41. Sin respuesta.

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Despierto con el móvil entre mi cabeza y la almohada, recuerdo la conversación con Agoney y sonrío de manera automática. Abro su chat para quedar pero veo me tengo un mensaje pendiente recordándome la hora a la que pasaría a recogerme para ir al centro.

Mierda, tengo diez minutos.

Me levanto rápido para vestirme, estaba a mitad de ponerme la sudadera roja cuando sonó el timbre.

-Mami, abre que ya bajo—grité desde arriba asomado a la escalera.

La vi dirigirse al telefonillo de la puerta principal y abrir la puerta a Agoney.

-Cariño, ha venido Ago—le abrió la puerta de casa dejándolo entrar al salón mientras yo acababa de ponerme el el pelo en su sitio sin ningún tipo de producto y echarme colonia.

Bajé encontrándome a Agoney hablando animadamente con mi madre.

-Llévate las llaves cariño que no estaremos para comer—dejó un beso en mi mejilla y le dió dos a Agoney dejándonos salir de casa.

-Tu madre es un amor, de verdad.

-Te ha dicho algo?

-Hemos estado hablando osea que sí me ha dicho cosas.

-Idiota, digo algo de mí.

-Que eres un sol y que le alegra que estemos juntos porque has cambiado a bien—arrancó el coche camino a Barcelona.

Estuvimos paseando por el centro y acabamos sentados en el sentado donde descansamos la tarde de su cumpleaños.

-Sabes qué?—le miré negando—tú también me has hecho mucho bien en mi vida, antes era como más antisocial por así decirlo, no tenía amigos aquí y me pasaba los días haciendo videollamada con Glenda para contarle cómo me iba por aquí, y aunque ahora no tengo tampoco amigos te tengo a ti que eres más que eso.

-Mis amigos te quieren como si fueses los suyos—sonrió como un bebé—tú me has unido a la música de nuevo, cada vez que paso por la sala del piano me acuerdo de lo idiota que fui al separarme de ese lugar que para mí era el sitio más mágico del mundo.

-Era? Ya no es mágico?

-Lo es, eso lo será para siempre, pero si lo comparto contigo es aún más mágico. Sois como todo lo que necesito en mi vida y justo en el momento en el que lo necesitaba.

-Te quiero rubio—nos besamos.

Se besaron mucho ante el frío casi invernal de un diciembre que se quería hacer paso entre los últimos días de octubre. Ante personas que hacían la vista gorda a dos jóvenes queriéndose en un banco a poco de estar congelado. Se besaron con un revoloteo de sentimientos en sus labios, su tripa, su corazón. Con el amor y respeto que se tenían de manera mutua. Con la manos entrelazadas, las pulsaciones aceleradas y los labios acompasados.

Un mes y estaríamos celebrando la Navidad, juntos, a sabiendas de que el regalo lo teníamos entre nuestros brazos.

Estuvimos entorno a una hora ahí sentados y sumada a la anterior hora paseando pues serían las dos o así, mis tripas no hicieron más que confirmar la hora arrancando una carcajada a Agoney.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.Where stories live. Discover now