12. Me quedo.

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Seguimos un rato abrazados, sin a penas movernos, el único movimiento palpable era la mano sobre la espalda del otro.

Estábamos cómodos y eso es algo que se notaba en el ambiente: relajado.

-¿Ahora estás mejor?-dijo contra mi oreja y susurrando, con la fragilidad que se trata a un cristal a punto de romperse, con la fragilidad que necesitaba. Asentí y nos separamos para ahora tener la mirada fija en el contrario.

Nos sostuvimos la mirada fijamente unos segundos, que para mí fueron eternos a la vez que veloces, hasta que una sonrisa apareció en ambos rostros.

Movió su mano de mi espalda a mi mandíbula la cual acarició con el mismo cuidado.

-Gracias-salió sólo, pero lo necesitaba.

-A ti, siempre a ti-siguió acariciando mi mandíbula y con la mirada fija en la del otro-bueno hagamos algo-me tendió la mano y se la di.

Con un leve tirón hizo levantarme del sofá y pidiendo permiso para ir a cualquier parte de mi casa, a lo que accedí con una sonrisa.

Esta situación me enternece: los dos dados de la mano, sin prisa alguna de llegar al estudio, como si se conociese mi casa.

Mentiría si dijese que no estoy pensando que esta fuese nuestra casa, los dos juntos y queriéndonos como nunca y de verdad.

Acabamos los dos al piano, tocando la canción que me recuerda a él, million reasons porque quizá no estaba en mi mejor etapa y él apareció de la nada para sacarme del socavón en el cual llevaba un año.

Porque tenía un millón de razones para no volver a creer en el amor, para echarme para atrás y no volver a pasar página, pero llegó él y consiguió hacerme sentir más acompañado, me hizo sentir único al cantar, me hizo sentir yo mismo y que podía pasar página porque él no se movería de toda mi historia.

Estuvimos​ un rato y mi tripa empezó a sonar, notaba la ausencia de la merienda.

-Oye, ¿quieres que salgamos a cenar?—espero no tener que arrepentirme.

-¿Es esto una cita?—me miró sonriente y acepté encogiéndome de hombros—vale, pero tengo que avisar a mi hermana—me sonrió cálidamente y cogió su móvil para marcar el número de su hermana.

-Voy a cambiarme de ropa mientras tanto—le devolví la sonrisa y fui a mi habitación.

Me puse un pantalón roto vaquero y una camiseta básica de color blanco.

Salí de mi habitación y fui al estudio pero me paré en la puerta.

Me encontré a Agoney tocando una canción que desconocía pero podía prometer que a partir de ahora sería mi favorita siempre que saliese de su boca, porque lo hacía todo más bonito, más propio, más él.

Cuando acabó desvió su mirada a mí, notablemente se centró más en mi sonrisa, que aunque me negaba a esconder después de haber escuchado semejante canción, me daba corte.

-¿Te ha gustado?—este tío es tonto, cómo se atreve a hacer esa pregunta.

-Pues claro—con la sonrisa aún en mi rostro me acerqué al piano—¿cómo se llama la canción?

-Je suis venu te dire que je m'en vais—la pronunciación, madre mía.

-Es muy bonita aunque no tengo ni idea de que significa—me reí y él conmigo.

-El título significa vine a decirte que me voy. En verdad no sé francés, sólo dos canciones, y esta me la aprendí porque se la escuché cantar a mi hermana hace un montón.

-Pues es muy bonita, dentro de lo que sé, que es solo el título—madre mía, soy penoso—da igual, que te queda genial.

-Gra-

-Lo siento—empecé a reírme por el corte que le había dado mi tripa al rugir.

-Anda, vamos a cenar.

Fuimos al centro de Montgat andando, aunque nos pillaba un poco lejos tampoco importaba.

Al llegar al centro nos fuimos directamente a un restaurante chino donde yo había estado varias veces con Alfred y Aitana, era como nuestro sitio favorito para cenar.

-¿Qué te vas a pedir?—es tonto, ¿no? Esper, ¿va en serio?

-Pues que va a ser, shushiempecé a reírme y su cara se tornó a un tono rojizo que le dió un aspecto más enternecedor.

-Deja de reírte, don shushi—cruzó los brazos y giró su cabeza en dirección opuesta a mí.

-Ay, que el bebé se ha picado—me senté en la silla de al lado y me acerqué a abrazarle, pero no se giraba, así que empecé a darle besos por la mitad de la cara a la que tenía acceso.

Estaba dándole besos y almenos dos veces, mis labios chocaron en la comisura de sus labios, no era mi intención pero tampoco me arrepiento.

Le dejé un minuto y cogí aire para volver a darle más besos y que se desenfadase.

-Vale vale, te perdono—me sonrió y me correspondió el abrazo.

Me fui a sentar a mi silla pero me sujetó la mano haciendo que me quedase ahí. Me agarró del hombro y me atrajo hacia él, quedando a escasos centímetros, pero dirigió su cabeza a un lado de la mía, quedado sus labios en mi oído.

-Je suis venu te dire que j'me
reste—con la misma delicadeza con la que me trata siempre y yo sin saber que significa, porque la canción no decía así—vine a decirte que me quedo—se me cortó la respiración, dejó un beso en mi oreja, en mi mejilla y muy cerca de la comisura de mis labios.

Quería besarle hasta quedarme sin aliento, quería abrazarle y decirle que yo también me quedaría a su lado, quería expresar lo que sentía, quería tenerle conmigo, le quería a él y no decirlo ni expresarlo me estaba matando.

Me soltó la mano que cogió para no dejarme ir a mi sitio y subió la suya a mi mejilla. El contacto visual hacía de este momento único y que desearía tener en bucle toda mi vida.

-Te quiero, rubio—me dió un beso en la comisura.

-Y yo a ti, canario—repetí su gesto dejando otro beso muy cercano a sus labios.

Mantuvimos el contacto visual un rato más, hasta que sus ojos se desviaron a mi sonrisa y su mano volvió a acariciar con total delicadeza mi mejilla.

Le cogí la mano de mi mejilla e inconscientemente la llevé a mi pecho, más bien a mi corazón, aún acelerado por las 3 palabras que antes había dicho y por los besos que acabamos de compartir.

Me sonrió de nuevo y dió un beso en mi mano, dejándola suelta para sentarme en mi asiento y poder cenar juntos y hablando animadamente.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.Where stories live. Discover now