14. Te espero.

776 47 5
                                    

Llevaba 2 minutos con Agoney en su directo y había bastante gente metida.

Gente de toda, que admiraba a Agoney, que hablaban entre ellas, que les preguntaba cosas y gente que nos emparejaba, era gracioso porque Agoney pasaba, al menos eso creo, de esos comentarios pero yo los leía para mí.

Entre otras cosas, Agoney hablando con sus seguidores era adorable pero nunca se olvidaba de que en la otra mitad de la pantalla estaba yo y me metía en la conversación con los espectadores.

Se ve que Agoney empezó a leer teorías de que éramos novios a lo que él dijo nos somos nada, solo amigos otra cosa que se pudo apreciar, al menos yo, que no levantaba la vista de sus labios fue el de momento que se deslizó por sus labios con delicadeza y seguido de una sonrisa, amplia y cálida.

Estuve unos 20 minutos de reloj en el directo hasta que vino Alfred a recogerme para salir a desayunar fuera.

Me despedí de Agoney y de los seguidores activos y no haters, porque sí, había gente que me estaba llamando desde enchufado hasta pijo. De ello se percató Agoney que soltó con delicadeza un si vais a criticar o insultar a alguien de aquí os podéis largar, de nada aunque más en tono burlesco, aún así agradecí sus palabras con una sonrisa amplia.

Bajé al salón y allí estaban Álvaro y Alfred hablando.

Me acerqué a saludarle, después recogí mi monedero y salimos de mi casa hacia el centro de Montgat, supongo que vamos al bar de siempre.

-Antes de nada, quiero que sepas que eres demasiado obvio—no entiendo nada—el directo de Agoney, os estuve viendo y la sonrisa de bobo que me llevabas—echó a reírse y le di un golpe en el brazo, seguro que estoy rojo—no te preocupes, él también—demasiado rojo, aunque ahora con una sonrisa.

Seguimos el trayecto al bar cantando, como todos nuestros viajes. Y es que si había algo que me unía a Alfred, era la música y su mágico poder de aunarnos en las buenas y en las peores. Aunque a veces nuestros gustos son opuestos, siempre compartimos viajes de karaokes y conciertos de dejarnos la garganta entre el público.

Aparcó el coche lo más cerca posible del bar para evitar andar mucho, sí, somos un poco vagos.

Entramos al bar y saludamos a Rafa, el camarero, que cuando nos sentamos viene a tomar nota de lo que tomaríamos.

Pedimos un café cada uno y al poco rato nos lo pone.

Nos lo tomamos hablando de temas varios hasta que llega el tema clave.

-Y ¿con Agoney?

-¿Qué pasa con él?

-Que si acabarás abriéndote con él o liándote con él.

-¿Qué te dice que no lo haya hecho?—pongo cara de circunstancia y Alfred de sorprendido—le conté lo de Jaime, en parte se lo debía y en parte quería más por esto, lo otro más bien una excusa. No me soltó en ningún momento, hizo que fuese más rápido y ameno, me ayudó a soltarlo sin presión, me cuidó mientras me abría el pecho en canal.

-Cuídale, ese niño es oro.

-Lo es. Le quiero, mucho.

-Confía y si sale mal siempre—me da la mano sobre la mesa—siempre estaré ahí.

-Te quiero, Alfred.

-Y yo, Raoul. Y quiero que estés bien y ese chico te hace estarlo—asentí y desvió el tema, cosa que agradecí.

Nos acabamos el café y él me contó cómo iba con Amaia.

Sonó la campanita de la puerta del bar, que indicaba que alguien estaba entrando. Y como por instinto nos giramos para ver quién estaba entrando.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.Where stories live. Discover now