15. El primero.

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Tras 15 minutos de viaje en coche y la ayuda de google maps conseguí llegar a la dirección que me había mandado Agoney antes de salir de Montgat.

Le llamé por teléfono una vez tenía el coche aparcado y estaba justo en la puerta del edificio.

-Dime.

-¿Me abres o me vuelvo a Montgat?

-Voy.

Tardó dos minutos en bajar a la puerta y recibirme con la sonrisa de siempre y un abrazo que se hacía rutina poco a poco.

Subimos a su piso, un tercero sin ascensor.

-Vamos rubio—dijo tendiéndome la mano cuando quedaban poco más de 10 escalones.

Evidentemente le cogí la mano y tirando de mí entramos a su piso. Era pequeño pero acogedor y se veía moderno.

-No es como tu casa/mansión pero es mi pisete.

-¿Vives solo?

-Si, toda mi familia está en Adeje—explicó nostálgico pero, como siempre, con una sonrisa—puedes sentarte, estás en tu casa, eh.

Y eso hice me senté en el sofá en el que había una mantita de Mickey Mouse, me le imagino con la mantita, acurrucadito en el sofá y viendo una película de dibujos animados, automáticamente sonreí con esa estampa.

-¿Vemos una peli?—preguntó haciendo que girase la cabeza en su búsqueda.

-Valee, pero elige tú que soy malo para eso.

-¿Pero eres bueno en algo?—le di un golpe en el hombro y se tiró al suelo.

-Ellaa dramáticaa—empezamos a reír y a ver la película.

Nos pasamos toda la película entre piques tontos, caricias robadas y disimuladas aunque mal, miradas furtivas, abrazados y sonrisas para nada forzadas.

Acabamos la película y a la vez las palomitas, aunque algunas acabaron por el suelo.

-¿Te ha gustado?

-¿A ti?—empezamos a reír porque ninguno le había prestado atención a nada, salvo a la persona que tenían al lado y, a veces, entre sus brazos, pero siempre en su cabeza.

-Me ha encantado—aumentamos la risa y acabamos más cerca de lo que estábamos, sin dirigirnos la mirada pero sabiendo la escasa distancia que separaban nuestros cuerpos.

Seguimos hablando de temas banales y a la misma distancia que al acabar del ataque de risa. No queríamos separarnos, ni tener que irme, ni dejarle solo aquí. No podíamos pero tenía que ocurrir.

Echo una mirada al móvil para mirar la hora, las 21 y mi cuerpo y estómago me pedían alimentarlos.

-Me tengo que ir—me miró con cierto tono de pena, no, seré yo—es un poco tarde y tengo hambre.

-Puedo hacer una pizza.

-No, da igual, no te molestes.

-Eres tonto, de verdad. La hacemos juntos y ya te dejo ir, es que me aburro solo.

-Vale, pero solo porque me das pena.

-Eres tonto—me dió un golpe en hombro y me ofreció su mano para ir a la cocina, la acepté y fuimos para allá.

Lo que yo no sabía era que la pizza había que hacerla, pero entera, de cero.

Empezamos a hacer la masa, acabando con harina hasta en partes que desconocía de mi cuerpo, y tras una pequeña discusión, que cualquiera diría de pareja, terminamos haciendo media de jamón y queso y otra media de barbacoa. Para mí jamón y queso.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें