tanto significaba para mi y tanto me gustaba. Acabó la canción y el único que sabía lo que significaba esa canción para mí, me abrazó.

Exacto, sólo mi primo sabe que se la canté a Jaime en la habitación de aquel hotel en Ibiza, sólo él sabe lo que me costó remontar de aquella marcha tan dolorosa, sólo él sabe mi historia con Jaime y cómo dejé de cantar tras las últimas palabras de Jaime.

"No vas a llegar a nada, eres un marica. Y deja de cantar que a cualquiera le darían jaquecas" para después marcharse y dejarme en la más hundida mierda durante dos meses. Me retumbaban las palabras cuando en casa intentaba coger el micro.

-Hey, estás bien, rubio?—sonreí por el hecho de verle preocupado por mí y negué con la cabeza. Mi primo me soltó y fue Agoney quién me recogió para fundirnos en un abrazo que para mí significaba tanto—quieres hablarlo?

-Te lo contaré, tintao. Pero ahora no, lo siento.

-No, lo siento no. No tienes nada que sentir, estaré ahí para cuando quieras contarme—dejó un beso en mi cabeza, me revolvió el pelo, me limpió las lágrimas que caían por mis mejillas y de mis ojos, y depositó un beso en mi mejilla.

-Gracias, de verdad—le di un beso en la mejilla.
Sam: Dice Álvaro que le quedan 10 minutos para que llegue.

Agoney recogió sus cosas y nos dirigimos los 3 a la puerta de entrada del hotel a esperar a mi hermano.

Una vez en el coche, le presentamos a Agoney, hablamos de cosas varias, cantamos, reímos. En varias ocasiones pillé a Agoney mirándome a la vez que sonreía haciendo que me pusiese rojo como un tomate.

En una de estas Agoney me miró sonriente y, de nuevo, rojo como un tomate, me agarró la mano y la empezó a acariciar con su dedo pulgar. Iba sentado a su lado, en asiento del medio, y él en el de al lado contra la ventana; mi hermano y Sam delante; de tal forma que nuestras manos no las veían.

Ambos mirábamos nuestras manos, encajaban como si fuesen un puzzle, sonriendo.

-Dónde te dejo, Agoney?—dijo mirándole por el espejo, éste le empezó a dar indicaciones, aún sin soltar nuestras manos.

-Déjame en la esquina, vivo en la segunda casa—se desabrochó el cinturón, se bajó y me bajé con él para despedirle—muchas gracias por traerme. Nos veremos, guapos—le di un abrazo de despedida y un beso en el cuello, él repitió mi acción—nos veremos, rubio.

-Nos veremos, tintao—le volví a dar un beso y me metí al coche. Nos separamos y cada uno siguió su camino, él a su casa y nosotros a la nuestra.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.Where stories live. Discover now