22. Siempre contigo.

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Tardaron 15 minutos en llamar a la puerta y yo a penas 3 en coger la cartera de mi hermano para ir a pagar la comida.

Entro en el salón donde siguen repartidos en los sofás y nada más dejar la bolsa con la comida se lanzan al suelo, menos Agoney, para acercarse a la mesa pequeña y comer más cómodos.

-Vente—le tendí la mano y se apoyó en ella para bajar al suelo con el resto.

Raoul, Agoney, Alfred, Sam y Álvaro; estábamos en ese orden sentados en el suelo, alrededor de la mesa adorando la comida mientras Sam intentaba sacar una foto de la mesa, perfectamente servida por mi hermano.

Pasamos 15 minutos en los que no se oía nada más allá que mi serie favorita Élite en la televisión, los cubiertos chocando, aunque levemente ya que intentaban no hacer ruido, con los platos y alguna breve pregunta para pasarnos la bebida.

Es mi regla: durante la comida y/o series que me gusten no se puede oír ni una respiración, el ruido mínimo. Mi hermano estaba acostumbrado pero Alfred nunca se adaptaría, entre otras cosas por lo hablador que es, al menos, estando conmigo.

Cuando llevábamos 30 sentados en el suelo y con notable dolor de culo y espalda paré el capítulo de la serie e iniciamos una agradable conversación mientras llevábamos los cubiertos sucios al lavavajillas. Terminamos y nos volvimos a los sofás manteniendo la conversación.

-Raoul cuando era pequeño se enamoró lo más grande de Spiderman y lo hay que entrar en su habitación y mirar encima del armario, tiene como cinco peluches de él—es cierto, fue como mi primer amor platónico.

-A ver, era mi super héroe favorito, eso no es enamorarse, era muy fan y ya.

-¿Seguro? Me acuerdo la vez que me contaste que soñaste que él se moría cu-

-Calla—le tiré el cojín más cercano y empezamos los cuatro a reír.

-Yo de pequeño estaba enamoradísimo de Mickey—le lancé una mirada cómplice-bueno sigo enamorado de él.

-Joder, primo, imponte que te quitan al novio-le tiré el otro cojín que tenía—te has quedado sin cojines, amigo—le odio.

-Créeme a Mickey nadie le va a sacar de mi corazón, osea que espero que estés a favor de las relaciones abiertas porque si no mal vamos-que cabrones, disfrutan viéndome rojo

Eran casi las cinco de la tarde y a Alfred le llamó Amaia para quedar por Barcelona.

Cuando Alfred se fue nos quedamos Agoney y yo en el jardín, sentados en una tumbona.

-Túmbate conmigo—dije a la vez que yo lo hacía apartándome dejándole sitio.

Nos quedamos mirando cara a cara, con la mejor de nuestras sonrisas: sincera y tan amplia como los músculos de la cara nos permitían.

Sonreír todo el rato con él era algo a lo que me estaba acostumbrado y de lo que podría vivir en una isla perdida.

-¿Sabes que eres muy bonito y que te brillan los ojos de la forma más adorable del mundo?

-¿Sabes que es parte del efecto que tienes sobre mí?—llevé mi mano a su mejilla, la empecé a acariciar.

Estuvimos así un rato, sin decir nada y en un continuo contacto en el que solo se intuía el vaivén de nuestros dedos dibujando líneas invisibles sobre la mejilla del contrario.

Nos acercamos rompiendo la distancia y dejándonos llevar por lo que ahora mismo sentíamos: la necesidad de tener cerca, tanto como físicamente fuese posible.

Acortamos el beso cuando se fue acalorando y haciéndose más intenso.

Otro rato sin decir nada, porque no era necesario.

-¿Nos hacemos fotos?-asentí con una sonrisa.

Estuvimos un rato largo haciéndonos mil fotos con su móvil, que prometió pasarme todas. En casi todas las fotos salíamos haciendo el tonto, salvo en unas cuantas.

Mientras pasaba las fotos nos quedamos parados en una, solo se nos venían las bocas sonriendo naturalmente y parte de la camiseta.

Era mi favorita sin lugar a duda y los dos sabíamos de sobra que iría para mi perfil de WhatsApp al igual que para el suyo.

Las siete.

-Me tengo que ir, pequeño-se levantó de la tumbona de la cual no nos habíamos movido en dos horas.

Me levanté y le acompañé a la puerta. Salió él primero y después yo, para despedirnos fuera.

Nos abrazamos como de costumbre, pero esta vez lo noté distinto, era un abrazo como de estoy aquí y no pienso moverme.

Y eso es otra de las cosas por las que Agoney se merece todo lo mejor.

-Te quiero—susurró en mi oreja, dejando un pequeño beso sobre el lóbulo de esta.

-Yo el doble—dije dejando mi beso sobre su cuello y notando cómo se erizó su piel.

Un minuto, más o menos, abrazándonos y con las mismas ganas de que se hiciese eterno que siempre.

Acabó por separarse y dejó un beso en mi mejilla al igual que yo hice con él.

Mentiría si dijera que no quería que me besase como en cualquier ocasión de la tarde, pero bueno, me conformo con que esté ahí.

Se dió la vuelta y dió dos pasos hacia el coche pero como si se le olvida se algo volvió.

Me cogió la cara y me besó tan pasionalmente como en otras veces de toda la tarde.

-Ahora que puedo no lo voy a dejar pasar.

Volvió a estampar sus labios sobre los míos, pero esta vez sin pillarme por sorpresa y con más tiempo de reacción para seguirle el beso desde el principio.

Todos los besos de Agoney los disfrutaba y eran distintos al anterior, tenía el don de hacerlo único y mejor, si es posible, que el anterior.

Son dones que solo dioses, como él, serían capaces de tener.

Cuando ya se había alejado de mi casa y mi vista era incapaz de distinguir su coche en la lejanía entré en casa y me subí a la habitación.

Me tiré a la cama cual idiota y disimuladamente inhalé el olor de la manta superior extrayendo el olor de Agoney y el del suavizante, pero guardando para siempre el de Agoney.

Me dormí un rato, un rato largo, pero fue el tono de llamada y no el de la alarma el que me desveló de lo que podía intuir un acalorado sueño dado por mi indisimulable erección.

Era mi madre la que me llamaba y quién había decidido llamarme en el clímax de mi sueño, siempre con Agoney.

-¿Qué haces hijo?

-Me acabas de despertar que me he quedado dormido, ¿por qué? ¿Pasa algo?

-No, todo bien, era para ver si tenías planes para cenar fuera.

-Que va, pero, ¿celebramos algo?

-Ya te contaremos-el hype.

-¿Quiénes vamos?

-Con Alfonso, Laura y los primos-bien, estará María, evitarán el tema 'Agoney' o eso espero.

-Vale, pues me arreglo en un rato, te quiero mami.

-Y yo, hijo, un beso—colgó.

Me dió tiempo a estirarme cuando me percaté en que no me acordaba de que estaba soñando exactamente, solo que estaba con Agoney.

Aunque atando cabos me podría hacer una idea de lo que ha venido a ser mi sueño con él.

Querido Agoney:
Siempre es contigo y espero que nunca sin ti.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.Where stories live. Discover now