Epílogo. A ellos.

513 30 3
                                    

-Duele. Duele mucho.

-¿Quieres que pare?

-No, no, sigue, no importa.

-Como quieras—y continuó.

Siempre fui de los que decían que no se haría un tatuaje relacionándolo con alguna pareja sabiendo que iba podía ser efímero y me acabaría arrepintiendo o con algún amigx por si en alguna ocasión acaba toda la amistad que tuviésemos.

Pero Agoney no era simplemente una pareja, al menos no después de 5 años de novios y 3 de casados. Porque sí, nos casamos hace 3 años, en Adeje, su tierra. A pesar del pánico que tengo a los aviones, aún habiendo ido más veces anteriormente, mereció la pena solo por ver su sonrisa, los ojitos brillando y nuestros corazones bailando al son de una música que llamábamos amor pero ahora entendemos que va más allá.

Porque Agoney es mi libertad, mi corazón, mi lienzo en el que empecé a trazar una vida más brillante y bonita.

Y ahora mismo estamos en un estudio de tatuajes mientras me perforan el alma y la zona de las costillas.

Quizás es algo exagerado pero me duele. Me duele demasiado.

Al acabar me miró al espejo y veo la silueta de una mariposa en el costado derecho y a Agoney mirándome desde atrás.

Después de mí le tocó a él y aunque decía que no le dolía su cara contaba otra cosa.
Ahora la silueta de un lobo adornaba su costado, el mismo que el mío.

Salimos del estudio después de unas cuantas miradas al espejo que había frente a la camilla donde habíamos estado tumbados y tras despedirnos de Diego, el tatuador.

-Te ha gustado la sorpresa?—nos dimos de la mano como si fuese un acto reflejo al chocar de manera abrupta con el frío invernal que llenaba las calles de Madrid.

-Es lo más.

-Pues te quedan más cosas, no todos los días se cumplen 25 años.

En estos cuatro años y medio con Agoney me ha dado por mil cosas como los bolos que hacemos a Mateo, el niño del centro de acogida, todos los fines de semana que está con nosotros o las duchas largas en el jacuzzi de nuestra casa que acaban en mimos o en una sesión de sexo que disfrutamos como si fuese la última.

Mateo pasa con nosotros los findes desde hace ya dos años. Esperamos a que nuestra relación se afianzase, a que consiguiésemos una vivienda por la capital y así adaptarnos a los ámbitos y rutinas del contrario. Cuando estábamos de sobra adaptados y tras una conversación larga y tendida fuimos al centro de acogida más cercano, y tras mucho papeleo logramos que el pequeño de seis años pudiese asar tiempo con nosotros.

Hace un mes cumplió el año desde que solicitamos la custodia completa y poder formar una familia propiamente dicha. Nos pusieron inconvenientes donde no los había, excusas absurdas, cambiamos varias veces de persona a la que solicitar la adopción hasta que dimos con Laura que haciendo uso de un par de enchufes directos con la directora de la casa de acogida consiguió nuestra meta.

Y ahora, efectivamente, llevamos un mes con el pequeñajo correteando por casa. Por nuestra casa. De los tres.

-Dónde vamos, Ago?

-Ahora lo verás.

Hoy cumplo 25 años y Ago se ha antojado de pasar la mañana juntos sin Mateo invadiendo nuestra intimidad, ahora estará con Glenda y Óscar utilizando la excusa de "así entrena para cuando sea madre" porque sí, estaba embarazada y hacía poco se habían casado.

Tras unos diez minutos andando por las calles algo abarrotadas por la noche tan apetecible que invadía Madrid.

En todo el trayecto hablamos de varias cosas y nos tocamos el tatuaje como ochocientas veces entre risas por el dolor que yo había pasado y por lo cómica que era mi cara de estar sufriendo.

Llegamos a un restaurante del centro de la ciudad, nos sentamos en una mesa para dos que Ago había reservado según él hacía ya un par de semanas.

-Mi amor, hay dos personas que no paran de mirarnos y grabarnos.

-Si?—saqué mi móvil y empecé a grabar a ellos—ahora os grabamos nosotros—solté el móvil entre risas y la mirada de Agoney fijamente en mí.

-Que pasa?

-Tú, pasas tú, siempre tú, Raoul.

-Siempre tú, Agoney.

Cenamos entre momentos de risas y momentos de querer darnos mimos sin tantos ojos puestos en nosotros, aunque aún así nos los dábamos.

Salimos del restaurante dados de la mano y con la sonrisa intacta como al entrar, como al despertar, como siempre que estoy con él.

-Vamos a ir a otro sitio—le miré y me sonrió tirando de mi mano para seguir avanzando.

Nos paramos con un grupo muy simpático de fans de Agoney que le trataron genial y al poco rato llegamos a uno de esos edificios de Gran Vía que tienen una terraza con un bar.

-¿Qué hacemos aquí?—se encogió de hombros y nos dirigimos al ascensor.

-¡¡Sorpresa!!—saltaron de detrás de los asientos algunos de mis familiares, amigos míos y de Agoney, que ahora eran mutuos.

-No te creo—me giro para ver a Agoney pero me quedo descolocado cuando no le veo un palmo por encima de mí sino a medio cuerpo por debajo, arrodillado.

-Te quiero con todo mi ser, desde que te vi aquella noche tras el concierto hasta ahora mismo, nunca ha ido a menos, al contrario siempre ha ido aumentando mi amor hacia ti y es algo de lo que estoy seguro que no cambiará nunca, pero quiero estar ahí para demostrarte que lo que siento es eterno, quiero estar ahí siempre. ¿Quieres casarte conmigo?—abrió la caja y sacó de su interior un anillo de plata precioso.

-Claro, claro que quiero—le cogí suavemente por los codos y le subí para lanzarme a sus brazos y besarle, besarle con todas mis ganas y mi amor.

El beso se vio interrumpido cuando entre nuestras piernas apareció el pequeño Mateo agarrado como un koala, me bajé para subirle en brazos.

-Os quiero papis.

***

Desde aquí dentro solo se oían voces y por encima de ellas prevalecía la presentación.

-Con todos vosotros—los gritos aumentaron, el ruido, los aplausos—Raoul Vázquez presentando en primicia el tema principal de su segundo disco, la luz.

Salí al escenario directo a abrazar a Tony Aguilar uno de los más grandes y de los que más ha impulsado mi carrera gracias a su trabajo en Los 40.

-Gracias Tony.

Cojo la guitarra, me siento en el taburete que hay en mitad del escenario, ajusto el micrófono y empiezo a cantar.

Una de las canciones que más me ha costado componer, que más ha tardado en estar acabado.

La canción que define a la perfección el avance de la relación con Agoney, la llegada de Mateo y Noelia, nuestra otra hija que lleva con nosotros un año.

Ellos, que han sido la luz en mi vida, en mis días oscuros, en todo.

A ellos les dedico esta canción, las que vienen y, sobre todo, lo que soy ahora.

A ellos se lo dedico.

A ellos se lo debo.

---------------

Ahora sí, fin, espero que os haya gustado y tanto como a mí escribir toda la novela. No tenía muy seguro de subir el epílogo así pero dado que me lo habéis pedido o preguntado si lo subiría pues aquí lo tenéis.

Gracias por todas las lecturas y el amor a la novela.

Gracias.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.Where stories live. Discover now